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viernes, 12 de marzo de 2004

Ausencia de honestidad

Hoy en día no es fácil ser político en México. Esta profesión, tan vieja como la propia humanidad, está cayendo en un acelerado proceso de decadencia y descrédito ante las crecientes evidencias de inmoralidad, espionaje mutuo y la vendetta oportunista. Anteayer observamos otros dos espectáculos lamentables, protagonizados ahora por las planas mayores del PRD y del PVEM. El primero sometió a juicio sumarísimo a Rosario Robles y a Carlos Imaz, a quienes se les suspendió en sus derechos políticos. Pero lo ridículo fue que la primera, más Ramón Sosamontes (a quien no supieron de qué acusarlo), ya habían renunciado varias horas antes a sus membresías, por lo que el juicio resultaba ocioso y sin sustancia. Pero el partido debía cebar sus frustraciones en los defenestrados, para limpiar así su conciencia pública. Una auténtica purga estalinista, sin posibilidad para los acusados de defenderse. ¿Su pecado? Estar próximos al demonio Ahumada, del que ahora todos trazan afanosamente su rayita (Para esto: a ver cómo le va a Imaz en su defensa ante un tribunal sediento de sangre).
A Rosario se le debió haber exhortado a cuidar las formas y a no mezclar su vida personal con la pública. No existía ningún indicio en su contra de falta de probidad. El uso de un avión o una casa no son elementos concluyentes de la existencia de un contubernio para ejercer la corrupción. Lo mismo sucede con el resto de amigos del empresario apestado. A Imaz podría reclamársele no haber informado al partido y al IEDF de la aportación económica de Ahumada (a quien le debió expedir un recibo formal por los 350 mil pesos) para apoyo de su campaña electoral. Si el donante quiso después cobrarse a la mala, Imaz debió denunciarlo, y no solamente echarse la baladronada de que le pagaría de su sueldo.
Por parte de los verdes el espectáculo fue aún peor: ratificaron al “niño verde” como dueño del partido, ¡y lo hicieron por unanimidad! Definitivamente no se les vio el más mínimo pudor político a los dirigentes de ese partido. Se les escapó la gran oportunidad de limpiar la casa (incluyendo en ello el castigo a los autores del “chamacazo”) y recuperar el prestigio del ecologismo ante la sociedad. Lo que pronto veremos es la expulsión fulminante de los opositores a la hegemonía gonzalista y los ajustes de cuentas internos. De nuevo la bola está en la cancha del TRIFE y del IFE, como instituciones responsables de garantizar la limpieza en los procesos internos de los partidos.
Para colmo, nuestras sospechas de que detrás de todo esto podríamos adivinar al gobierno federal parecen confirmarse. El jefe Diego resbaló verbalmente en un noticiero de Televisa, de nuevo en sus afanes de demostrar que nada sucede en la política mexicana sin que él lo sepa, y aceptó haber conocido los videos de Ahumada antes de su difusión. También se dio a conocer una sospechosa reunión con el empresario, donde hubo presencia de funcionarios del CISEN y la PGR. ¿Cuál es el interés de esas instancias en este asunto? Resulta inquietante pensar que todo esto pudiera responder a una campaña preconcebida de desprestigio contra el PRD y López Obrador, en un afán tumbar a éste de las preferencias populares.
Si este fuera el caso, los autores intelectuales de la maquinación están corriendo el riesgo de que al final las consecuencias se les reviertan. Si López Obrador actúa con inteligencia (algo que tampoco podemos augurar) esta pretendida persecución puede fortalecerlo al final, al colocarse como víctima de un acoso injustificable e inmoral de parte de sus adversarios. Todavía sus números en las encuestas continúan vigorosos (sólo cayó del monumental 74% al más modesto 60%: más que suficiente para ganar una elección). Por ello no creo posible que pueda caer aún más, a menos de que le saquen un nuevo video, que ahora lo muestre a él en persona llenándose de billetes los bolsillos.
La honestidad el es valor político más añorado en estos aciagos momentos. Y no sólo la honestidad en términos de ser ajeno a la corrupción, sino también como el arte de decir la verdad, sin importar sus consecuencias. Por eso cada día me convenzo más de que finalmente Vicente Fox tuvo razón cuando felicitó a una señora por no saber leer, pues los periódicos nos traen puras malas noticias desde el mundo de la política. En fin, quién nos manda querer saber.

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