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viernes, 13 de agosto de 2004

La victimización del IMSS

Los liderazgos político-hegemónicos en México atraviesan por un momento de difícil transición, desde un origen populista-autoritario (viejo PRI) hacia un nuevo modelo basado en la eficiencia tecnocrática y un “conservadurismo compasivo” que baña su sucia conciencia social en un neopopulismo que se solidariza únicamente con los pobres con iniciativa. Es decir, me refiero a la nueva clase tecnocrática que hoy domina en el PAN y en el PRI, e incluso ocasionalmente en el PRD. La clase política panista está evidenciando que no es muy diferente a la predominaba en los tiempos de los gobiernos priístas posmodernos (esos que desde hace rato habían renunciado al legado de la mítica Revolución mexicana), ya que se rigen por las mismas prioridades, todas ellas de corte macro económico y micro social. Los jóvenes administradores del gobierno estatal y federal, egresados de universidades privadas y enamorados de la idea de enriquecerse a partir de su habilidad para detectar negocios o bien alternativas de financiamiento público, no son muy diferentes a los chavos priístas, esos egresados de universidades públicas pero con posgrados en el extranjero, y que se asumían como detentadores de la última verdad.
Con preocupación detecto una creciente indiferencia hacia los requerimientos de los conjuntos más desamparados de la sociedad nacional. En el discurso todos asumen dicha preocupación, pero en la realidad de los números y de la trascendencia de los programas de gobierno, se detecta ese decaimiento. Últimamente, el caso del Instituto Mexicano del Seguro Social ha vuelto a poner en la palestra la “política de los pirrurris” neomonetaristas y ultraliberales, que se aferran a la idea de que los servicios sociales, entre ellos la jubilación de los trabajadores, debe ser sufragada en su totalidad por los trabajadores, extrayendo al Estado de su obligación constitucional de proveer los mecanismos que hagan posible el bienestar comunitario de largo plazo, entre ellos la salud, la educación, la seguridad social y la seguridad pública.
Es impresionante cómo el bien pagado yoopie Santiago Levy y toda una pléyade de tecnócratas y de políticos mal informados han defendido la necesidad de que las futuras generaciones de trabajadores del IMSS deban asumir los costos de cinco décadas de malas decisiones gubernamentales, y cómo se está excusando al Estado mexicano de la responsabilidad de haber sustentado el crecimiento del instituto en los fondos que aportaron durante décadas los trabajadores propios y ajenos al IMSS. Nunca se previó la necesidad de salvaguardar los fondos básicos para sostener las pensiones y se dilapidaron (o bueno, concediendo, se invirtieron) en infraestructura y en programas de expansión de los servicios de esa noble institución. Ahora la factura se le endosó a la parte más débil de la ecuación institucional: la siguiente generación de trabajadores que se incorporarán en el futuro inmediato.
He escuchado en varias ocasiones al líder sindical del IMSS, y sus planteamientos me han parecido responsables y viables. Concuerdo en que el instituto atraviesa por una situación insostenible, pero el remedio no debe limitarse a la cancelación de derechos a los futuros trabajadores. Aunque tampoco concuerdo con los argumentos del PRD, que ha asumido una actitud tremendista con su artificial parangón con el Fobaproa, sí considero que el Estado y los empresarios deben contribuir en este rescate, pues gracias a los fondos de los trabajadores el instituto se expandió durante décadas y se convirtió en uno de los organismo de seguridad social más importantes del mundo. Durante los sesenta y setenta el IMSS era una de las instancias que más invertían en sus instalaciones, que más gastaban en capacitación, que mejores sueldos pagaban a sus trabajadores. La crisis de los ochenta y noventa, la explosión demográfica y la imprevisión injustificable de sus directores condujeron a la situación lamentable de hoy en día. La responsabilidad no está de lado de sus trabajadores, quienes obtuvieron ventajas de las que aún gozan otros gremios, como el petrolero, el electricista e incluso el magisterial, pero eso fue gracias a una clara capacidad de negociación política con el Estado y la dirección del instituto, sin necesidad de recurrir a la huelga. Sí creo que el gobierno federal debe acudir decisivamente en apoyo de la institución de mayor trascendencia social del país, haciendo de lado los dogmas del modelo liberal a ultranza, gran máquina creadora de pobres, pero ineficaz para garantizar bienestar y desarrollo social para las mayorías.

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