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viernes, 2 de julio de 2010

Nubes de tormenta

Nubes de tormenta



Publicado en Milenio de León, y en Gurú político
Terrible periodo preelectoral éste que termina: un magnicidio político en Tamaulipas, campañas crispadas por audioescándalos telefónicos, secuestro de políticos encumbrados, recomposición de alianzas políticas, más un secretario de gobernación que sólo sabe acumular broncas innecesarias… en fin, todo un mundo de problemas que no pudo ser eclipsado por un mundial de futbol que sólo nos confirmó nuestra vocación para los sueños y las decepciones.
Las elecciones locales del domingo serán especiales por este ambiente cargado de malas energías. La política hace agua, y amenaza con hundirse si el crimen organizado logra imponer su chantaje sobre la clase que cree gobernar este país. La violencia afecta a cada vez más amplias capas de la población, y toca ahora incluso a los líderes que gozan de protección cotidiana, como fue el caso del desdichado candidato Rodolfo Torre Cantú. Sus Gards de Corps fueron ultimados junto con él, y quedaron tendidos al pie de su camioneta blindada. “Nadie es intocable”, parece ser el mensaje del hampa mexicana. Sólo el presidente Calderón goza de un impresionante aparato de seguridad, cada vez más irritante para los que lo constatan. Él es el único mexicano no millonario que puede pasear tranquilo por todo el país.
El martes pasado, muy tempranito, observamos de nuevo por la tele la desesperación de un presidente prisionero de sus decisiones iniciales y de su compromiso partidario. Su renovado llamado al diálogo tuvo un dejo de angustia, pero no tanto por no saber cómo proceder ante la violencia imparable, sino por las anunciadas derrotas de su partido ante las urnas de este domingo. El mensaje fue un claro madruguete electoral, como el que vimos la semana anterior cuando anunció la desaparición inmediata del impuesto de tenencia en la adquisición de vehículos, y como lo volvimos a ver el miércoles siguiente con el “improvisado” anuncio de la “simplificación” en el pago de impuestos. En estas semanas la prioridad de su gestión no fue el combate a los grupos delictivos, sino la operación de salvamento que se implementó desde la presidencia para paliar una potencial debacle electoral. Lástima Margarito…
Los mexicanos hemos carecido de presidentes con ánimo de estadistas. Al llegar al poder, los candidatos ganadores no pueden desprenderse de esa piel primigenia, y elevar sus miras por encima de los hombros de su compromiso partidario. Aunque compran el discurso de que son mandatarios que buscan el bien de todos sus gobernados, caen en la tentación de renovar su militancia cuando se acercan los comicios. Ya vimos a un Vicente Fox en campaña, y ahora a un Felipe Calderón con gran protagonismo mediático. Ernesto Zedillo intentó un tímido alejamiento de su partido, pero pronto fue obligado a regresar al redil de la tradición. Y sus antecesores fueron promotores abiertos de los candidatos que ya antes habían palomeado. Ningún estadista, pues.
Con sincera preocupación, cruzo los dedos ante lo que puede suceder el domingo. Tengo miedo de que los hampones aprovechen el desconcierto y los pleitos entre los políticos para volver a establecer su predominio por medios violentos. No creo que salgan a la calle a liquidar a los votantes; más bien creo que procurarán enviar mensajes a los eventuales ganadores de las contiendas, de tal manera que les quede claro quién manda en el pueblo. La presencia del ejército en las calles no ayudará a que los ciudadanos acudan a votar; más bien lo contrario. La gente del común está aprendiendo a temerle a los uniformes, porque ya son demasiados los casos de sicarios que se disfrazan de militares, o bien los propios soldados que abusan de su poder, llegando incluso a masacrar a familias inocentes.
Interpreto que estamos experimentando una de las peores crisis políticas recientes, como la de 1994, también aderezada con violencia y miedo. Entonces vivimos el mismo ambiente de temor, aunque entonces la violencia la propició el movimiento armado de Chiapas, el absurdo asesinato de Colosio, y la ambición desmedida de la clase política, que fue capaz de prohijar el asesinato de Francisco Ruiz Massieu. A 16 años volvemos a lo mismo, aunque ahora con un actor más desalmado, los mafiosos, y mucho más muertos. Sálvese quien pueda.

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