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martes, 19 de julio de 2011

Salvador Rocha Díaz, in memoriam, 1/3

Salvador Rocha Díaz, in memoriam, 1/3

Publicado en de Guanajuato.

Salvador Rocha Díaz, prominente abogado y talentoso político guanajuatense, murió este domingo pasado. Escribo estas líneas a manera de modesto homenaje personal, en mi nombre y en el de mi padre, a quien le unió una estrecha amistad y ciertas complicidades intelectuales. Tuve la fortuna de haber colaborado con don Salvador cuando fue Secretario de Gobierno por segunda vez, entre 1991 y 1992, durante los 16 primeros meses de la administración del gobernador interino Carlos Medina Plascencia. Yo fui uno de sus dos asesores, y a pesar de mi juventud de entonces me hizo cargo de grandes responsabilidades, que siempre le agradecí porque me dieron la oportunidad de crecer como servidor público. Dejó el cargo debido a crecientes diferencias con el gobernador, y regresó al ejercicio de su profesión, en la que siempre fue muy exitoso. En 1994 contendió por una Senaduría guanajuatense que obtuvo con gran holgura de votos (53%). Eso le animó al año siguiente a buscar la candidatura del PRI a la gubernatura estatal, pero sin éxito. Se la ganó Ignacio Vázquez Torres, quien se evidenció rápidamente como un candidato anacrónico, que fácilmente fue opacado por la energía y el carisma de Vicente Fox, quien se quedó con el cargo. Como comentó públicamente el periodista Arnoldo Cuéllar, Rocha Díaz pudo haber sido mal candidato, pero sin duda hubiera sido un espléndido gobernante.
Salvador Rocha era dueño de una inteligencia deslumbrante y de una cultura cuidadosamente trabajada a lo largo de una intensa vida llena de intereses muy diversos y una gran curiosidad intelectual. Cuando colaboré con él con frecuencia me convocaba a su oficina, ya tarde y acercándose el final de una jornada laboral que él extendía a 12 o más horas, únicamente para charlar conmigo sobre temas que nada tenían que ver con el trabajo: sus lecturas, sus gustos artísticos, su amplio conocimiento de la comunidad artística y cultural nacional, sus viajes y sus encuentros con culturas muy diversas, etcétera. No pocas veces concebimos proyectos culturales, que a veces pudimos concretar. A veces las charlas terminaban hasta después de la media noche, pero nunca significaron para mí fatiga alguna, a pesar de que don Salvador llegaba siempre temprano a la oficina.
Recuerdo cuando dimos la batalla para acercar el Festival Internacional Cervantino a las demandas y necesidades de la comunidad guanajuatense. Había una sensación generalizada de que el FIC se regía por prioridades centralistas que con frecuencia ofendían y abusaban de las instancias locales. Me tocó redactar un documento que recogió las convicciones compartidas por las diferentes instituciones locales, como la Universidad de Guanajuato, el Ayuntamiento, los prestadores de servicio, el Instituto Estatal de Cultura y las diferentes instancias del Gobierno del Estado con las que el FIC tenía necesidad de relacionarse para garantizar un desarrollo adecuado del evento. Don Salvador le entregó el documento a doña Mercedes Iturbe, directora general del FIC, quien reaccionó con una indignación fuera de proporción y renunció escandalosamente al puesto. La comunidad intelectual nacional quiso culpabilizar al “obtuso gobierno panista de Guanajuato” de la inminente decadencia, si no es que desaparición, del encuentro cultural más importante de América Latina. Salvador Rocha se movilizó, y convenció a muchos de esos artistas y personajes de la cultura que nada había más alejado de la realidad. Tuvo mucho éxito, e incluso logró que un joven abogado de sus cercanías, también músico y experto en ópera, Sergio Vela, fuese nombrado director general del FIC.
El nuevo director del FIC procuró acercarse a los sentires locales, y por sugerencia de Rocha mudó su residencia a Guanajuato. El Gobierno del Estado, también por intermediación del Secretario de Gobierno, adquirió de la familia Lambert la casa de la plaza de San Francisquito, donde todavía hoy se ubican las oficinas locales del FIC. Con la renuncia de Rocha Díaz se vino abajo la intención de mudar completamente la dirección del FIC a la ciudad de Guanajuato. Vela pronto se regresó al DF, y el FIC continuó tan centralizado como siempre. Sólo la directora de planeación del FIC, Adriana Camarena, cuñada de don Salvador, se mudó definitivamente a Guanajuato capital, donde ha hecho su vida y su familia, hoy viuda del entrañable don Guille Rocha.
También me tocó apoyar a don Salvador en el rescate del Coloquio Cervantino Internacional, en su sexta edición. El gobernador Medina no tenía interés alguno en apoyar un evento que no alcanzaba a comprender. Además, las diferencias ideológicas del gobernador con don Eulalio Ferrer, viejo español republicano, y con Enrique Hagen, el director del Museo Iconográfico del Quijote, dificultaban el lograr un acuerdo. Don Salvador entró al quite y convenció al gobernador de financiar el evento. Yo me hice cargo de coordinar dicho apoyo, y con la participación de la Universidad de Guanajuato se salvó el coloquio, e incluso el propio museo, pues don Eulalio llegó a amenazar con llevarse su colección quijotesca de Guanajuato.

Continuaremos…

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