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viernes, 22 de noviembre de 2013

Olvidos intencionados

Olvidos intencionados

Por: © Luis Miguel Rionda ©

Publicado en:
ZonaFranca.mx Milenio León
http://15diario.com/hemeroteca/15diario/hemeroteca/2013-11-15/rionda15.html
eslocotidiano.com

Algo sucede con las identidades ideológicas de nuestros gobernantes, que en estos tiempos parecen diluirse en un pragmatismo pasmoso y lamentable. Y es que en la política se inventaron los referentes de “izquierda” y “derecha”, incluso el debatible “centro” para tener una mínima claridad sobre las posturas axiológicas de los personajes públicos. Es importante definirse en lo teórico para darle pistas a los gobernados o representados sobre el tipo de oferta programática que pueden esperar de su clase política, organizada en partidos que tienen la obligación de asumir posiciones claras sobre los temas fundamentales que afectan al común. Precisamente esa es la función de los llamados documentos básicos de los institutos políticos: los principios de doctrina, que luego deben traducirse en un programa de acción.

Pero nos encontramos con el hecho de que esos documentos definitorios luego son destinados al descanso eterno del archivero, y los hombres y mujeres en el poder optan por las mudanzas ideológicas en función de la coyuntura, sobre todo electoral.

¿A qué me refiero con este rollo? A las actitudes mudables de los gobiernos emanados de los partidos políticos. Por ejemplo el gobierno federal, hoy bajo la égida del Partido Revolucionario Institucional (PRI): ¿cuál es su ideología? Acabamos de ver cómo minusvaloró la trascendencia de un aniversario más de la Revolución Mexicana. Esto a pesar de que en el arranque mismo de su declaración de principios afirma orgulloso que “Nuestro origen surge de los grandes valores sociales de la Revolución Mexicana”. ¿En serio? Al menos en apariencia da otra impresión: que el nuevo gobierno ha querido apartarse de esos valores, como el nacionalismo revolucionario (nuestras principales empresas siguen cayendo en manos extranjeras: bancos, minas… ¡hasta la cerveza!), la justicia social (recuerden la Reforma Laboral), la soberanía (ya se declaró muerta la doctrina Estrada y se tolera el espionaje extranjero), la economía mixta (¿alguien se acuerda de ella?), el mercado tutelado por el Estado (para ello se le dio un Buen Fin), el petróleo es nuestro (al menos sí del Sindicato y de los ordeñadores de ductos), y la tierra es de quien la trabaja (o la renta, o la compra, como las trasnacionales agroindustriales).

Desde la administración de Carlos Salinas hasta la actual, incluyendo obviamente a los dos sexenios panistas, el Estado mexicano se ha desprendido de su herencia revolucionaria. Lo ha hecho de manera callada, pues la simbología del movimiento social más importante de América Latina es todavía muy poderosa. Hasta los gobiernos del Partido Acción Nacional revindicaron la parte que les toca del alzamiento popular: su fase y contenido maderista. No fueron indiferentes, y en particular la administración calderonista impulsó los festejos del centenario de la Revolución, aunque trivializando sus símbolos (¿recuerdan el horrendo “Coloso”, hoy arrumbado?).

¿Por qué se minusvaloró este 103 aniversario? Oímos cómo el secretario de Gobernación declaraba sobre la aparente cancelación del desfile deportivo– que muchos consideran ya tradicional: “no se puede cancelar lo que no se ha programado”. No se programó, pero al cuarto para las doce organizaron un desfile castrense, que aparentó ser una salida apresurada al mundo de críticas que ya se avizoraba.

Hay hechos que dicen más que mil palabras. La Revolución, sus significados y la falta de cumplimiento de sus metas les provocan cada vez más incomodidad a los gobernantes. Quieren sustituir en el imaginario colectivo el peligroso mensaje revolucionario por la moderación del reformismo. No estaría mal si ese gradualismo nos condujera en el mediano plazo a los mismos objetivos que buscaría un rompimiento violento con el ancien régime, pero al parecer son reformas que van en otra dirección: precisamente en contra de los valores justicieros que clamó la Revolución.

Avanzamos lentamente hacia las terribles injusticias y desequilibrios que describieron analistas como John Kenneth Turner en 1908 y Andrés Molina Enríquez en 1909, en las vísperas del estallamiento del hartazgo popular. A 103 años, ¿no estamos parados sobre una olla de presión similar? La violencia social ya se evidenció en 1994 en Chiapas, y desde 2006 hasta la actualidad en Michoacán, la frontera y gran parte del país. Y es que la violencia es el último recurso de los desesperados, como fue para los sans-culottes en Francia de Luis XVI, o para los peones rurales y “pelados” urbanos del México porfirista.

No olvidemos. Para eso sirven los aniversarios: para recordar…



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