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viernes, 21 de octubre de 2005

Garganta profunda

La renuncia de Arturo Montiel a la precandidatura presidencial priísta abre una nueva etapa dentro del desarrollo político nacional. Sin calificar esta decisión, puedo afirmar que los móviles de la misma y el entorno en que se dio son históricos, pues se trata de la primera ocasión en que un personaje de fuste nacional es obligado a desistir de su intención de conquistar la máxima posición política del país, a partir de un simple señalamiento de prensa, en este caso la información que hizo pública Víctor Trujillo en su espacio televisivo en el canal 4 de Televisa, medio que ni siquiera tiene alcance nacional.
Las enormes consecuencias que tuvo el hacer pública la fortuna y los cuantiosos bienes del exprecandidato –mismos que hasta la fecha no han sido explicados en su origen— nos evidencian el hecho de que la sociedad mexicana ha dado un paso fundamental en su búsqueda de consolidarse como una comunidad moderna y democrática. Con las proporciones guardadas, se me antoja comparar este suceso con las consecuencias que tuvo la filtración que permitió a los periodistas norteamericanos Bob Woodward y Carl Berstein publicar una serie de artículos en The Washington Post en 1972, que condujeron a la dimisión del presidente Nixon y el encarcelamiento de dos de sus principales colaboradores. La información y la opinión pública se evidenciaron como dos resortes vigorosos del ejercicio de la vigilancia cívica como contrabalanza ante el gobierno. Esa es la democracia auténtica: la que se funda en mecanismos extra gubernamentales de supervisión sobre los poderosos, impidiéndoles conducirse con impunidad y abuso.
El caso Montiel no es el primero que puso a la luz esta nueva forma de salvaguarda contra la corrupción en los aspirantes a puestos públicos, pero sí es el más espectacular. Recordemos que hace poco otro precandidato, Santiago Creel, fue también profundamente afectado por la revelación periodística de las concesiones otorgadas a intereses creados –curiosamente entre ellos Televisa— para la apertura de casinos y negocios de apuestas; con el tiempo eso le costaría el arribo a la candidatura presidencial panista que, como las encuestas señalan, probablemente perderá este domingo.
Pero esto no es exclusivo de azules y tricolores. El sedicente candidato de la honestidad republicana, López Obrador, también ha sido un damnificado de la prensa vigilante. El mismo Víctor Trujillo causó la debacle de René Bejarano, su brazo derecho, cuya carrera política se desbarrancó como resultado. Y qué decir de su extesorero Gustavo Ponce, ventaneado haciendo apuestas en Las Vegas, o su chofer Nico, expuesto como chafirete sobre-pagado, así como delegados, jefes de policía, asesores y otros servidores que han sido blanco de los francotiradores de la prensa y la industria de la información.
Y ya para cerrar el círculo podemos mencionar un par de ejemplos más. Uno fue la víctima, casi fatal, del big brother mediático: Jorge Emilio González, el llamado “niño verde”, quien también interpretó su propio reality show protagonizando un intento de soborno a costa de nuestra ecología. Otro más es el libro de la periodista Wornat y sus efectos devastadores sobre la casa presidencial y los hijos de doña Martha. De nuevo la prensa haciendo estragos.
En fin, que hoy nadie se libra de ser ventaneado o bien de que le saquen sus esqueletos del clóset. Y ello sin duda es positivo cuando esta vigilancia nos libra de políticos corruptos y depredadores de las arcas públicas. La faceta mala se presenta cuando estas estrategias tienen como finalidad descontar al oponente, descalificarlo o sencillamente calumniarlo. Por eso es muy importante que el gremio informativo establezca –o bien respete— un código de ética profesional, lo que daría lustre a un oficio que sin duda será de enorme trascendencia en el futuro de nuestra democracia.
Y regresando a la renuncia de Montiel, yo consideraría prudente que su partido mantenga abierta la competencia para la selección de su candidato, involucrando a nuevos actores que le den juego al proceso. Nada sería peor que esa selección se convierta en un round de sombra con prácticamente un precandidato único –pues Everardo Moreno es un actor casi testimonial. Eso ignoraría la presencia y fuerza innegables de la corriente Unidad Democrática, que contaba con buenos prospectos. A ver qué sorpresas nos depara el tricolor.

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