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viernes, 28 de abril de 2006

La reforma que viene, II

Algunos comentarios que despertó mi colaboración anterior me llevan a continuar abordando la reforma institucional de la Universidad de Guanajuato. En conversaciones personales y sesiones grupales en que he participado esta semana he tratado de defender la idea de que una reforma mocha es mejor que ninguna reforma. Es cierto que el proyecto que se debate padece todavía de ausencias y desequilibrios, pero al menos coloca a nuestra universidad pública en el sendero que han recorrido ya las mejores universidades del país, y por supuesto las mejores del mundo. Hay quienes defienden con energía las bondades del modelo tradicional napoleónico con el argumento de que hasta la fecha ha funcionado aceptablemente bien, y también critican la campificación que incluye la propuesta. Olvidan que el modelo tradicional está en franco retroceso incluso en Francia y España, de donde lo heredamos. La Universidad de París -la famosa Sorbona- se campificó en 13 unidades a principios de los setenta. A mí me tocó estudiar sociología en La Universidad de París VIII en Vincennes, y francés en París III, la Sorbona nueva en Censier. En cuanto a ejemplos españoles, la Universidad Complutense está departamentalizada y tiene campii en Madrid, Moncloa y Somosaguas. La Autónoma de Madrid en cambio continúa regida por el esquema de escuelas y facultades y sólo cuenta con un campus.
Los ejemplos más claros de la bondad del sistema descentralizado en campus, los encontramos en los Estados Unidos, donde se gestó. El sistema de la Universidad de California cuenta con diez campii, todos ellos independientes entre sí, que atienden las necesidades educativas de 208 mil estudiantes, originarios de regiones y ciudades con vocaciones productivas diferentes. Tiene unidades en Los Angeles, San Diego, Berkeley, Davis, Irvine, Santa Barbara, Riverside, Santa Cruz, San Francisco y el muy reciente de Merced. La Universidad de Texas tiene nueve campii en Austin, Dallas, Brownsville, San Antonio, El Paso, Tyler, Permian Basin (Odessa), Pan American (Edinburg) y Arlington. Lo mismo sucede con las universidades de Arizona, Florida, Nuevo Mexico, Nevada y un largo etcétera.
En México las mejores universidades, excepto la UNAM, están departamentalizadas. La Universidad Autónoma Metropolitana nació con esta organización en 1974, con tres unidades: Iztapalapa –donde estudié antropología-, Xochimilco y Azcapotzalco. Así se cubría el oriente, el sur y el norte del Distrito Federal. Este año se está abriendo el cuarto campus en Cuajimalpa, que atenderá el occidente de la ciudad de México. La Iberoamericana también comparte esta organización y lidera un sistema de universidades jesuitas en seis ciudades importantes del país. El caso extremo es el Tecnológico de Monterrey, que tiene cubierto el país con un enorme sistema campificado de 29 unidades. También podemos mencionar a la Universidad de Guadalajara, que se departamentalizó a mediados de los noventa, y tiene 14 centros universitarios tanto regionales como temáticos. La propia UNAM posee unidades descentralizadas en Cuernavaca, Querétaro, Ensenada y no sé en cuantas otras ciudades más del país.
¿Por qué no soñar en que nuestra entidad posea, andando el tiempo, un sistema universitario público descentralizado, que atienda con la calidad característica de la Universidad de Guanajuato las necesidades de una amplia población demandante? ¿Por qué mantener la actual centralización de esta universidad en la ciudad de Guanajuato? Los campii regionales podrían compartir algunos de los programas más demandados, como el de Derecho, las ingenierías, las disciplinas económico administrativas, las de la salud y las humanidades. Hoy día, por ejemplo, la Facultad de Derecho sólo recibe a medio centenar de estudiantes por semestre en la ciudad capital, cuando la demanda es significativamente mayor. El resultado ha sido la eclosión de docenas de programas privados, la mayoría de muy dudosa calidad -las escuelas “patito”-. Con su descentralización la UG podría competir de mejor manera con la oferta privada, y garantizaría así el acceso a una educación superior de calidad a los sectores sociales que carecen de medios para acceder a las instituciones privadas de buen nivel.
Los candidatos a la gubernatura del estado ya están recibiendo solicitudes de sectores sociales en el sentido de abrir nuevas universidades públicas regionales. Yo creo que esto refleja la fuerte demanda existente en este rubro. ¿Por qué no concatenar ambos procesos y facilitarle a la UG su descentralización y su expansión? Por supuesto, siempre con un ojo atento al cuidado de la calidad. Pero seguiremos meditando sobre el tema la próxima semana…

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