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viernes, 5 de noviembre de 2021

Nostalgias del ayer

Nostagias del ayer

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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ZonaFranca.mx Milenio León 15diario.com eslocotidiano.com MexicoSocial.org

El viernes 29 de octubre pasado, en su conferencia mañanera desde Campeche, el presidente de la república López Obrador emitió unas declaraciones muy inquietantes. Han sido la expresión más evidente de sus vínculos ideológicos con visiones políticas y sociales anacrónicas, previas a la eclosión del ecologismo, el feminismo moderno, los derechos humanos de tercera generación, el respeto a los animales como seres sintientes, la socialdemocracia y otros paradigmas producto de las crisis sistémicas posteriores al quiebre del 68. Cito algunos párrafos llamativos:

¿Qué hizo el neoliberalismo o qué hicieron los que diseñaron para su beneficio la política neoliberal, qué hicieron? Una de las cosas que promovieron en el mundo para poder saquear a sus anchas fue crear o impulsar los llamados nuevos derechos. Entonces, se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales. Muy nobles todas estas causas, muy nobles, pero el propósito era crear o impulsar, desarrollar todas estas nuevas causas para que no reparáramos, para que no volteáramos a ver que estaban saqueando al mundo y que el tema de la desigualdad en lo económico y en lo social quedara afuera del centro del debate. Por eso no hablaba de corrupción, se dejó de hablar de explotación, de opresión, de clasismo, de racismo.

Entonces, agencias internacionales que apoyaban el modelo neoliberal, que es un modelo de pillaje donde corporaciones se apropian de bienes nacionales, de bienes del pueblo, estas mismas corporaciones financiaban, y lo siguen haciendo, a grupos ambientalistas, defensores de la libertad. […] Referencia aquí

Me pareció alarmante que el líder de una de las sociedades y economías más grandes del mundo, país que forma parte del decil más alto entre los 195 que integran la ONU, emita juicios tan temerarios sobre las mejores causas del progresismo internacional. Esos reproches los esperaría de algún radical de la derecha más desvelada, aldeana e ignorante, pero no de un adalid de la izquierda nacional.

Yo crecí en una familia de izquierda liberal, simpatizante de la revolución cubana y del régimen de Salvador Allende. Me formé en instituciones públicas donde se fomentaba el conocimiento de las corrientes ideológicas críticas de los autoritarismos y los imperialismos. Experimenté la emergencia de los nuevos paradigmas del progresismo mundial en los años setenta, tanto en Europa como en México, y me involucré tempranamente en movimientos ecologistas y solidaristas. Me ha entusiasmado el proceso reciente de expansión de los derechos humanos y el compromiso con los conjuntos sociales vulnerados. 

Por eso no puedo comulgar con una visión social paternalista, políticamente clientelar, e intolerante ante el pensamiento divergente.

El solidarismo caritativo, propio de una mentalidad cortoplacista e insustancial, pudo ser aceptable durante el periodo premoderno; tipo “Ley de pobres” inglesa del siglo XVII, paradigma del subsidio a la penuria. Repartir dinero sin crear las oportunidades para generar condiciones de independencia de los sujetos de atención es irresponsable; más en un mundo complejo que demanda actitudes proactivas ante los ingentes problemas del siglo XXI: deterioro ambiental y climático, desarrollismo sin integración, discriminación multidimensional, violencia real y simbólica, exclusión estructural, etcétera. Urgencias que demandan líderes con visión global e ilustrada, con sensibilidad social sin sensiblerías, y una actitud que facilite la unidad y la integración de los diferentes y disidentes.

No necesitamos discursos de discordia que segmenten aún más a nuestro atormentado país.


viernes, 29 de octubre de 2021

La ignorancia arremete

La ignorancia arremete

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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ZonaFranca.mx Milenio León
15diario.com
eslocotidiano.com

La actividad filosófica, intelectual y científica ha sido históricamente una vocación de élite. El cultivo del pensamiento abstracto es propio de eruditos. Al ser una actividad necesariamente minoritaria, despierta sentimientos encontrados en el resto de la población, pues con frecuencia se cuestiona si los productos del pensamiento académico tienen aplicación en la solución de los problemas cotidianos de la sociedad mayor. Es una incomprensión casi natural que parte de la ignorancia acerca de las funciones sociales que atienden esas minorías doctas, a las que se vincula con la ociosidad, la improductividad y los privilegios.

Así ha sucedido desde tiempos clásicos, cuando los ricos y poderosos financiaban el ocio creativo de filósofos, artistas y demás sabios, que ornamentaban sus cortes, pero raramente contribuían a la ampliación de su riqueza o poder. Así lo vivió Platón con el rey de Siracusa, Dionisio, a quien quiso convertir en su ideal del rey filósofo, sabio y prudente. El rey utilizó a Platón para ampliar su prestigio y luego lo vendió en el mercado de esclavos, donde fue rescatado-comprado por un antiguo colega ilustrado.


En México y en buena parte del mundo, los poderosos suelen desconocer el valor del pensamiento complejo. La política real atiende a sentimientos e impulsos inconscientes, no a políticas públicas diseñadas con base en el conocimiento científico. Los conceptos ideales de gobierno se vuelcan en planes y programas formales, que desbordan técnica y datos precisos, pero pocas veces son aplicados, ajustados y evaluados. El poderoso mexicano confía más en sus instintos que en estas abstracciones de tecnólogos, a los que además se vincula con paradigmas desprestigiados como el “neoliberalismo” —whatever that means.

Hoy día, se cree que la buena política es la que se refleja en programas de transferencia líquida de recursos a los sectores sociales vulnerables —el pueblo— sin padrones, sin criterios técnicos, sin reglas de operación ni mucho menos la evaluación de su efectividad. Lo que importa es consolidar la fidelidad de una clientela electoral, que garantice la permanencia en el poder, como recomendaría Maquiavelo, otro intelectual.

Ante esta concepción clientelar de la política no sorprenden los embates contra los centros de creación, preservación y difusión de la sabiduría colectiva: las universidades y los centros de investigación. No se acepta la naturaleza minoritaria del saber de largo aliento, y se pretende “democratizar” su acceso; así, por ejemplo, se presiona a esas casas de estudio para que acepten a cualquier demandante de educación superior. Un objetivo hermosamente utópico, como el socialismo de Charles Fourier, pero irreal y demagógico.


La ciencia debe adjetivarse, o no será, afirma el poderoso. Hay que construir la ciencia para el pueblo, dicen sus acólitos. El conocimiento superior debe ser tomado por asalto, para que deje de ser un baluarte de los fifís privilegiados de la academia “hamburguesa”. Hermoso ideal, muy platónico, pero carente de asideros en la realidad objetiva: la ciencia es para todos, pero no todos son para la ciencia.

Nuestro país seguirá condenado a la intrascendencia en el campo de la generación de conocimiento científico y tecnológico de frontera. Se reducen los recursos, se condicionan los pocos fondos restantes, se extermina el Foro Científico y Tecnológico, y se extingue la revista Ciencia y Desarrollo, que tantos de nosotros, los que nos formamos con becas del estado neoliberal, leíamos con fruición desde 1984.

Oscuras amenazas se ciernen sobre la sabiduría. La situación de hoy me recuerda al rector Miguel de Unamuno, quien se enfrentó con las armas del pensamiento al poder violento del radicalismo palurdo, desde la tribuna venerable de la Universidad de Salamanca.




viernes, 22 de octubre de 2021

Policías de nuevo...

Policías de nuevo...

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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La penetración del crimen organizado en las corporaciones de seguridad en Guanajuato sigue imparable. Las recurrentes limpias en las policías municipales que se han implementado desde 2012, no han logrado el objetivo de blindar los conjuntos garantes de seguridad pública contra la seducción del poder económico de los cárteles del crimen. Los controles de confianza en el reclutamiento de los elementos policiacos no han tenido reflejo en la mejora de los estándares éticos del desempeño de la función. Las realidades se imponen, y la tentación corruptora devasta la mística de servicio: agentes con sueldos mensuales de entre diez y catorce mil pesos brutos —siete y diez mil netos— sucumben cuando se les ofrecen “gratificaciones” que les duplican el ingreso. Las prestaciones tampoco ayudan a mejorar su situación inmediata, y los seguros de riesgos profesionales son de risa: entre cien a doscientos mil pesos por pérdida de vida, incluyendo gastos funerarios.

Aunque las autoridades del ramo se nieguen a reconocerlo, no se ha podido consolidar una carrera policial profesionalizada que atraiga a jóvenes egresados de secundaria, o mejor aún, bachilleres que puedan desplegar un plan de vida satisfactorio, con la seguridad de construir un futuro tranquilo para su familia. Que yo sepa, no se cuenta con programas de acceso a habitación de interés social, seguro de gastos médicos —fuera del ISSSTE—, fondos de ahorro, servicio civil de carrera, organización sindical, y otros estímulos y defensas de los derechos gremiales. El resultado es una fuerte inestabilidad laboral y una clara ausencia de espíritu de grupo. Ya hemos visto intentos de manifestación de inconformidades por parte de elementos policiales, que son ignorados o reprimidos por una estructura que no es jerárquica y de cadena de mando, sino autoritaria e intolerante.


Los recientes sucesos en Juventino Rosas, los Apaseos y en León confirman lo anterior. Son las mismas historias que hemos escuchado en la década transcurrida: infiltración soterrada de los corporativos de seguridad, policías delincuentes, cooptación de autoridades, operativos escénicos e inoperantes, etcétera. La solución siempre es el machetazo simple: toma de instalaciones, despidos generalizados, desarme —siempre hay pérdida y tráfico de armamento—, algún arresto, y el desplazamiento temporal por parte de la policía estatal, la guardia nacional y/o el ejército.


Como el mando único nunca funcionó, habrá qué ver la solución que se implemente ahora. Las investigaciones nunca llegan muy lejos, y se opta por remendar el modelo previo. Pero las condiciones estructurales se mantienen intocadas: los grupos del crimen organizado siguen actuando, y sus capitales fluyendo en las sociedades locales; se une la ausencia de un modelo sólido de formación policial, la carencia de estímulos a la carrera en seguridad pública, la persistencia de la práctica de la tortura como instrumento de investigación, el cambio constante de líderes —oficiales y jefes—, la austeridad crónica en el avituallamiento, y la lentitud en la modernización de recursos y estrategias a todos los niveles.

El panorama no pinta bien en el corto y mediano plazos. Los manotazos sobre la mesa sólo evidencian el arrebato en la toma de decisiones, y la carencia de prospectiva. Se reacciona ante lo apremiante y no ante lo importante. Me parece obvia la falta de diagnósticos finos a nivel de suelo, pues sólo hasta el cambio en las administraciones municipales se descubre la basura debajo del tapete local. Así no se puede construir una estrategia efectiva que nos restituya la tranquilidad perdida, en una entidad victimada por tirios y troyanos, tanto por los malandros como por los agentes de la ley.


viernes, 15 de octubre de 2021

Migrantes sin esperanza, 2

Migrantes sin esperanza, 2

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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15Diario.com
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El gobierno mexicano ha asumido desde hace décadas —desde el final del acuerdo Bracero binacional en 1964— la cómoda postura de que en materia migratoria la mejor política es no tener política. Y la presente administración continúa con esa actitud, muy acorde con la revivida Doctrina Estrada de los años treinta. Así, México ha podido aplicar en lo doméstico un manejo muy restrictivo de la inmigración extranjera, incluso con rasgos xenofóbicos, al mismo tiempo que expresa un discurso solidarista con los emigrantes mexicanos, sin asumir compromiso alguno en la defensa de sus derechos en el exterior.

Cuando se fundó el Instituto Nacional de Migración (INM) el 19 de octubre de 1993, muchos de los especialistas en estudios migratorios, entre los que me cuento desde 1982, especulamos que ese nuevo órgano técnico desconcentrado de la Secretaría de Gobernación implicaba, desde su nombre, un cambio en la política migratoria mexicana. Creímos que se abandonaría la típica indiferencia y actitud policial de la antigua y temida Dirección General de Servicios Migratorios, en favor de una actitud solidaria hacia los que se han desplazado transfronteras por necesidad, y no por placer. Estábamos muy equivocados.

Pronto fue evidente que el nuevo instituto era una agencia policial más del estado mexicano, y que con excepción de sus “grupos Beta” —siempre castigados presupuestalmente— se mantendría como una Border Patrol a la mexicana, con agentes sin mayor capacitación en el respeto a los derechos humanos, que cumplimentan órdenes con el tacto de un gendarme pueblerino. Las golpizas que se han hecho públicas lo evidencian.

El cambio en la administración federal en diciembre de 2018, cuando el gobierno de la 4T designó al académico y especialista en gobiernos locales Tonatiuh Guillén —expresidente de El Colegio de la Frontera Norte— al frente del INM, nos hizo albergar nuevas esperanzas de cambio. El nuevo director arribó gracias al apoyo del subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, un político sensible y conocedor. Una de las “palomas” en el gabinete, en tensión con los “gavilanes” de la seguridad nacional. Era claro que la nueva orientación apuntaría a la defensa solidaria de los derechos humanos de todas las comunidades migrantes, propias y exógenas.

El sueño duró siete meses. El nuevo fenómeno de las caravanas de centroamericanos que ingresaron al territorio mexicano con el ansia de llegar a la frontera de los Estados Unidos, y participar en el sueño americano, provocó una fuerte reacción de la administración Trump, que amenazó a México con la imposición de aranceles a sus exportaciones. El gobierno mexicano, en una evidente muestra de sometimiento, desplazó al académico de la dirección del INM y lo reemplazó con un penalista, Francisco Garduño, quien volcó a sus gendarmes, con el apoyo de la naciente y militarizada Guardia Nacional, a la contención de esos flujos de indocumentados.

Docenas de veces el presidente Trump presumió que, gracias a su amenaza, el gobierno mexicano había desplazado 27 mil “soldados” a la frontera sur, cumpliendo la función del muro físico que nunca pudo culminar. Se inauguró así una nueva era de discriminación, represión y abuso —incluso físico— contra familias e individuos —como los niños sin acompañamiento— que por hambre y miedo abandonan sus lares en sus países convulsos o empobrecidos, como Haití, Centroamérica, Venezuela o Cuba.

Muchos de esos desesperados han cruzado todo el continente desde Chile o Brasil, gastando miles de dólares que sus parientes en los EUA les proporcionan. La aventura es en extremo peligrosa. Muchos deben cruzar a pie el legendario y temible estrecho del Darién, que separa Centro y Sudamérica (Referencia), en una travesía que espantaría a Ulises.

Una desgracia humana de dimensiones colosales, a la que nuestro gobierno responde con pasmo y represión. Pero eso sí: que vivan los héroes migrantes que envían 44 mil millones de dólares anuales en remesas a las comunidades empobrecidas de México.

Esquizofrenia pura.