Nostagias del ayer
Por: © Luis Miguel Rionda ©
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El viernes 29 de octubre pasado, en su conferencia mañanera desde Campeche, el presidente de la república López Obrador emitió unas declaraciones muy inquietantes. Han sido la expresión más evidente de sus vínculos ideológicos con visiones políticas y sociales anacrónicas, previas a la eclosión del ecologismo, el feminismo moderno, los derechos humanos de tercera generación, el respeto a los animales como seres sintientes, la socialdemocracia y otros paradigmas producto de las crisis sistémicas posteriores al quiebre del 68. Cito algunos párrafos llamativos:
¿Qué hizo el neoliberalismo o qué hicieron los que diseñaron para su beneficio la política neoliberal, qué hicieron? Una de las cosas que promovieron en el mundo para poder saquear a sus anchas fue crear o impulsar los llamados nuevos derechos. Entonces, se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales. Muy nobles todas estas causas, muy nobles, pero el propósito era crear o impulsar, desarrollar todas estas nuevas causas para que no reparáramos, para que no volteáramos a ver que estaban saqueando al mundo y que el tema de la desigualdad en lo económico y en lo social quedara afuera del centro del debate. Por eso no hablaba de corrupción, se dejó de hablar de explotación, de opresión, de clasismo, de racismo.
Entonces, agencias internacionales que apoyaban el modelo neoliberal, que es un modelo de pillaje donde corporaciones se apropian de bienes nacionales, de bienes del pueblo, estas mismas corporaciones financiaban, y lo siguen haciendo, a grupos ambientalistas, defensores de la libertad. […] Referencia aquí.
Me pareció alarmante que el líder de una de las sociedades y economías más grandes del mundo, país que forma parte del decil más alto entre los 195 que integran la ONU, emita juicios tan temerarios sobre las mejores causas del progresismo internacional. Esos reproches los esperaría de algún radical de la derecha más desvelada, aldeana e ignorante, pero no de un adalid de la izquierda nacional.
Yo crecí en una familia de izquierda liberal, simpatizante de la revolución cubana y del régimen de Salvador Allende. Me formé en instituciones públicas donde se fomentaba el conocimiento de las corrientes ideológicas críticas de los autoritarismos y los imperialismos. Experimenté la emergencia de los nuevos paradigmas del progresismo mundial en los años setenta, tanto en Europa como en México, y me involucré tempranamente en movimientos ecologistas y solidaristas. Me ha entusiasmado el proceso reciente de expansión de los derechos humanos y el compromiso con los conjuntos sociales vulnerados.
Por eso no puedo comulgar con una visión social paternalista, políticamente clientelar, e intolerante ante el pensamiento divergente.
El solidarismo caritativo, propio de una mentalidad cortoplacista e insustancial, pudo ser aceptable durante el periodo premoderno; tipo “Ley de pobres” inglesa del siglo XVII, paradigma del subsidio a la penuria. Repartir dinero sin crear las oportunidades para generar condiciones de independencia de los sujetos de atención es irresponsable; más en un mundo complejo que demanda actitudes proactivas ante los ingentes problemas del siglo XXI: deterioro ambiental y climático, desarrollismo sin integración, discriminación multidimensional, violencia real y simbólica, exclusión estructural, etcétera. Urgencias que demandan líderes con visión global e ilustrada, con sensibilidad social sin sensiblerías, y una actitud que facilite la unidad y la integración de los diferentes y disidentes.
No necesitamos discursos de discordia que segmenten aún más a nuestro atormentado país.