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viernes, 21 de mayo de 2021

Campañas extremas

Campañas extremas

Por: © Luis Miguel Rionda ©

Publicado en:
ZonaFranca.mx Milenio León
http://15diario.com/
eslocotidiano.com

Estamos a 16 días de la jornada electoral más importante de la historia de la joven democracia competitiva mexicana. Una elección crucial en muchos sentidos. Por su tamaño: con 20 mil 415 cargos en disputa, una lista nominal de 93 millones 528 mil 473 ciudadanos (¡51.8% mujeres!), un millón 464 mil 840 ciudadanos requeridos para integrar las 163 mil 926 casillas, má de 48 mil supervisores y capacitadores electorales, 6 mil 108 observadores electorales, y diez partidos políticos nacionales.

También por su diversidad: la paridad de género es obligatoria en la dimensión vertical y en la horizontal; hay 30 distritos considerados indígenas por el INE, y hay acciones afirmativas en las entidades con presencia de población originaria; también hay acciones afirmativas para garantizar la representación de los migrantes en las listas de candidatos a diputados por representación proporcional; luego, hay acciones afirmativas para integrar representantes de las comunidades LGBT+; además hay estatutos partidistas que obligan a la participación de jóvenes, etcétera.

De igual manera son trascendentes por su alcance político: la coalición partidista hoy dominante en los poderes federales quiere garantizar su permanencia como fuerza hegemónica en los ejecutivos y los legislativos, en particular en la cámara de diputados federal. Sin la mayoría absoluta –y sobrerrepresentada– de hoy, difícilmente la 4T culminará su obra de deconstrucción del modelo “neoliberal” que tanto detesta. Los comicios del 6 de junio se asumen como una especie de plebiscito sobre el cambio radical de modelo económico y político, para abandonar el que ha imperado en los últimos siete lustros, y así desandar las privatizaciones, la apertura comercial, la globalización y la poliarquía burguesas.

El discurso de campaña se ha convertido en un arma de descalificación apriorística del rival, sin dar opción más que la propia. La radicalización nos ha conducido a un escenario de extremos que electriza e inflama fundamentalismos excluyentes. La antipolítica del primitivismo simplón.

Como me temía, la violencia se ha apersonado. Antier leí en Reporte Índigo que ya suman 32 los candidatos asesinados en lo que va del proceso electoral, incluyendo al de Cajeme. Y recién un candidato del distrito 11 de Moroleón-Uriangato, en Guanajuato, fue balaceado en su vehículo a pleno día. No sorprende: la violencia verbal es un aliciente para la violencia criminal.

Es urgente que los actores políticos —candidatos, titulares de los ejecutivos, líderes partidistas— abandonen los discursos impulsivos y amenazantes, y se concentren en sus ofertas concretas en el ámbito estricto de las responsabilidades a asumir. Los bailes de Tik Tok, las canciones de karaoke, las coreografías ridículas, sólo devalúan la función pública y deseducan a la ciudadanía, haciéndole creer que la política electoral es un circo de tres pistas, dentro del que hay que optar por el payaso más patético.

Seriedad y mesura, señoras y señores políticos.


viernes, 14 de mayo de 2021

La historia instrumental

La historia instrumental

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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En momentos de crisis no es raro que los gobiernos acudan al refugio de los sentimientos nacionalistas como estrategia para evadir la discusión de los problemas fundamentales. Así lo vivimos en México con la conmemoración del sesquicentenario de la independencia en 1960, cuando el país hervía por las movilizaciones magisteriales, de trabajadores de la salud y de estudiantes en Guerrero. Sucedió con más claridad en 1985, luego del terremoto del 19 de septiembre, cuando el gobierno reaccionó con el programa de festejos del 175 aniversario. Y lo vimos en el bicentenario de 2010, cuando la crisis económica y la violencia criminal eran imparables.

Para este año 2021, tan complejo, el gobierno de México ha integrado un programa de festejos que gira en torno al bicentenario de la consumación de la independencia nacional. En el calendario oficial figuran doce eventos ceremoniales a lo largo de este año: 1) el 14 de febrero un homenaje a Vicente Guerrero en Cuilápam, Oaxaca; 2) el 24 de febrero conmemoración de los 200 años del Plan de Iguala, en Guerrero; 3) el 25 de marzo el “Día de la resistencia de los pueblos originarios” en Champotón, Campeche; 4) el 3 de mayo la ceremonia de la “Cruz Parlante” y el fin de la “guerra de castas”, en Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo; el 12 de mayo los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán, en la Ciudad de México; 6) el 13 de agosto los “500 años de la memoria histórica de México-Tenochtitlán”, en la CdMx; 7) el 24 de agosto los 200 años de la firma de los tratados de Córdoba, en Veracruz; 8) el 15 de septiembre el grito de la independencia, en CdMx (!); 9) el 16 de septiembre con el desfile cívico-militar por la independencia de México, en CdMx; 10) el 27 de septiembre los 200 años de la consumación de la independencia de México, en CdMx; 11) sin fecha, la promulgación del Acta de Independencia, con otra “ceremonia del perdón a las minorías culturales” en alguno de los pueblos yaquis de Sonora; 12) 30 de septiembre el natalicio de José María Morelos y Pavón, en Morelia.

El programa evidencia un claro sentido de reivindicación de una causa imaginaria: la pretendida “conquista” europea de los pueblos originarios y la rebelión de éstos contra su vasallaje. Una interpretación simplista de una realidad histórica que fue, con mucho, de mayor complejidad. Es lamentable el uso de la “historia de bronce”, hagiográfica y maniquea, para justificar un plan político vigente y una ideología unilateral “progresista”. La bandera indigenista ha resultado de gran utilidad para el criollismo –racial y cultural– posmoderno, como el que campea entre los hipsters de la 4T.

Incluso se ha forzado la coincidencia de la “fundación” de la ciudad de Meshíhco-Tenochtítlan, de hace casi 700 años, con los festejos. Esto ha provocado reacciones contrarias en la comunidad de arqueólogos e historiadores, sin que se inmuten los “expertos” de la pareja presidencial. La grandilocuencia y la conveniencia históricas son parte del discurso político “progre”.

En las investigaciones sobre el proceso de independencia mexicana hay consenso sobre que en su arranque, bajo el liderazgo de Hidalgo, hubo mucho más involucramiento popular que en su consumación criollo-iturbidista en 1821. Es popular la broma de que “la conquista la hicieron los indios y la independencia los españoles”. No es una idea absurda: la derrota de los aztecas fue producto de la alianza entre los pueblos dominados y los europeos. Tres siglos después, la consumación efectiva de la independencia fue producto de un acuerdo entre las élites criollo-mestizas conservadoras, que rechazaron al gobierno liberal español y su demoniaca constitución de Cádiz, vigente en el trienio liberal de 1820-1823.

De nuevo la historia como instrumento legitimador de un orden político determinado.


viernes, 7 de mayo de 2021

Desastres y corrupción

Desastres y corrupción

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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ZonaFranca.mx Milenio León
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Los desastres tienen dos orígenes: los provocados por factores naturales y los que son resultado de factores sociales. Los fenómenos naturales son por definición inevitables, imprevisibles y ajenos a la voluntad humana. En cambio, los advenimientos sociales son causales, provocados y, hasta cierto punto, prevenibles.

La moderna tecnología de la protección civil no se basa en auspicios o adivinaciones, sino en la prospección de escenarios potenciales con base en evaluaciones técnicas previas y regulares. En esta área es esencial atenerse al principio de Murphy, que dicta: “si algo puede pasar… pasará”. La cuestión no es si determinado desastre puede pasar, sino cuándo, y a partir de esta convicción definir de qué manera el colectivo social puede estar preparado para la contingencia.

En México hemos aprendido a la mala a ser previsores de las desgracias. Nuestro aprendizaje comenzó hace apenas 36 años, cuando nos azotó el sismo del 19 de septiembre de 1985. Centenas de estructuras mal construidas se vinieron abajo, y el precio en vidas humanas fue terrible. Desde entonces aprendimos el valor de la preparación ante los caprichos de la naturaleza, y en general existen recursos operativos, como el Plan DNIII y otros, que permiten enfrentar adecuadamente los desastres naturales.

En contraste hemos descuidado la vigilancia sobre los imponderables humanos, como la obra pública, que se sigue ejecutando con una pobre evaluación de proyectos, una deficiente supervisión de obra y una casi inexistente prevención y mantenimiento de los productos de infraestructura. Ejemplos abundan en nuestro país: puentes que se caen, carreteras que se hunden, construcciones que colapsan, escuelas que se cuartean, hospitales que se inundan… e instalaciones del Metro que se queman, se descarrilan o se caen…

Los desastres por obra pública mal ejecutada o mantenida son los más agraviantes. Con controles de calidad adecuados nunca deberían ocurrir. Pero la terrible realidad de nuestro país nos muestra que la obra pública sigue siendo el principal terreno donde campea la corrupción, el cohecho y las complicidades: una fuente de riquezas mal habidas para políticos inmorales. Se suma el hecho de que la supervisión sigue siendo blandengue o inexistente. El mantenimiento es la primera partida de gasto que es recortada o eliminada.

El afán de entregar obras antes de que culminen los periodos de ejercicio de los políticos le ha hecho mucho daño al país desde hace varias décadas. Las inauguraciones prematuras conducen a la improvisación y al “ahí se va”. Que el siguiente confronte las consecuencias. Esto desnuda la terrible falta de visión y de compromiso con la comunidad por parte de nuestra clase política, del partido que sea. Y las víctimas suelen ser ciudadanos humildes e indefensos, a los que se cosifica y revictimiza. Vergüenza lamentable.