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viernes, 30 de julio de 2021

No a la muerte

No a la muerte

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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ZonaFranca.mx Milenio León
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En el México del siglo XXI se está reproduciendo un fenómeno inquietante, que ya se había padecido hace cien años: la indiferencia ante la muerte. En las décadas de 1910 y 1920 nuestro país padeció una violenta revolución y varias asonadas, hasta la última de Saturnino Cedillo en 1937. Además, sobrellevó la primera pandemia de ese siglo, la llamada influenza española de 1917 y 1918, en buena medida producto de la primera guerra mundial.

Nadie sabe con certeza cuántas muertes cobraron ambos sucesos, pero sin duda fueron demasiadas, pues se reflejaron en los grandes números de los censos de población de 1910, 1921 y 1930. El tercer Censo General de Población de 1910 arrojó un total de 15 millones 160 mil habitantes de este territorio. Once años después esa cantidad había disminuido en 5.4%, al sumar solamente 14 millones 335 mil personas. A esa pérdida neta hay que sumar el crecimiento demográfico natural que se perdió en esos años, más la migración internacional de miles de mexicanos que huyeron de la violencia.

En el quinto censo general de 1930 se contó a 16 millones 553 mil mexicanos. Una recuperación del 15.5% con respecto a 1921. A partir de entonces la población inició una recuperación espectacular, producto de la paz social y el progreso económico. Las generaciones de la posrevolución heredaron un miedo endémico a la violencia y a las pestes, y eso contribuyó a la notable estabilidad que caracterizó al “milagro mexicano” y el largo decurso del desarrollo estabilizador. Durante varias décadas, fue notable el caso mexicano entre los países latinoamericanos, por su convivencia sosegada.

Eso terminó en los años noventa. México desplazó a Colombia como origen de los flujos de psicotrópicos, ya que los carteles mexicanos aprovecharon el vacío que provocó el derrumbe de los cárteles de Medellín y de Cali durante esa década. Las recurrentes crisis económicas y la depauperación de la población mexicana favorecieron la emergencia de grupos delincuenciales con alcance internacional, y con ellos llegó la violencia criminal más brutal y sanguinaria, como no se había visto en mucho tiempo en un país que había olvidado el terror en la convivencia cotidiana.

México es hoy uno de los países sin guerra más violentos del mundo. El indicador más cruento es el del número de asesinatos dolosos, que han transitado de los 10 mil 285 ultimados de 2001, a 36 mil 579 en 2020 (29 ejecutados sobre cada 100 mil habitantes; el promedio mundial es del 5.3 según el Banco Mundial); el número se ha más que triplicado en veinte años (fuente: TResearch.mx).

A las escalofriantes cifras mortales por violencia, se une la de los decesos por la plaga virulenta que nos asola desde hace 16 meses. Las cifras varían desde las oficiales de la SSA, que hace dos días sumaban 239 mil 616 decesos, hasta los cálculos basados en el “exceso de muertes” que se detectan en los registros civiles del país, y que el INEGI estimó a principios de julio en 498 mil 164 defunciones. Medio millón que se suma a los 47 mil 328 asesinados en el mismo periodo. En tiempos normales, la estadística nacional muestra que se espera poco más de un millón 70 mil decesos al año. La cifra se ha excedido en un espeluznante 50%.

No debemos normalizar la muerte. Requerimos mantener nuestra capacidad de asombro y de rechazo a la partida anticipada por causas prevenibles, como la violencia y el contagio. Los mexicanos de hoy y mañana merecemos más que el pasmo y la negación que evidencian nuestras autoridades todos los días. Recuperemos la paz, recuperemos la salud. Más nos vale…


viernes, 23 de julio de 2021

Cuba: la enseñanza revolucionaria

Cuba: la enseñanza revolucionaria

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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ZonaFranca.mx Milenio León
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Desde mi más tierna infancia, Cuba era un tema obligado en las tertulias intelectuales que se deban en casa o a las que acudían mis padres. A la Revolución cubana —así, con mayúscula— la consideré como una especie de hermana mayor, pues sólo me llevaba un año de edad. La izquierda provinciana de entonces estudiaba y reverenciaba el proceso de insurrección de los “barbudos” de Cuba, a quienes todos decían haber conocido en algún momento en la ciudad de México, en particular al Che. Mi padre aseguraba haberlo conocido en la Alameda central de la ciudad de México, tomando fotos. Llamaba la atención por su facha de estudiante rebelde y su actitud y apariencia criolla, de chaval blanquito recién bajado del barco.

La invasión de Bahía de Cochinos de abril de 1961 —¡hace sesenta años!— por parte de “gusanos” cubanos, financiados y entrenados por el detestado imperialismo yanqui, provocó una reacción de solidaridad continental, particularmente entre los jóvenes. En México, el general Lázaro Cárdenas encabezó una lista de voluntarios para integrarse a las brigadas internacionales de defensa de la revolución. Mi padre siempre presumió de haberse anotado en esa lista. Por supuesto el gobierno mexicano nunca permitiría semejante aventura, y esa energía se canalizó a la fundación del Movimiento de Liberación Nacional en agosto siguiente, el último estertor de la Revolución mexicana. Mi padre también se anotó, y durante años leyó con fruición la revista Política —de Manuel Marcué Pardiñas, el único órgano de izquierda con algo de independencia del estado autoritario.

Tendría yo unos doce o trece años cuando leí el Diario del Che en Bolivia, que me estrujó y convenció de las bondades de la causa utópica de esos esos revolucionarios románticos, como los que construían la alternativa socialista en Cuba y en Chile. En la adolescencia me acerqué al marxismo panfletario, y hasta la licenciatura leí directamente a Marx y a los marxistas. Cuba siempre fue el referente para mi círculo generacional; luego se uniría la Nicaragua sandinista. “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, dijo el sabio Salvador Allende. Pero luego sucedió el éxodo de Mariel en 1980. Quisimos verlo como una especie de purga saludable para la revolución cubana. Pero se fueron incrementando las versiones de represión y autoritarismo por parte de la élite del poder en la isla, así como los testimonios de una pobreza generalizada. Los noventa fueron la década de la gran decepción hacia el modelo socialista mundial, no sólo por su fracaso como alternativa de desarrollo económico y social, sino por su intolerancia política, proclive a la represión, la persecución y el asesinato.

Muchos idealistas nos dimos cuenta de que el pensamiento unívoco, conservador e intolerante, no es exclusivo de la derecha política. También la izquierda genera sus élites privilegiadas y excluyentes, que se enquistan sobre los romanticismos quiméricos. Eso sucede hoy en Cuba: sesenta y dos años de revolución tuvieron los mismos efectos que experimentaron las revoluciones mexicana, rusa, china y demás. Una gran decepción.

Aunque duela reconocerlo, el liberalismo sigue siendo el mejor modelo, gracias a su capacidad de regenerarse. Un liberalismo social que en el corto plazo atienda el desarrollo del individuo particular, pero sin descuidar la solidaridad comunitaria y la responsabilidad medioambiental en el largo plazo.


viernes, 16 de julio de 2021

Retorno con riesgos

Retorno con riesgos

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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ZonaFranca.mx Milenio León
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El gobierno federal, a través de la SEP, ha anunciado el inminente regreso a clases presenciales en el sistema educativo nacional. En consecuencia, el resto del sistema educativo se apresta a dicho retorno. Como profesor de educación superior, reconozco que me alegra la perspectiva de volver a interactuar de manera presencial con mis alumnos, mis colegas y mi comunidad. Sin embargo, me siento preocupado por algunas consideraciones, que deseo compartir. 

Primero, el ritmo de la vacunación nacional ha sido lento e inestable. Al 13 de julio se había vacunado a 35.7 millones de personas, de los 86.5 millones de adultos mayores de 18 años del país. Pero del total de vacunados, sólo 21 millones (58.7%) han recibido esquemas completos (https://bit.ly/2UNMNAD). Sin embargo, un 40% de la población de 18 años o más ha recibido al menos una dosis. Los docentes han sido inoculados con la vacuna china Cansino, cuya efectividad documentada por la Secretaría de Salud es del 65.28% (https://bit.ly/3xKSv4z). Es decir, que la población adulta aún se encuentra en situación vulnerable, particularmente los jóvenes de entre 18 y 30 años, el conjunto objetivo de la educación superior. 

Segundo, se nos ha informado a los profesores de educación superior que el retorno será bajo un modelo “híbrido” de impartición de clases. Es decir, que parte de las sesiones serán presenciales, con grupos de no más de diez alumnos, y que el resto podrá participar a la distancia, pues la sesión se trasmitirá en vivo. Me preocupa la operatividad de tal modelo, que será un reto para garantizar la participación segura de los profesores y los alumnos. Además, la tercera ola de la pandemia está afectando sobre todo a los jóvenes, que aún no están protegidos y que son proclives a una mayor movilidad. Los profesores —vacunados y todo— que tenemos padecimientos crónicos nos veremos de nuevo expuestos a posibles contagios de nuevas cepas más virulentas. 

Tercero, que muchas actividades complementarias que se suspendieron desde el año pasado —laboratorios, vinculación, prácticas profesionales de campo, etcétera— se retomarán, y aún con las precauciones establecidas abrirán espacios de riesgo para los involucrados. Además, la movilidad urbana se reactivará, exponiendo a los alumnos y los profesores al contacto cercano con los usuarios del transporte colectivo. 

Cuarto, la dimensión de la pandemia ha sido sistemáticamente minusvalorada por parte de las autoridades nacionales. Finalmente, la Secretaría de Salud federal reconoció que existe un exceso de defunciones en el país entre los años 2020 y 2021 de 353 mil 858 casos, asociados al COVID (https://bit.ly/3hHzx9x). Esa “cifra oscura” refleja el fracaso de la estrategia nacional de contención de la epidemia, que por cierto no va a ser evaluada ni cambiada por consideraciones políticas. La ignorancia y la soberbia nos han pasado una terrible factura a los mexicanos. 

Sin más fundamento que mi sentido común, creo que lo mejor hubiera sido esperar al inicio del año próximo, cuando alcancemos —si lo logramos— el 80% de la vacunación que la OMS recomienda para alcanzar la inmunidad de rebaño (https://bit.ly/3ktHFMR). Con la actual tercera ola encima, el retorno de millones de niños y jóvenes a las actividades presenciales en los espacios precarios de nuestra infraestructura educativa podría provocar un desastre demográfico similar al de la influenza de 1917-1918, cuando medio millón de mexicanos perdió la vida.

viernes, 9 de julio de 2021

Consulta vacía

Consulta vacía

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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ZonaFranca.mx Milenio León
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La democracia liberal ha sido frecuentemente tildada como una “tiranía de las mayorías”, ya que el sistema de sufragio universal se basa en el principio de que la sumatoria igualitaria de voluntades constituye la base de las decisiones legítimas. Sin embargo, como técnica para la toma de decisiones, la democracia electoral puede ser criticada por su apuesta subyacente a la sabiduría de la masa, dejando de lado los procedimientos de la racionalidad dialéctica que impulsó el humanismo clásico. Puede argumentarse que la suma de las ignorancias no necesariamente conduce la develación de una verdad oculta bajo el peso de la mayoría. 

Se ha pretendido paliar este handicap de origen de la democracia procedimental con las alternativas que ofrece el modelo alterno de la democracia directa, que demanda un fuerte componente de participación ciudadana individual. Pienso que no es mala idea, pues a diferencia del sufragio universal, tan vulnerable a la coacción y al engaño, la participación exige un mayor grado de compromiso del ciudadano o ciudadana, y confirma el valor que el humanismo confiere a la persona humana como vehículo primordial de la acción política. 

En ese sentido siempre me he manifestado como entusiasta de esas alternativas, que en nuestro país tiene una historia muy reciente. Apenas en la primera década de este siglo se comenzó a legislar sobre mecanismos comiciales de participación directa en la toma de decisiones públicas, como la iniciativa popular, el referéndum, el plebiscito, la consulta popular, la revocación de mandato y los presupuestos participativos. A nivel local existen más de 20 leyes estatales de participación ciudadana ¬–la de Guanajuato se emitió en 2002–. En el ámbito nacional se cuenta con la Ley Federal de Consulta Popular del 14 de marzo de 2014, recientemente reformada el 19 de mayo pasado. 

 Su artículo 4º reza que “La consulta popular es el instrumento de participación por el cual los ciudadanos, a través de la emisión del voto libre, secreto, directo, personal e intransferible, toman parte de las decisiones de los poderes públicos respecto de uno o varios temas de trascendencia nacional o regional competencia de la Federación.” 

Estoy convencido de que la actual convocatoria del INE a participar en la consulta popular del 1 de agosto próximo no cumple con la condición de abordar un tema trascendente. La confusa pregunta en la que se sustentará la convierte en un ejercicio inútil, pues se trata de cuestionar si el ciudadano o ciudadana está de acuerdo con “emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos”. Esto es una obviedad, pues todo servidor público puede ser sometido a investigación si se cuenta con los elementos mínimos para sospechar de violaciones a la ética y las leyes del servicio público. No hay necesidad de consultar nada. 

 Los destinatarios no son cualquier “actor político”. En el sentido original, son los expresidentes del “periodo neoliberal” (whateverthatmeans). Se trata entonces de una consulta casi nominal, con eventuales destinatarios individuales. Eso viola el principio de abstracción implícito en toda consulta. Es incluso una posible violación al derecho de presunción de inocencia, ya que el resultado podría estar “encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas” (¡!). 

En uso de mi libertad ciudadana para participar o no, y como muchos lo han hecho ya, manifiesto mi decisión de abstenerme de participar en este ejercicio inútil.

viernes, 2 de julio de 2021

A tres años del voto del hartazgo

A tres años del voto del hartazgo

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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ZonaFranca.mx Milenio León
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Hace tres años se concretaron las elecciones federales que permitieron renovar el poder ejecutivo presidencial y las dos cámaras legislativas. Los resultados evidenciaron el hartazgo generalizado con las opciones de la ortodoxia política tripartidista heredada de la última década del siglo XX. Fue esta ola electoral de repulsión al ancien régime lo que le valió el triunfo a un partido reciente. Un partido que en su origen se denominó Movimiento de Regeneración Nacional y que en su registro optó por la apócope de “Morena”, en clara alusión a la advocación guadalupana del Tepeyac. Fue la base de la coalición Juntos Haremos Historia (Morena, PT y PES), que logró la presidencia de la república con el 53.2% del total de votos emitido, y el triunfo en 218 de los 300 distritos uninominales de la Cámara de Diputados, con el 43.5% de los votos. 

Sin duda fue un triunfo “de arrastre”, en el cual pesó el liderazgo carismático del candidato presidencial López Obrador. Eso explica el diferencial de votos entre el candidato presidencial (30’113,483) y sus compañeros candidatos a diputados (23’635,467) de los tres partidos de su coalición. 

A tres años de distancia podemos aventurar que se trató de una elección democrática, muy vigilada y bien evaluada. La tercera alternancia presidencial de México pudo realizarse en un ambiente de legitimidad y paz social. Todo lo cual contradice a los detractores del actual modelo electoral de nuestro país, que juzgan que éste ha solapado fraudes electorales previos y que es favorable a los intereses de los partidos del “periodo neoliberal”. 

 El reciente proceso del 7 de junio de 2021 se desarrolló con los mismos estándares de calidad, y garantizó a la renovada coalición Juntos Haremos Historia el 42.76% del total de votos para la renovación del legislativo federal y el triunfo en 186 de los distritos uninominales. Una victoria en el ámbito federal, que se une a la conquista de once de las quince gubernaturas en disputa. 

De manera contradictoria, esta fuerza triunfadora mantiene su añeja denuncia de fraude sistemático, que se quiere consustancial a la naturaleza del INE y los OPLE. Han anunciado que buscarán reformarlos de raíz, o incluso desaparecerlos. Y esto convoca a la sorpresa, pues los señalamientos no tienen más sustento que el de una desconfianza ideológica hacia la democracia de corte liberal, como la que hemos construido en México desde 1978. Tal vez se inspiran en modelos “democráticos” con elecciones plebiscitarias como las de Cuba, Nicaragua o Venezuela, donde los partidos de Estado o hegemónicos controlan los órganos electorales, y combaten o apresan a los opositores al régimen “revolucionario”. 

Yo felicito al INE por este aniversario, y me pronuncio por una reforma legal que mantenga la autonomía de los órganos electorales –administrativos y jurisdiccionales–, pero que simplifique y modernice los procesos de competencia partidista, la emisión y recepción del voto, y que fortalezca la ciudadanización y vigilancia de las diferentes fases del ejercicio. Rechazo la regresión autoritaria, ya sea de izquierda o de derecha.