Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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martes, 19 de mayo de 2009
Influenza nacionalista
Existen eventos que marcan a las generaciones, sucesos que por su alcance o dimensión tocan de manera directa o indirecta a la mayoría de los coetáneos, y con ello dejan cierto sello en la conciencia colectiva que les hará distintivos ante el resto de las cohortes de edad. La generación de mis padres, hoy setentones, fue marcada por la masacre de Tlatelolco, la olimpiada y la ideología rebelde de los sesenta. A mi generación nos impactó el terremoto de 1985, las crisis económicas recurrentes, la caída del muro de Berlín y la democratización de México. Es probable que mis hijos sean marcados por el recuerdo de la “influenza” de este año y el show mediático que la acompañó. La videocracia que hoy nos domina ha logrado trivializar y hasta comercializar las amenazas de pandemia: durante semanas nos han bombardeado con “información” reiterativa, machacona y con frecuencia dramatizada. El pobre niño de Veracruz, la presunta primera víctima del mal que afortunadamente sobrevivió gracias a sus anticuerpos y no por la asistencia del Estado, ya debería cobrar derechos por su historia. Las televisoras han convertido esta emergencia en una telenovela con capitulado diario, dramatizando, exagerando y deformando. Un ejemplo ha sido el manejo que le han dado a las reacciones que han tenido algunos gobiernos extranjeros ante la emergencia: algunos suspendiendo vuelos hacia nuestro país, otros metiendo en cuarentena a los mexicanos desafortunados que andaban por ahí, otros más advirtiendo a sus ciudadanos no viajar a México. Las televisoras y muchos otros medios conocen nuestra afición al martirologio nacional, nuestra fruición por sentirnos ofendidos ante cualquier cosa que atente contra nuestra “dignidad” o nuestro sentir nacional. Olvidamos que los gobiernos tienen su principal compromiso ante sus pueblos, y que en casos que representan una amenaza real, no hay espacio para la diplomacia. Los chinos, por ejemplo, no trataron a los mexicanos de forma diferente a como ellos tratan a cualquier nacional o extranjero que represente una amenaza a la salud pública. Su proceder es siempre autoritario, y sometieron a cuarentena también a más de un centenar de chinos. Hay que recordar que los mexicanos no somos muy diferentes en nuestro trato con los asiáticos o los sudamericanos cuando es nuestro turno: en las redadas del Instituto Nacional de Migración abundan los abusos y malos tratos hacia “chinitos” y sudacas. Los chinos y los argentinos tienen demasiado qué temer de una pandemia. Ambos países han padecido males desastrosos como el SARS, cólera, fiebre amarilla, influenza aviar, etcétera. China está sobrepoblada y sus ciudades son una bomba de tiempo epidemiológica. La Argentina va a entrar en su invierno y la nueva influenza sería desastrosa en un país que sigue batallando con otras epidemias endémicas. Aquí no hay nada de discriminación: es sólo responsabilidad, la misma que tuvo México al atajar el mal con uno de los operativos más radicales que se han visto en el mundo. Bien por todos.
martes, 12 de mayo de 2009
Retroceso
La reforma constitucional que se perpetró el viernes pasado en Guanajuato es un formidable paso atrás dentro del esquema de convivencia armónica entre los habitantes de esta entidad. El párrafo segundo del artículo primero –¡nada menos! de la máxima ordenanza estatal dice ahora que “para los efectos de esta Constitución y de las leyes que de ella emanen, persona es todo ser humano desde su concepción hasta su muerte natural.” Consulta el boletín.
¿Qué tiene de malo que se le reconozca calidad de “persona humana” a un cigoto? Podríamos decir que nada, pero no es así: las implicaciones legales y no legales de esta asunción absoluta son inquietantes. Al establecerse a nivel constitucional este dogma, se obliga a que la legislación secundaria se adecue, y por ende pronto veremos renacer la penalización del aborto incluso en casos de violación o de grave peligro para la madre, hoy previstos por el código penal local.
Un asunto de tanta importancia para las mujeres de Guanajuato –incluso para aquellas que combaten el aborto en todas sus formas , no debió definirse en tan poco tiempo ni con el método elegido para procurarse los votos necesarios en la Cámara. Tampoco veo correcto que diputados que iban de salida hayan determinado el asunto. ¿Por qué no se dejó el debate para después, cuando hubiesen entrado en acción las ocho diputadas suplentes del partido mayoritario? Hubiera sido más justo dejar que una mayor representación femenina tuviese a su cargo –y responsabilidad- llegar a conclusiones que las afectan directamente. Pero no: los machines seguimos definiendo hasta el uso y abuso del cuerpo de las mujeres.
Por supuesto parto de mi propia convicción personal no religiosa, que me indica que las verdades absolutas no existen, y que la libertad es un valor que no se debe definir a partir de la convicción excluyente de los pocos o los muchos. Por su naturaleza subjetiva y arbitraria, todos los valores morales son relativos. Son referentes culturales que nos permiten acotar lo “bueno” de lo “malo”, según la sociedad o tiempo histórico en que nos tocó vivir. El problema comienza cuando los sistemas de pensamiento unívoco, como las religiones, imponen sus dogmas morales –conjuntos de valores- sobre la totalidad del conjunto social. Ahí vemos el germen de la tiranía y el principio del fin de la democracia.
Lo que se ha dado por denominar “persona humana” es un concepto equívoco, porque no existe un acuerdo sobre lo que se entiende por tal cosa. Algunos pensaríamos que en la “persona” ya está comprendido lo “humano”, y por lo tanto es una definición tautológica y circular. Para evitarla, las religiones han propuesto la existencia de una entidad supra corpórea, que denominan “alma”. Los seres humanos son aquellos que tienen “alma”. Los animales y plantas no tienen. Extinguir un cigoto sería así un crimen. Más crimen es, para mí, obligar a una mujer a traer al mundo un producto no deseado.
¿Qué tiene de malo que se le reconozca calidad de “persona humana” a un cigoto? Podríamos decir que nada, pero no es así: las implicaciones legales y no legales de esta asunción absoluta son inquietantes. Al establecerse a nivel constitucional este dogma, se obliga a que la legislación secundaria se adecue, y por ende pronto veremos renacer la penalización del aborto incluso en casos de violación o de grave peligro para la madre, hoy previstos por el código penal local.
Un asunto de tanta importancia para las mujeres de Guanajuato –incluso para aquellas que combaten el aborto en todas sus formas , no debió definirse en tan poco tiempo ni con el método elegido para procurarse los votos necesarios en la Cámara. Tampoco veo correcto que diputados que iban de salida hayan determinado el asunto. ¿Por qué no se dejó el debate para después, cuando hubiesen entrado en acción las ocho diputadas suplentes del partido mayoritario? Hubiera sido más justo dejar que una mayor representación femenina tuviese a su cargo –y responsabilidad- llegar a conclusiones que las afectan directamente. Pero no: los machines seguimos definiendo hasta el uso y abuso del cuerpo de las mujeres.
Por supuesto parto de mi propia convicción personal no religiosa, que me indica que las verdades absolutas no existen, y que la libertad es un valor que no se debe definir a partir de la convicción excluyente de los pocos o los muchos. Por su naturaleza subjetiva y arbitraria, todos los valores morales son relativos. Son referentes culturales que nos permiten acotar lo “bueno” de lo “malo”, según la sociedad o tiempo histórico en que nos tocó vivir. El problema comienza cuando los sistemas de pensamiento unívoco, como las religiones, imponen sus dogmas morales –conjuntos de valores- sobre la totalidad del conjunto social. Ahí vemos el germen de la tiranía y el principio del fin de la democracia.
Lo que se ha dado por denominar “persona humana” es un concepto equívoco, porque no existe un acuerdo sobre lo que se entiende por tal cosa. Algunos pensaríamos que en la “persona” ya está comprendido lo “humano”, y por lo tanto es una definición tautológica y circular. Para evitarla, las religiones han propuesto la existencia de una entidad supra corpórea, que denominan “alma”. Los seres humanos son aquellos que tienen “alma”. Los animales y plantas no tienen. Extinguir un cigoto sería así un crimen. Más crimen es, para mí, obligar a una mujer a traer al mundo un producto no deseado.
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