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viernes, 5 de noviembre de 2021

Nostalgias del ayer

Nostagias del ayer

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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El viernes 29 de octubre pasado, en su conferencia mañanera desde Campeche, el presidente de la república López Obrador emitió unas declaraciones muy inquietantes. Han sido la expresión más evidente de sus vínculos ideológicos con visiones políticas y sociales anacrónicas, previas a la eclosión del ecologismo, el feminismo moderno, los derechos humanos de tercera generación, el respeto a los animales como seres sintientes, la socialdemocracia y otros paradigmas producto de las crisis sistémicas posteriores al quiebre del 68. Cito algunos párrafos llamativos:

¿Qué hizo el neoliberalismo o qué hicieron los que diseñaron para su beneficio la política neoliberal, qué hicieron? Una de las cosas que promovieron en el mundo para poder saquear a sus anchas fue crear o impulsar los llamados nuevos derechos. Entonces, se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales. Muy nobles todas estas causas, muy nobles, pero el propósito era crear o impulsar, desarrollar todas estas nuevas causas para que no reparáramos, para que no volteáramos a ver que estaban saqueando al mundo y que el tema de la desigualdad en lo económico y en lo social quedara afuera del centro del debate. Por eso no hablaba de corrupción, se dejó de hablar de explotación, de opresión, de clasismo, de racismo.

Entonces, agencias internacionales que apoyaban el modelo neoliberal, que es un modelo de pillaje donde corporaciones se apropian de bienes nacionales, de bienes del pueblo, estas mismas corporaciones financiaban, y lo siguen haciendo, a grupos ambientalistas, defensores de la libertad. […] Referencia aquí

Me pareció alarmante que el líder de una de las sociedades y economías más grandes del mundo, país que forma parte del decil más alto entre los 195 que integran la ONU, emita juicios tan temerarios sobre las mejores causas del progresismo internacional. Esos reproches los esperaría de algún radical de la derecha más desvelada, aldeana e ignorante, pero no de un adalid de la izquierda nacional.

Yo crecí en una familia de izquierda liberal, simpatizante de la revolución cubana y del régimen de Salvador Allende. Me formé en instituciones públicas donde se fomentaba el conocimiento de las corrientes ideológicas críticas de los autoritarismos y los imperialismos. Experimenté la emergencia de los nuevos paradigmas del progresismo mundial en los años setenta, tanto en Europa como en México, y me involucré tempranamente en movimientos ecologistas y solidaristas. Me ha entusiasmado el proceso reciente de expansión de los derechos humanos y el compromiso con los conjuntos sociales vulnerados. 

Por eso no puedo comulgar con una visión social paternalista, políticamente clientelar, e intolerante ante el pensamiento divergente.

El solidarismo caritativo, propio de una mentalidad cortoplacista e insustancial, pudo ser aceptable durante el periodo premoderno; tipo “Ley de pobres” inglesa del siglo XVII, paradigma del subsidio a la penuria. Repartir dinero sin crear las oportunidades para generar condiciones de independencia de los sujetos de atención es irresponsable; más en un mundo complejo que demanda actitudes proactivas ante los ingentes problemas del siglo XXI: deterioro ambiental y climático, desarrollismo sin integración, discriminación multidimensional, violencia real y simbólica, exclusión estructural, etcétera. Urgencias que demandan líderes con visión global e ilustrada, con sensibilidad social sin sensiblerías, y una actitud que facilite la unidad y la integración de los diferentes y disidentes.

No necesitamos discursos de discordia que segmenten aún más a nuestro atormentado país.


viernes, 29 de octubre de 2021

La ignorancia arremete

La ignorancia arremete

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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La actividad filosófica, intelectual y científica ha sido históricamente una vocación de élite. El cultivo del pensamiento abstracto es propio de eruditos. Al ser una actividad necesariamente minoritaria, despierta sentimientos encontrados en el resto de la población, pues con frecuencia se cuestiona si los productos del pensamiento académico tienen aplicación en la solución de los problemas cotidianos de la sociedad mayor. Es una incomprensión casi natural que parte de la ignorancia acerca de las funciones sociales que atienden esas minorías doctas, a las que se vincula con la ociosidad, la improductividad y los privilegios.

Así ha sucedido desde tiempos clásicos, cuando los ricos y poderosos financiaban el ocio creativo de filósofos, artistas y demás sabios, que ornamentaban sus cortes, pero raramente contribuían a la ampliación de su riqueza o poder. Así lo vivió Platón con el rey de Siracusa, Dionisio, a quien quiso convertir en su ideal del rey filósofo, sabio y prudente. El rey utilizó a Platón para ampliar su prestigio y luego lo vendió en el mercado de esclavos, donde fue rescatado-comprado por un antiguo colega ilustrado.


En México y en buena parte del mundo, los poderosos suelen desconocer el valor del pensamiento complejo. La política real atiende a sentimientos e impulsos inconscientes, no a políticas públicas diseñadas con base en el conocimiento científico. Los conceptos ideales de gobierno se vuelcan en planes y programas formales, que desbordan técnica y datos precisos, pero pocas veces son aplicados, ajustados y evaluados. El poderoso mexicano confía más en sus instintos que en estas abstracciones de tecnólogos, a los que además se vincula con paradigmas desprestigiados como el “neoliberalismo” —whatever that means.

Hoy día, se cree que la buena política es la que se refleja en programas de transferencia líquida de recursos a los sectores sociales vulnerables —el pueblo— sin padrones, sin criterios técnicos, sin reglas de operación ni mucho menos la evaluación de su efectividad. Lo que importa es consolidar la fidelidad de una clientela electoral, que garantice la permanencia en el poder, como recomendaría Maquiavelo, otro intelectual.

Ante esta concepción clientelar de la política no sorprenden los embates contra los centros de creación, preservación y difusión de la sabiduría colectiva: las universidades y los centros de investigación. No se acepta la naturaleza minoritaria del saber de largo aliento, y se pretende “democratizar” su acceso; así, por ejemplo, se presiona a esas casas de estudio para que acepten a cualquier demandante de educación superior. Un objetivo hermosamente utópico, como el socialismo de Charles Fourier, pero irreal y demagógico.


La ciencia debe adjetivarse, o no será, afirma el poderoso. Hay que construir la ciencia para el pueblo, dicen sus acólitos. El conocimiento superior debe ser tomado por asalto, para que deje de ser un baluarte de los fifís privilegiados de la academia “hamburguesa”. Hermoso ideal, muy platónico, pero carente de asideros en la realidad objetiva: la ciencia es para todos, pero no todos son para la ciencia.

Nuestro país seguirá condenado a la intrascendencia en el campo de la generación de conocimiento científico y tecnológico de frontera. Se reducen los recursos, se condicionan los pocos fondos restantes, se extermina el Foro Científico y Tecnológico, y se extingue la revista Ciencia y Desarrollo, que tantos de nosotros, los que nos formamos con becas del estado neoliberal, leíamos con fruición desde 1984.

Oscuras amenazas se ciernen sobre la sabiduría. La situación de hoy me recuerda al rector Miguel de Unamuno, quien se enfrentó con las armas del pensamiento al poder violento del radicalismo palurdo, desde la tribuna venerable de la Universidad de Salamanca.




viernes, 22 de octubre de 2021

Policías de nuevo...

Policías de nuevo...

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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La penetración del crimen organizado en las corporaciones de seguridad en Guanajuato sigue imparable. Las recurrentes limpias en las policías municipales que se han implementado desde 2012, no han logrado el objetivo de blindar los conjuntos garantes de seguridad pública contra la seducción del poder económico de los cárteles del crimen. Los controles de confianza en el reclutamiento de los elementos policiacos no han tenido reflejo en la mejora de los estándares éticos del desempeño de la función. Las realidades se imponen, y la tentación corruptora devasta la mística de servicio: agentes con sueldos mensuales de entre diez y catorce mil pesos brutos —siete y diez mil netos— sucumben cuando se les ofrecen “gratificaciones” que les duplican el ingreso. Las prestaciones tampoco ayudan a mejorar su situación inmediata, y los seguros de riesgos profesionales son de risa: entre cien a doscientos mil pesos por pérdida de vida, incluyendo gastos funerarios.

Aunque las autoridades del ramo se nieguen a reconocerlo, no se ha podido consolidar una carrera policial profesionalizada que atraiga a jóvenes egresados de secundaria, o mejor aún, bachilleres que puedan desplegar un plan de vida satisfactorio, con la seguridad de construir un futuro tranquilo para su familia. Que yo sepa, no se cuenta con programas de acceso a habitación de interés social, seguro de gastos médicos —fuera del ISSSTE—, fondos de ahorro, servicio civil de carrera, organización sindical, y otros estímulos y defensas de los derechos gremiales. El resultado es una fuerte inestabilidad laboral y una clara ausencia de espíritu de grupo. Ya hemos visto intentos de manifestación de inconformidades por parte de elementos policiales, que son ignorados o reprimidos por una estructura que no es jerárquica y de cadena de mando, sino autoritaria e intolerante.


Los recientes sucesos en Juventino Rosas, los Apaseos y en León confirman lo anterior. Son las mismas historias que hemos escuchado en la década transcurrida: infiltración soterrada de los corporativos de seguridad, policías delincuentes, cooptación de autoridades, operativos escénicos e inoperantes, etcétera. La solución siempre es el machetazo simple: toma de instalaciones, despidos generalizados, desarme —siempre hay pérdida y tráfico de armamento—, algún arresto, y el desplazamiento temporal por parte de la policía estatal, la guardia nacional y/o el ejército.


Como el mando único nunca funcionó, habrá qué ver la solución que se implemente ahora. Las investigaciones nunca llegan muy lejos, y se opta por remendar el modelo previo. Pero las condiciones estructurales se mantienen intocadas: los grupos del crimen organizado siguen actuando, y sus capitales fluyendo en las sociedades locales; se une la ausencia de un modelo sólido de formación policial, la carencia de estímulos a la carrera en seguridad pública, la persistencia de la práctica de la tortura como instrumento de investigación, el cambio constante de líderes —oficiales y jefes—, la austeridad crónica en el avituallamiento, y la lentitud en la modernización de recursos y estrategias a todos los niveles.

El panorama no pinta bien en el corto y mediano plazos. Los manotazos sobre la mesa sólo evidencian el arrebato en la toma de decisiones, y la carencia de prospectiva. Se reacciona ante lo apremiante y no ante lo importante. Me parece obvia la falta de diagnósticos finos a nivel de suelo, pues sólo hasta el cambio en las administraciones municipales se descubre la basura debajo del tapete local. Así no se puede construir una estrategia efectiva que nos restituya la tranquilidad perdida, en una entidad victimada por tirios y troyanos, tanto por los malandros como por los agentes de la ley.


viernes, 15 de octubre de 2021

Migrantes sin esperanza, 2

Migrantes sin esperanza, 2

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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El gobierno mexicano ha asumido desde hace décadas —desde el final del acuerdo Bracero binacional en 1964— la cómoda postura de que en materia migratoria la mejor política es no tener política. Y la presente administración continúa con esa actitud, muy acorde con la revivida Doctrina Estrada de los años treinta. Así, México ha podido aplicar en lo doméstico un manejo muy restrictivo de la inmigración extranjera, incluso con rasgos xenofóbicos, al mismo tiempo que expresa un discurso solidarista con los emigrantes mexicanos, sin asumir compromiso alguno en la defensa de sus derechos en el exterior.

Cuando se fundó el Instituto Nacional de Migración (INM) el 19 de octubre de 1993, muchos de los especialistas en estudios migratorios, entre los que me cuento desde 1982, especulamos que ese nuevo órgano técnico desconcentrado de la Secretaría de Gobernación implicaba, desde su nombre, un cambio en la política migratoria mexicana. Creímos que se abandonaría la típica indiferencia y actitud policial de la antigua y temida Dirección General de Servicios Migratorios, en favor de una actitud solidaria hacia los que se han desplazado transfronteras por necesidad, y no por placer. Estábamos muy equivocados.

Pronto fue evidente que el nuevo instituto era una agencia policial más del estado mexicano, y que con excepción de sus “grupos Beta” —siempre castigados presupuestalmente— se mantendría como una Border Patrol a la mexicana, con agentes sin mayor capacitación en el respeto a los derechos humanos, que cumplimentan órdenes con el tacto de un gendarme pueblerino. Las golpizas que se han hecho públicas lo evidencian.

El cambio en la administración federal en diciembre de 2018, cuando el gobierno de la 4T designó al académico y especialista en gobiernos locales Tonatiuh Guillén —expresidente de El Colegio de la Frontera Norte— al frente del INM, nos hizo albergar nuevas esperanzas de cambio. El nuevo director arribó gracias al apoyo del subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, un político sensible y conocedor. Una de las “palomas” en el gabinete, en tensión con los “gavilanes” de la seguridad nacional. Era claro que la nueva orientación apuntaría a la defensa solidaria de los derechos humanos de todas las comunidades migrantes, propias y exógenas.

El sueño duró siete meses. El nuevo fenómeno de las caravanas de centroamericanos que ingresaron al territorio mexicano con el ansia de llegar a la frontera de los Estados Unidos, y participar en el sueño americano, provocó una fuerte reacción de la administración Trump, que amenazó a México con la imposición de aranceles a sus exportaciones. El gobierno mexicano, en una evidente muestra de sometimiento, desplazó al académico de la dirección del INM y lo reemplazó con un penalista, Francisco Garduño, quien volcó a sus gendarmes, con el apoyo de la naciente y militarizada Guardia Nacional, a la contención de esos flujos de indocumentados.

Docenas de veces el presidente Trump presumió que, gracias a su amenaza, el gobierno mexicano había desplazado 27 mil “soldados” a la frontera sur, cumpliendo la función del muro físico que nunca pudo culminar. Se inauguró así una nueva era de discriminación, represión y abuso —incluso físico— contra familias e individuos —como los niños sin acompañamiento— que por hambre y miedo abandonan sus lares en sus países convulsos o empobrecidos, como Haití, Centroamérica, Venezuela o Cuba.

Muchos de esos desesperados han cruzado todo el continente desde Chile o Brasil, gastando miles de dólares que sus parientes en los EUA les proporcionan. La aventura es en extremo peligrosa. Muchos deben cruzar a pie el legendario y temible estrecho del Darién, que separa Centro y Sudamérica (Referencia), en una travesía que espantaría a Ulises.

Una desgracia humana de dimensiones colosales, a la que nuestro gobierno responde con pasmo y represión. Pero eso sí: que vivan los héroes migrantes que envían 44 mil millones de dólares anuales en remesas a las comunidades empobrecidas de México.

Esquizofrenia pura.


viernes, 8 de octubre de 2021

Migrantes sin esperanza, 1

Migrantes sin esperanza, 1

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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¡Dadme a vuestros exhaustos, a vuestros pobres
Vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad
El desamparado desecho de vuestras rebosantes playas!
Enviadme a estos, los desamparados, sacudidos por las tempestades
¡Yo elevo mi faro junto a la puerta dorada!

Emma Lazarus. The New Colossus (1883)

En los Estados Unidos de América, la administración Biden está por cumplir ocho meses al cargo del poder ejecutivo de ese país. Su anhelado triunfo electoral puso fin a la breve depresión democrática que significó el escabroso gobierno de Trump, aspirante a dictador bananero: racista, xenófobo, machista, intolerante y fundamentalista de derecha. Sus cuatro años representaron un retroceso muy severo en el reconocimiento de los derechos de los sectores demográficos subalternos y avasallados de esa sociedad tan heterogénea: mujeres, minorías sexuales, comunidades afro, población homeless, y particularmente los inmigrantes recientes.

El amplio triunfo electoral de Joe Biden abrió las ventanas de la esperanza para estas poblaciones subordinadas. Pero el mensaje traspasó las fronteras y alcanzó a los parias de países cercanos y lejanos. El régimen autoritario previo había logrado contener los flujos de los desesperados con la fuerza del garrote propio y ajeno —como la Guardia Nacional mexicana—. Pero ¿qué sucedió? El abandono del discurso amenazante, el de las “trumpadas”, y su sustitución por la proclama humanista y solidaria del reciente triunfador, un anciano sabio de mirada dulce y de voz sosegada, avivó la llama de la ilusión y la búsqueda de consuelo por parte de los pobres y desheredados de buena parte del mundo. El sueño americano parecía reabrirse.

Como era de esperarse, esta nueva luz atrajo a millares de afligidos trabajadores de los países pobres o con regímenes opresores. Se renovaron los flujos humanos procedentes del sur, con sus caravanas rebosantes de jóvenes, viejos y niños, solos o en familia, que a su paso transfronterizo clamaban a los gobiernos por consideración y refugio. Miles de haitianos, hondureños, salvadoreños, guatemaltecos, venezolanos, cubanos, africanos, asiáticos y otros atravesaron países completos hasta llegar a la frontera sur de México. Y se les sumaron miles de mexicanos desesperados, víctimas de la depresión económica.

Al comienzo, Biden quiso buscar una solución de largo plazo para construir acuerdos migratorios con sus vecinos que reconocieran la necesidad mutua de complementariedad demográfica y económica. Se previó la necesaria amnistía para once millones de indocumentados que ya viven y trabajan pacíficamente en ese país. Se reactivó el programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, 2012, de Obama) para los dreamers, y se prohibió la separación de las familias indocumentadas, práctica nefasta de su antecesor. El interés genuino por el tema, con enfoque de derechos humanos, se evidenció con la asignación del seguimiento de esta tarea a la vicepresidente Kamala Harris, californiana hija de inmigrantes de India y Jamaica.

En contraste, el gobierno federal mexicano, desairado por la derrota del amigo Trump, permitió el descontrolado tránsito de los migrantes por su territorio y le creó a la administración Biden un problema mayúsculo en la frontera. El ascenso violento de las detenciones de indocumentados en su lindero con México puso en evidencia que se buscó dinamitar la apuesta humanitaria de Biden con esta marea humana. En respuesta el gobierno de ese país apretó las tuercas necesarias —y tiene muchas— para obligar al reticente gobierno de México a cambiar su actitud…

Pero seguiremos reflexionando sobre este tema la próxima semana…


viernes, 1 de octubre de 2021

Eppur si muove…

Eppur si muove…

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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No puedo evitar hacer referencia a la andanada de ataques que desde hace semanas han recibido algunos colegas académicos e investigadores, provocada por el intento de procesarlos penalmente con base en presuntos desvíos, malversaciones, lavado de dinero y delincuencia organizada. El CONACYT de la 4T, por medio de la Fiscalía General de la República y con el acompañamiento expreso de la Presidencia de la República, se ha envuelto en un pleito absurdo con los integrantes del Foro Científico y Tecnológico, asociación civil creada por mandato de la ley en la materia en 2002, durante la administración de Vicente Fox y la dirección general del ingeniero Jaime Parada Ávila. Se trataba de “un espacio que albergará las opiniones de la comunidad científica, académica, tecnológica y el sector productivo y que participará en los órganos representativos del sistema como un ente autónomo” (Referencia). El Foro buscó abrir a la comunidad científica los espacios de toma de decisiones en esta materia, que es clave para garantizar un desarrollo armónico y soberano de cualquier país.

La vocación para la generación e innovación del conocimiento es una atribución personal que se vincula al amor por los demás. Nadie se dedica a esta actividad con motivaciones netamente egoístas. Tal vez sí un poco vanidosas —no hay innovación sin reconocimiento—, pero no me cabe duda de que mis colegas de la academia científica son esencialmente generosos y solidarios. Nadie se dedica a la ciencia para hacer dinero —esto lo comparto siempre con mis alumnos—; la fortuna material se hace en otra parte: en la empresa privada o en la función pública —cuando ésta se ejerce con poca ética y mucha ambición.

Ser científico en México es siempre frustrante, por la incapacidad de nuestros líderes públicos y privados para comprender el valor de la investigación. Es por esto por lo que el financiamiento es tan escaso, pero tan vigilado y auditado. Hay más prejuicios que conocimiento sobre nuestra función y actividad, y por ello debemos rendir cuentas trimestrales, semestrales o anuales de los pocos centavos que se nos acuerdan como apoyo a los proyectos, que son dictaminados rigurosamente en doble ciego por pares académicos. Ni siquiera los proyectos tecnológicos reciben apoyos que superen los 50 mil dólares anuales. Por supuesto que se incluyen viáticos para acudir a encuentros internacionales: la ciencia es una actividad globalizada y si no compartes tus hallazgos o hipótesis con los colegas de fuera, sencillamente eres intrascendente. No es turismo académico: es una necesidad que te impone la dinámica habitual de la innovación del conocimiento.

La ignorancia que han evidenciado las autoridades federales actuales, así como algunos corifeos oportunistas del sector privado, me sorprende sobremanera. A pesar del carácter subalterno de su actividad científica, México ocupa un lugar digno en la comunidad internacional, y su productividad no es frívola ni intrascendente. Pero los Torquemada del pensamiento han lanzado acusaciones sin el debido sustento objetivo. Es sólo la ideología lo que dicta las descalificaciones. La ciencia no es “neoliberal”, “socialista”, “cristiana” ni militante. En todo caso es pragmática, y sobre todo heurística.

Como ya lo han hecho cientos de mis colegas, me solidarizo con los 31 perseguidos políticos. Y les recuerdo nuestra máxima ante la persecución de los palurdos: eppur si muove…


viernes, 24 de septiembre de 2021

Violencia y terror

Violencia y terror

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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La violencia criminal tiene secuestrado al estado de Guanajuato desde hace casi una década. Esta era una entidad con una larga tradición de tranquilidad social, donde incluso la Revolución y la Guerra Cristera no alteraron en demasía la convivencia comunitaria, con excepcionales episodios violentos que no se convirtieron en normalidad o recurrencia en el tiempo.

Hoy experimentamos un ambiente de terror social, motivado por ataques recurrentes entre las organizaciones criminales que buscan el control territorial de un estado que genera el 6% del PIB nacional, y que ha desarrollado un sistema muy funcional de ciudades medias de gran dinamismo. Esos cárteles delictivos ya no buscan el control de la producción y circulación de drogas enervantes entre los puntos de producción y los de consumo internacional. Ese mercado se ha reconfigurado, y los profesionales del crimen han reorientado sus objetivos a las actividades económicas de las sociedades locales. Resulta que se han reinventado como un Estado dentro del Estado, e imponen su propio sistema contributivo a los negociantes honestos, que hoy deben pagar por “protección” y derecho de piso. Esto ante la mirada atónita, impotente o cómplice de las autoridades legalmente constituidas.

El artero ataque perpetrado contra los dueños del restaurante Barra 1604 de la sufrida ciudad de Salamanca, Guanajuato, el pasado domingo 19 de septiembre, es sólo uno de los centenares de episodios de violencia que se desarrollan semana a semana en nuestra entidad. Hice el experimento de buscar los términos “ataque armado salamanca” en Google, y obtuve docenas de resultados para los años 2021, 2020 y 2019. Un volumen pavoroso de actos violentos entre los miembros de esos sicariatos, pero más aterrador cuando son dirigidos contra la sociedad civil, que usualmente es víctima inocente de los malandrines que buscan vampirizarla.

Pero resulta que ahora matan a bombazos cobardes y teledirigidos, victimando además a trabajadores honestos que se dedican a las entregas domiciliarias, un espléndido servicio social. Estoy convencido de que este nuevo tipo de ataque inaugura una nueva era en el clima generalizado de miedo comunitario. Estoy de acuerdo en que no es terrorismo, pues no se cumplen las condiciones formales: no hay motivaciones políticas, étnicas, raciales, religiosas, nacionalistas o reivindicativas, ni se ataca a objetivos indefinidos, buscando generar miedos irracionales. Fue, por lo contrario, un ataque dirigido a un objetivo concreto: los dueños del negocio. Es sencillamente un asesinato a sangre fría, premeditado y cobarde.

Se ha anunciado que la fiscalía del estado ha capturado a los presuntos autores, apenas a las 72 horas del crimen. Ojalá que en efecto se haya desplegado una investigación profesional, sin las presiones de la opinión mediática. Temo que el clima político actual no favorece un procedimiento ecuánime y sensato. Vemos cómo la federación presiona al estado para mudar la conducción de esa fiscalía, y esa coyuntura no ayuda a la procuración de justicia.

Es importante que los ciudadanos y las autoridades no nos dejemos amedrentar por la brutalidad de los criminales organizados. Como nunca, es urgente invertir recursos y talento en la construcción de estrategias efectivas de prevención y combate, sin el contaminante del discurso electorero de la clase política, más interesada en su continuidad en el poder. Es tarea para los técnicos criminalistas, los forenses de la violencia y la policía de investigación, no de los palabreros.


viernes, 17 de septiembre de 2021

Patrimonio cultural en riesgo, de nuevo

Patrimonio cultural en riesgo, de nuevo

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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La identidad cultural de los pueblos y naciones se concreta mediante símbolos materiales que, por razones con frecuencia accidentales, son vinculados con los mitos de origen de una comunidad específica de personas. Son elementos totémicos que el inconsciente colectivo asocia con una imagen de sí mismos, siempre especial y grandilocuente. Un ejemplo son los llamados símbolos patrios, en particular el escudo nacional con el águila y la serpiente, que hace referencia directa al mito de origen de la fundación de Meshíko-Tenochtítlan.

En la ciudad de Guanajuato no somos indiferentes a esta necesidad identitaria. Tenemos símbolos muy preciados, como nuestra peculiar imagen urbana, nuestros edificios históricos –como la Alhóndiga de Granaditas–, el festival cervantino, la universidad y otros. Pero hay uno que destaca entre todos: el depósito de cuerpos áridos naturales que descansa en el panteón civil de Santa Paula, mejor conocido como Las Momias de Guanajuato. Hoy dignas habitantes del segundo museo más visitado del país.

Como símbolo de identidad, las Momias son un elemento muy delicado del imaginario colectivo de los 170 mil guanajuateños que habitan el municipio capital. Por ello es de enorme importancia que los gobernantes asuman un especial cuidado y respeto cuando toman decisiones que pueden afectar la esencia de este distintivo.

En 2010 un gobierno municipal tuvo la ocurrencia de impulsar un proyecto de crecimiento urbano que habría alterado el entorno de otro símbolo local: el cerro de La Bufa. La aventura terminó mal para ese ayuntamiento, que debió recular ante la fuerza de la reacción social que se opuso a ese despropósito, que concluyó con un plebiscito en el que 84% de los consultados le dijeron No al proyecto, que se había presentado como una gran alternativa para impulsar el desarrollo económico local.

La actual administración municipal insiste en la idea de construir un nuevo museo para albergar los 123 cuerpos áridos. Para ello ha obtenido la autorización de la legislatura local saliente para endeudar el municipio con más de 70 millones de pesos, y con ello financiar un adefesio moderno en el que se puedan recibir más visitantes y reforzar así la precaria economía del gobierno local, como ineficiente recaudador que es.

Se trata sin duda de una nueva agresión a la identidad cultural de esta sufrida ciudad, siempre víctima de las ocurrencias de los demagogos del desarrollismo. Como referente cultural, las Momias pertenecen a un contexto físico e histórico específico. Es por ello que su actual ubicación, como museo de sitio, es la mejor locación posible. Sólo requiere su dignificación permanente, acorde con su importancia histórica e identitaria.

Estoy seguro de que el nuevo edificio vendrá acompañado de una visión banal, mercantilizada y morbosa sobre este repositorio de restos humanos, que la fortuna quiso que se preservaran como un registro de una humanidad de tiempos idos. Me temo que se integre un museo de espantos, a la manera de los parques temáticos gringos, sin ningún respeto para el trasfondo cultural de estos cuerpos. Ya se han dado muestras de esta concepción mercantil con su abusiva exhibición en ferias comerciales. La indignidad es evidente en casos como la momia femenina a la que pasean en una jaula rodeada de cadenas, a la que le han apodado “la bruja”. Esta suerte es la que les espera en el nuevo espacio, que seguramente se aderezará con recursos de iluminación y sonido que refuercen la experiencia “espeluznante” que buscan los turistas zafios.

La sociedad organizada local ha reaccionado de manera crítica, y se ha manifestado de manera física y virtual contra esta nueva ocurrencia. Es triste constatar la regularidad con la que gobernantes provincianos con mentalidad pseudo empresarial intentan monetizar los íconos de la cultura comunitaria. Pero en su pecado llevarán la penitencia. Al tiempo.




viernes, 10 de septiembre de 2021

Humanidad y libertades: el aborto

Humanidad y libertades: el aborto

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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La reciente resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre la no punibilidad del aborto —una acción que está definida en muchas legislaciones del país como un delito equiparable al homicidio— sin importar las circunstancias, es un enorme paso hacia la ampliación de los derechos humanos y el reconocimiento del libre albedrío de las mujeres sobre su cuerpo y su capacidad de gestación.

El tema del aborto es un asunto espinoso y polarizante. En términos geológicos y políticos es un “clivaje”: una fisura que fácilmente puede convertirse en quiebre profundo del conjunto mayor, como cuando un minero localiza una pequeña grieta en una gran roca, y mediante una barreta y una fuerza somera logra rajarla.

Es un tema escabroso porque tañe los hilos profundos de la convicción religiosa de la mayoría de las personas. Las grandes religiones del mundo han tejido mitologías y ritualidades que se basan en una creencia metafísica: la raíz divina de la humanidad, que se expresa en una entidad difusa e inasible, que los cristianos denominan “alma”.

Las grandes religiones imponen la convicción de que el alma define lo humano. De esta manera separan al Hombre —con su agregado subordinado, la Mujer— del resto de los animales y de “la creación”. La singularidad del ente humano es infundida por la divinidad, que ordena que el componente biológico —el cuerpo— sea el recipiente de la sustancia etérea, celestial y eterna: el “alma”.

En su origen etimológico, el concepto procede del latín anima, movimiento. El movimiento separa lo vivo de lo no vivo, según Aristóteles. Con este sentido podríamos esperar que todos los animales y las plantas tengan alma. Pero el pensamiento cristiano tomista delimitó la noción al “alma espiritual”, que posee conciencia y noción de sí, a diferencia del resto de los animales y plantas. Pero, además, el alma espiritual es insuflada directamente por Dios a su creación privilegiada: el Hombre —nuevamente en masculino.

Esto es lo que sustenta la creencia de que un cigoto humano, una célula producto de la fusión entre un óvulo y un espermatozoide, es una entidad portadora de “alma”. Por eso puede ser considerada como una persona, con derechos humanos plenos. La lógica de este razonamiento puede ser definitiva si partimos del reconocimiento de esa entidad metafísica, y no hay discusión posible. Pero si optamos por un sistema de conocimiento diferente, el de la tradición objetivo-científica, el resultado es el contrario: no hay evidencia de que la calidad de “humano” esté determinada por una voluntad etérea o supranatural.

Somos seres biológicos, con la única característica particular de que hemos desarrollado al extremo nuestras capacidades de abstracción del pensamiento. Pero estas cualidades no se heredan, sino que se desarrollan mediante un largo proceso de socialización y educación. Esto es lo que nos hace realmente “humanos”, no la biología o la metafísica.

El aborto voluntario debe dejar de ser un factor de fanatismos y de discordia social. Nuestra tradición machista nos ha conducido al absurdo de criminalizar a las mujeres por disponer de sus cuerpos y sus capacidades reproductivas. Los hombres sí lo hacemos, y si nos practicamos la vasectomía no somos acusados de asesinar a millones de potenciales seres humanos.

La descriminalización del aborto en todas sus modalidades es un gran paso adelante para construir una sociedad más abierta, donde la “mitad mayoritaria” de sus miembros deje de ser perseguida por optar sobre su cuerpo. Una libertad que sí nos hace humanos.


viernes, 3 de septiembre de 2021

Informe autoritario

Informe autoritario

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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El tercer informe presidencial de Andrés Manuel López Obrador fue la nota de la semana. En teoría, este ejercicio de rendición de cuentas debe servir para que el titular del ejecutivo “manifieste el estado general que guarda la administración pública del país” ante el Congreso de la Unión, según el artículo 69 de la constitución mexicana.

Sin embargo, el ejercicio ha perdido sustancia, al menos en su expresión oral —el llamado “mensaje político”—, que hoy parece más una retahíla de post verdades que muy poco aporta a la comprensión de la sustancia del proyecto de gobierno. Este tercer informe reiteró esta tendencia hacia la vacuidad ceremonial, con mensajes dirigidos a la feligresía y a la evangelización de los conversos. La 4T se habló a sí misma, y reiteró un triunfalismo que no se sustenta en los hechos duros de la realidad aviesa.

Comenzó con una declaración lanzada sin anestesia y sin respeto a la sintaxis: “La transformación está en marcha y, aunque es necesario seguir poniendo al descubierto la gran farsa neoliberal y auspiciando el cambio de mentalidad [sic] del pueblo, porque eso es lo más cercano a lo esencial y a lo irreversible [sic].” Me alarma que una administración federal, por más legítima que sea, pretenda auspiciar un “cambio de mentalidad” en sus electores, y que dicho cambio sea “irreversible”. Me pareció evidente el paralelismo con las convicciones autoritarias de las revoluciones radicales que, para mantenerse en el poder, buscan “reeducar” al pueblo, develándole la verdad única, evangélica y salvadora. Recordé la revolución cultural china y su enorme costo humano, los gulag soviéticos y sus lavados de cerebro, la reeducación castrista en la Cuba de los sesenta (“Con la Revolución todo, contra la Revolución nada”), y la educación socialista de Calles en México, definida en su “grito de Guadalajara” del 20 de julio de 1934, cuando afirmó que “debemos entrar y apoderarnos de las conciencias de la niñez, de las conciencias de la juventud, porque son y deben pertenecer a la Revolución.”

“¡Tengan para que aprendan!”, fue el mensaje del presidente hacia el resto de los mexicanos amontonados en las etiquetas presidenciales: fifís, conservadores, neoliberales, aspiracionistas, clasemedieros, hipócritas, vendidos, calderonistas, apátridas, etcétera. Su discurso no fue el de un estadista, sino el de un rijoso e iluminado líder de secta ideológica, más preocupado por afianzar su lugar en la historia y no en el futuro. Reafirmó sus vocaciones estatistas, monopólicas y parroquianas, más propias de su admirado “desarrollo estabilizador” nacionalista de los años cincuenta y sesenta, y el populismo revolucionario de los setenta. Un México que ya no existe en un entorno mundial “post-neoliberal”.

Thomas Piketty explica en su interesante texto El capital del siglo XXI, que hoy día las desigualdades deben ser combatidas mediante políticas fiscales y de desarrollo de alcance global, y no mediante transferencias y subsidios que perpetúan la dependencia.

En cambio, AMLO presumió que “el 70 por ciento de los hogares de México está inscrito en cuando menos un Programa de Bienestar o se beneficia de alguna manera del presupuesto nacional”. Me alarma esta percepción paternalista, que ilustró bien en la mañanera del 29 de abril de 2019 cuando comparó sus programas sociales con la protección a los “animalitos” domésticos, que han perdido su capacidad de alimentarse. 

Una visión miope de caridad cristiana, que busca “la gran satisfacción que produce a cualquier ser humano de buenos sentimientos el llevar a la práctica el principio fundamental del amor al prójimo y el servicio a los semejantes.”

Pero nada es irreversible en la política, sobre todo en democracia. La sabiduría reside en corregir a tiempo los errores de los pretendidos iluminati.