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viernes, 25 de noviembre de 2005

El buen comer

Hace algún tiempo publiqué en este espacio algunos comentarios críticos acerca de la baja calidad de los servicios turísticos y de recreación que se padecen en nuestro estado. Quiero volver a insistir sobre este asunto, aprovechando un suceso reciente que líneas más adelante compartiré con mis sufridos lectores.
El azar ha querido que Guanajuato posea una privilegiada posición geográfica, ubicada a medio camino entre los grandes centros urbanos de este país. A esto se une la situación de que varias de nuestras ciudades medias cuentan con un patrimonio histórico y artístico que las hace muy atractivas para el visitante. Tanto que el turismo se ha convertido en una de las actividades más dinámicas y prometedoras para este conjunto de villas hermosas. Un tercer elemento favorecedor de esta “industria sin chimeneas” es el acelerado desarrollo económico que se ha propiciado gracias al establecimiento de grandes y medianas empresas a lo largo del corredor industrial del Bajío. Guanajuato es el sexto generador de riqueza nacional y tiene un potencial futuro muy prometedor. Todos estos factores deberían ser suficientes para propiciar una escalada proporcional en los servicios que la región es capaz de ofrecer a los numerosos visitantes que nos honran en acompañarnos. Sin embargo todavía no es así. Son en exceso frecuentes las quejas que en lo personal recibimos de amigos y conocidos fuereños, que señalan malos tratos, precios desproporcionados, falta de información, abusos o engaños, y en general baja calidad de la oferta tanto hotelera como restaurantera.
En el ramo de la alimentación llama la atención la escasez generalizada de buenos restaurantes. Y por “buenos” entiendo a aquéllos que no solamente tienen buen servicio general, sino sobre todo buena cocina. Es frustrante compartir alimentos mediocres en lugares pretensiosos donde uno es victimado desde el momento mismo de ordenar a meseros y capitales ignorantes de cómo se debe atender a un cliente. Y peor aún si el parroquiano se atreve a protestar, particularmente al recibir una cuenta abultada, sin proporción con la baja calidad tanto de la atención como de los alimentos. El único recurso que nos queda es no volver.
Es cierto que en alguna medida esta situación responde al turismo de bajo nivel económico y cultural que nos visita. El procurador de servicios no se siente obligado a superar la calidad de su oferta ya que la clientela es numerosa y poco exigente. Por eso lo peor que puede hacer el aspirante a gourmet es acudir a establecimientos ubicados cerca de los lugares más atractivos al turismo, como es el caso de los centros históricos de Guanajuato y San Miguel de Allende. Nuestros pocos buenos refectorios y fondas se ubican en lugares escondidos, sólo conocidos por los lugareños aficionados al buen comer. Pero aún en esos establecimientos buenos puede uno llevarse algunos fiascos.
Por esta razón ha sido una buena noticia la reciente apertura de un espacio académico profesional para dotar de capacitación culinaria y vinícola a los aspirantes locales a “chefs de grande cuisine”. Se trata de la Academia de Gastronomía “Agatha” (www.agatha.org.mx, Bvd. Campestre 403, en León), que regentean mis queridos amigos y colegas Beatriz Calderón y Leonardo Valdés, quienes acaban de inmigrar a la ciudad de León huyendo del caos de la ciudad de México. Beatriz es una chef profesional, egresada de prestigiosas instituciones del ramo y con amplia experiencia educativa. El segundo es un politólogo muy reconocido en el país, hoy profesor de la Universidad de Guanajuato, pero que tiene como segundo oficio el de ser experto catador de vinos finos y degustador entusiasta de la buena cocina. Ambos piensan contribuir de forma significativa a mejorar la calidad de los servicios culinarios que se ofrecen en la entidad mediante la capacitación tanto de los trabajadores como de los empresarios del ramo de los placeres de la alimentación.
Ya mi querido amigo Hugo José Suárez nos compartió en su espacio de esta semana en el Correo, los detalles de la apertura de este nuevo negocio. Yo aportaría a su espléndida crónica la sesión de cata y degustación de buenos vinos mexicanos que desarrolló para Agatha el catador profesional de origen argentino Rodolfo Gerschman (periódico Reforma), el pasado martes. Unos treinta comensales recibimos un cúmulo de información sobre la creciente riqueza vinícola de nuestro país, que se está uniendo aceleradamente a las privilegiadas zonas de cultivo y producción de cepas y vinos de alto registro. El placer del buen beber se acompañó con el arte y ciencia de la cata experta.
Les deseo la mejor de las suertes a este par de jóvenes empresarios de la buena cocina. Ojalá que hagan escuela en todos los sentidos, por el bien de nuestro sector turístico.

sábado, 19 de noviembre de 2005

La intifada francesa

Se dice que la democracia es un sistema político que nos permite contar cabezas sin cortarlas. Totalmente cierto. Gracias a este esquema de construcción de acuerdos es que hoy día la complejísima y abultada sociedad humana ha podido sobrevivir sin demasiados conflictos. Subrayo el concepto de demasía, porque es indudable que continuamos padeciendo lances y embrollos que en ocasiones se transforman en conflagraciones y pugnas de gran envergadura, como el conflicto social que hoy vemos en París, en Francia y en otros lugares de Europa. Cuando la democracia deja fuera a conjuntos importantes del complejo social, como es el caso de los jóvenes y los trabajadores originarios del África y de los países árabes, no es extraño que el sentimiento de exclusión y sujeción se desfogue por las vías violentas. Ya lo vimos en Los Angeles con los disturbios en Watts a fines de los ochenta; lo testimoniamos con la intifada (“guerra de piedras”) palestina en 1987; lo experimentamos en Chiapas con el levantamiento zapatista en 1994; con las diversas sublevaciones étnicas en Europa del este luego de la caída del muro de hierro, y ahora con prístina claridad en la ciudad de las luces (y las sombras).
Tuve la oportunidad de vivir durante un periodo de mi adolescencia en París, a fines de los años setenta. Ahí estudié un par de semestres de mi carrera de antropología y también un año de sociología. Esto último en la universidad de Vincennes (Paris VIII), en donde se concentró el profesorado y el estudiantado más crítico y rebelde, productos directos del agitado mayo de 1968. Era un espacio propicio para acoger a estudiantes extranjeros pobres, o bien a hijos de inmigrantes. Además me tocó vivir en el norte de la ciudad, en la Place d’Anvers, muy cerca del empobrecido Barbés Rochechouart, la zona donde se concentra una enorme proporción de inmigrantes musulmanes. Fue en esos espacios donde pude percibir de primera mano el clima de inconformidad y rebeldía latente que ya se gestaba entre las comunidades marginales de la urbe parisina. Los estudiantes de origen islámico, así como los africanos subsaharianos, experimentaban en carne propia las injusticias de un régimen político que no solamente los ignoraba, sino que también aplicaba políticas discriminatorias y medidas represivas ante una población “diferente” que estaba cambiando rápidamente el perfil cultural, racial y demográfico de la sociedad francesa. La intolerancia iba en aumento. Pronto florecieron los movimientos de ultraderecha formados por otros jóvenes, sobre todo punks, skinheads y neonazis que provocaron andanadas de violencia racista y xenófoba que pusieron en evidencia la hipocresía de una colectividad que se beneficiaba del trabajo de los inmigrantes pero que los rechazaba por su origen y su apariencia.
Los jóvenes que hoy han puesto contra la pared al aparato de seguridad francés son producto de décadas de descontento y rencor reprimido. Son los hijos rebeldes de los discriminados trabajadores que un día se trasladaron desde las viejas colonias francesas africanas hacia la tierra promisoria de la Europa comunitaria. Han querido compartir los beneficios del desarrollo y encontrar las oportunidades que se les negaron en sus países. Pero que irónicamente han encontrado, junto con empleo y mejores medios de vida, un clima de rechazo y segregación que cotidianamente les recuerda que no forman parte de la gran Europa y la “belle société française”. Es por ello que estos excluidos han formado enclaves islámicos en el norte de la ciudad capital, así como en muchos otros arrabales de las ciudades francesas y europeas donde reproducen los usos culturales y las redes sociales que les permiten sobrevivir en un entorno hostil. No es accidental que sea ahí donde se ha desatado la violencia irracional y destructiva que está afectando sobre todo a inocentes y a las clases medias, que ven destrozados sus patrimonios familiares por las turbas de rapazuelos de piel oscura. No me extrañaría que con esto se empeorara la situación de la población inmigrante, pues se reforzarán los sentimientos de racismo, exclusión y xenofobia.
Difícilmente esta situación encontrará una solución fácil o inmediata. Se arrastran demasiados agravios y rencores. Dudo mucho que la sociedad francesa y la del resto de Europa aprenda a aceptar el ineluctable destino conjunto que le espera en un mundo globalizado, que no solamente consiste en la aceptación de los flujos comerciales y financieros, sino también las corrientes humanas y la convivencia necesaria con el otro, el diferente. Lo mismo sucede en los Estados Unidos con relación a la inmigración hispánica, la de nuestros hermanos, por lo que debemos observar atentos la evolución de los convulsos sucesos europeos de hoy.

viernes, 11 de noviembre de 2005

Sobre el IFE y sus retos, III

Decía yo en mi pasada colaboración que los 192 consejeros locales del IFE nos reuniríamos durante el fin de semana con los nueve integrantes del Consejo General, quienes nos convocaron a una reunión nacional con la finalidad de capacitarnos, coordinarnos, conocernos y debatir varios puntos inquietantes que se plantean al instituto frente a las elecciones federales del 2 de julio próximo. En efecto nos reunimos en un hotel del sur de la ciudad de México, y debo decir que la sesión me sorprendió gratamente, sobre todo al compararla con las que realizamos con los miembros del anterior consejo general para preparar y evaluar las elecciones del 2000 y 2003, dos para cada ocasión. A mí me ha tocado participar en cuatro reuniones nacionales anteriores, pues fungí como consejero local para esos comicios. Las sesiones de entonces me parecieron largas y pesadas, pero me llamó la atención la lejanía que establecieron los entonces consejeros generales con respecto a sus colegas locales. A la gran mayoría, incluyendo a José Woldenbereg, los vimos en la inauguración y la clausura, y nada más. Sólo Jesús Cantú y en alguna medida Jaime Cárdenas y Mauricio Merino participaban activamente en las mesas de trabajo junto a sus compañeros de los estados. Al resto prácticamente no los vimos. En esta ocasión no sucedió así: todos los consejeros generales, excepto Marco Antonio Gómez –quien se disculpó por ello en la clausura— nos acompañaron a lo largo de los dos días de trabajo, cada uno coordinando una mesa temática. Inclusive Luis Carlos Ugalde y el recién nombrado secretario técnico Manuel López Bernal –abogado guanajuateño egresado de la UG en 1972— rondaron las mesas y convivieron con sus colegas consejeros.
Considero que por ello el ambiente de trabajo fue sumamente positivo y cordial. Los consejeros generales establecieron vías de comunicación directas y personales con sus pares en los estados, y la franqueza fue la regla. Fue evidente el interés de este nuevo consejo de instaurar una nueva modalidad de interacción con sus semejantes en los espacios locales, lo que sin duda contribuirá mucho a establecer relaciones de confianza y sentido de equipo. No sucedía así antes, por lo que con frecuencia los consejeros locales nos sentíamos huérfanos de liderazgo o bien francamente ignorados. Eso fue bien aprovechado por algunos protagonismos que en su tiempo provocaron la sensación de que existían “varios IFEs” en el instituto.
Muchos analistas y opinadores como el que suscribe señalamos y criticamos el aparente bajo perfil que exhibían los nuevos consejeros electorales cuando fueron nombrados hace exactamente dos años. Algunos tenían experiencia en la materia electoral –Andrés Albo había sido consejero local en el DF, Tere González Luna fue consejera distrital y local en Jalisco, Lourdes López fue vocal ejecutiva en Coahuila, Rodrigo Morales fue consejero del IEDF, Arturo Sánchez fue director ejecutivo en el IFE— pero en general sus perfiles palidecían cuando se les comparaba con los anteriores consejeros, quienes además dejaron sus cargos con una aureola de honestidad, capacidad y valentía. Sin embargo creo que con el tiempo la percepción pública hacia estos nuevos consejeros irá cambiando, y seguramente contribuirá mucho el trabajo pulcro y transparente que realizaron para escoger a los consejeros locales.
Los consejeros de Guanajuato son un retrato fiel del tipo de perfiles que buscaron los consejeros generales: paridad de género –tres hombres y tres mujeres--, experiencia y conocimiento en materia electoral –tres fueron consejeros distritales o locales en los procesos anteriores--, representación territorial –dos consejeras de León, otra de San Diego de la Unión, uno de Salamanca, otro de Guanajuato y uno más de Irapuato--, presencia de abogados –tres de los seis--, variedad en edades –el menor con 30 años y el mayor con 63— y también en ocupaciones. Excepto los tres que ya habíamos colaborado con el IFE, ninguno se conocía entre sí hasta ahora. Además el consejero presidente y vocal de la junta local, Antonio Manjarrez, tiene menos de un año en el cargo, es nativo de Nayarit y viene de ser vocal secretario en Querétaro. No tiene ningún nexo con grupos políticos locales.
Ahora nos toca a los consejeros locales nombrar a los 84 consejeros para los 14 distritos federales. En estos momentos las juntas distritales del IFE están afanadas recibiendo las propuestas de organizaciones sociales o incluso autopropuestas de ciudadanos que estén interesados en participar en la dura talacha del cuidado de las elecciones. Y es cierto que en ese nivel se da el trabajo más fuerte. Como nos dijo un colega de otra entidad: “los consejeros generales habitan el cielo, los distritales padecen el infierno y los locales flotan en el limbo”. Muy cierto.

sábado, 5 de noviembre de 2005

Sobre el IFE y sus retos, II

Con todo y lo problemáticos que han resultado los procesos internos de los partidos políticos para elegir a sus candidatos a la presidencia de la República, en general se puede aventurar que esos institutos van a salir bien librados de este trance. El PAN salió fortalecido con la elección de su candidato el doctrinario Felipe Calderón, a pesar de lo ríspidas que fueron sus precampañas, donde no se dejó ir oportunidad para descalificar o zancadillear al contrario. Aunque creo que no podría haber sido de otra forma: hay evidentemente una crisis de crecimiento como resultado de su acceso a las más altas esferas del poder nacional, y a que la posición presidencial se percibe cercana para refrendarla por un seguro periodo. En el PRI se aprecian aires de calma aparente, luego de la tormenta mediática que se desató sobre el renunciante Montiel; ahora lo vemos con dos precandidatos que más parecen uno, ante las pocas posibilidades que se advierten para Everardo Moreno ante la aceitada maquinaria madracista. Sin embargo será interesente observar el debate del jueves 3 –un día antes de que se publique esta columna en el canal 52. Pero ya se anuncia el tono cuando conocemos las declaraciones de Moreno a El Universal: “hay puntos de vista similares entre Roberto Madrazo y yo, porque pertenecemos a un mismo equipo”.
En el PRD ya cuentan con candidato único desde hace rato, y Andrés Manuel continúa su batallar por mantenerse en los titulares de la prensa impresa y electrónica, ahora con la denuncia de un nuevo complot que para variar se gesta en el ciberespacio, la tierra de nadie. Y en el partido verde pasean a su joven y fresco paladín, Bernardo de la Garza, a quien muchos le desearían mejor suerte que la que parece irse cocinando en las ollas podridas de la negociación.
Se aproximan ahora las definiciones del resto de las camadas políticas que buscarán las posiciones legislativas federales y locales, el ejecutivo estatal y los ayuntamientos guanajuatenses. La habilidad de las dirigencias se pondrá a prueba, con el fin de evitar la lamentable tendencia a convertir a los partidos en agencias de colocaciones. Ojalá que los procesos internos privilegien la detección de auténticas vocaciones de servicio y las capacidades que demanda el servicio público, así como un necesario espíritu de sacrificio republicano… generosidad pues. Los buscachambas y arribistas deberían derivarse a las agencias de empleo o a los contratistas privados.
Como siempre los árbitros de la contienda, el IFE y el IEEG, se colocarán en el foco de la atención –o del ataque de estos impetuosos competidores, que no escatimarán oportunidad para achacarles mil y un torpezas o incluso oscuras e inconfesables intenciones. Ni modo: así son las competencias que demandan la intervención de terceros “imparciales” que hagan respetar las reglas, incluso en contra de los siempre inconformes afectados. Y entrecomillo el adjetivo porque dudo mucho que exista tal cosa. Nuestras opiniones y juicios preconcebidos nos acompañan siempre, pues son parte de nuestro bagaje cultural, son “obstáculos epistemológicos” como bien lo señaló el psicólogo del espíritu científico Gastón Bachelard. De lo que se trata es de ser conciente de los mismos y evitar su ingerencia excesiva en el arbitrio. Eso es lo que llamamos ser un “profesional”. Y esa es la tarea que debe enfrentar el IFE, sus consejeros y su aparato logístico y administrativo: ser profesionales.
Es natural que la temperatura del ambiente político se contagie a los espacios de arreglo y consenso donde se deben construir los acuerdos básicos para posibilitar el ejercicio civilizado de la competencia. El desacuerdo es congénito a la esencia humana. Pero siempre hay que buscar encauzarlo y conducirlo por las vías institucionales con el fin de que se convierta en factor de sintonía y sincronía, no de atonía y ruptura.
Este fin de semana habrá una reunión nacional de consejeros electorales locales del IFE. Los 192 consejeros locales y los nueve generales nos reuniremos para capacitarnos, dialogar y compartir convicciones acerca de nuestra tarea. Es una excelente costumbre que el instituto ha mantenido desde su ciudadanización plena en 1997. En esas reuniones se establecen elementos mínimos y compartidos que permitan desarrollar comicios uniformes y de similar efectividad a lo largo del territorio nacional. Ya les comentaré las novedades de esa reunión en mi próxima colaboración. Por lo pronto mantengámonos al alba de los procesos internos de los partidos, que prometen aún más recreación de la buena. Yo por eso no me pierdo a los parodiantes de “el privilegio de mandar”. Valga el comercial.