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viernes, 28 de enero de 2011

Hillary en Guanajuato

Hillary en Guanajuato

Publicado en Milenio de León.

Unas cuantas horas, pero muy intensas, permaneció la canciller norteamericana Hillary Clinton en Guanajuato capital. Llegó con una hora de retraso al Aeropuerto Internacional de Silao, y media hora después, a las 13:30, ya se estaba dando un delicado abrazo con la canciller mexicana Patricia Espinoza, en la Alhóndiga de Granaditas. Muy pocos guanajuateños se dieron cuenta con anticipación del arribo, y el mero día sólo algunos sabían por qué la ciudad amaneció ocupada por soldados y policías federales. El miedo no anda en burro, y a muchos nos dio el “síndrome de Ciudad Juárez”. La triste verdad es que ya pocos mexicanos nos sentimos seguros en la cercanía de sardos y gendarmes.
Foto: AFP, EL Economista. En el AIG.

Hillary se dejó venir, según los opinadores prime time, para realizar una especie de “operación cicatriz” como resultado de la docena de cables de la embajada de los Estados Unidos en México filtrados por WikiLeaks, el sitio campeón de la transparencia internacional. Los cables diplomáticos son lo que deben ser: comunicaciones internas donde se dice la verdad cruda, al menos la verdad desde la percepción de la embajada emisora. En la política abierta es inusual hablar con verdades, y cuando éstas brotan suelen hacer estragos, como fue el caso. El presidente Calderón se sintió agraviado de forma personal por ciertas afirmaciones del embajador Pascual, y eso congeló la relación con el representante extranjero.

Al parecer, Hillary desempolvó una tibia invitación que le había expresado hace unos meses su contraparte mexicana y se dejó venir en visita relámpago. Las palabras elogiosas que pronunció en el austero pero magnífico patio de la Alhóndiga evidenciaron su deseo de congraciarse con el gobierno mexicano, y desplegó su pegajosa simpatía. A su entrada al histórico edificio una quincena de parroquianos, algunos de ellos estudiantes de la Universidad de Guanajuato, habían podido lanzarle gritos tanto de bienvenida como de reclamo por la violencia en que vivimos desde que se declaró la guerra a las mafias de las drogas. El hecho es llamativo, porque los guanajuatenses no solemos ser aspaventosos en nuestras expresiones públicas, pues tenemos más gusto por la grilla de cámara, a la florentina. Tal vez por eso nuestra ciudad fue elegida para recibir la delicada visita: es uno de los entornos urbanos que todavía conserva buena parte de su tranquilidad y placidez provincianas. No había demasiado peligro de que la visitante fuese importunada con airadas protestas públicas, pintas groseras y demás arsenal de las hordas de protestantes callejeros que depredan las calles del Distrito Federal y otras capitales. No, acá hasta pudo pasearse por Sopeña y el Jardín de la Unión, y comer en el Teatro Juárez (¿le habrá recordado al Teatro Ford de Washington, donde fue asesinado Lincoln?).

Dicen por ahí que Chava Santacruz, el jeque de los guías de turistas del terruño, todavía no se lava la mano con que condujo a la dama de hierro. Otros más dicen que tampoco se las han lavado el alcalde cuevanense y el gobernador panza verde. Ambos lucieron como adolescentes que cortejaban a una alta y güera quinceañera, la más apetecible de la secundaria.

La visita terminó donde debía hacerlo: en Los Pinos, con una hora y media de secretos diálogos con el presidente Calderón. Seguro que ahí se dijeron sus verdades, pero también seguro que volvieron a pesar más los reclamos del imperio. La guerra civil en la que estamos atorados sólo puede destrabarse con el apoyo de los mismos que ocasionaron el problema.
En fin, Hillary visitó Guanajuato y admiró las pequeñas pero enormes maravillas de una ciudad irrepetible, inconcebible y deslumbrante. Nada en Gringolandia iguala sus piedras, túneles, cerros y la colorida algarabía de casas y edificios que parecen derrumbarse sobre la cañada retacada. Mrs. Clinton: regrese otro día.


martes, 25 de enero de 2011

Animal de fuego junto al río

Animal de fuego junto al río

Publicado en de Guanajuato.

Así prefiere asumir la toponimia de Salamanca el historiador y estudioso de la cultura popular de ese municipio del estado de Guanajuato, Juan Diego Razo Oliva, hoy profesor de la UNAM y prologuista de la monografía referida a esta ciudad mexicana a orillas del Lerma -no del Río Tormes como la española-. Una enorme salamandra urbana con una de sus extremidades en fuego permanente: su refinería.
Razo Oliva, estudioso de la lírica histórica en los “corridos” de Guanajuato, escribió un espléndido prólogo a solicitud de los siete coautores del libro. Una monografía más producto del proyecto editorial de la ya saldada Comisión Estatal del Bicentenario. Los siete “magníficos” autores son jóvenes plumas, exceptuando tal vez a mi querido amigo Hilario Pescador Razo, el autor del solvente capítulo sobre la Revolución en tierras salmantinas. Es de reconocer las plumas de Mariel Vera Serna, Eva Luz Villalón, Alfonso Gutiérrez Nieto, Montserrat García Rendón, Espiridión Contreras Enríquez, José de Jesús Romero y el mencionado Hilario. Sin duda conforman una nueva generación de cronistas municipales. Son historiadores, arquitectos y abogados, y colaboran con una oficina municipal de investigación y difusión histórica, hecho inusitado dentro de nuestras provincianas administraciones parroquianas. Reciben salario, pues, y eso los convierte en profesionales de la historiografía.

El libro, que fue coordinado por José Sergio Hernández Rodríguez, director de la Casa de la Cultura, es predominantemente histórico-político, con énfasis en las expresiones de la cultura, tanto la popular como la sofisticada. Aunque los autores se dividieron el trabajo a la vieja usanza del “pastel” -cada quien un cacho-, no se pierde el hilo expositivo, y hay un espíritu unitario entre las diversas colaboraciones. Se evidencia que el equipo trabajó como tal, y que realizaron frecuentes sesiones de trabajo para poner en común los elementos que han podido servir como hijos conductores, como el de la cultura popular y la identidad regional.
El texto desborda orgullo por las exuberantes artesanías salmantinas, por sus numerosas festividades, por los grandes personajes con que el terruño colaboró a las luchas nacionales, por el añejo gusto local por el arte y la cultura refinada. Hace algunos años un salmantino me presumía que su municipio contaba con el mayor número de coros y conjuntos musicales de corte clásico en la entidad. Nunca corroboré el dato, pero no me sorprendería que fuera cierto: en Salamanca conviven varias instituciones culturales de corte federal, estatal y municipal. Y para todas hay públicos.

En lo personal he podido vivenciar esa vocación cultural del salmantino. Sólo tres recuerdos: cuando era adolescente -en los setentas- había participado en ese ambiente intelectual -siempre edulcorado con la nieve de pasta de los portales- gracias a mi mejor amigo Vicente Aboites –hombre del renacimiento- y a su señor padre el licenciado Gilberto Aboites Flores, notario, impresor, y agudo intelectual liberal. Luego, en 1979 pude realizar un recorrido arqueológico por ese municipio bajo la tutela del arqueólogo texano Herb Elling, quien con tan sólo con una fotografía aérea dio con el espectacular sitio arqueológico de Los Edificios o Los Cenizos: un conjunto de más de 200 estructuras piramidales, con enormes terrazas, frontones y otros elementos típicos de la arquitectura mesoamericana ceremonial. Me alegró mucho encontrar la descripción de este sitio -que yo creí olvidado- en las páginas 78 y 80. Finalmente, hace más de dos décadas recorrí la Salamanca rural con mi amigo Hilario Pescador, uno de los autores, quien me abrumaba con la riqueza histórica y cultural de sus comunidades; fotocopiábamos guiones de pastorelas, rescatados a veces de chiqueros. Esos guiones salmantinos deben reposar en algún archivo del Instituto Estatal de Cultura.
Espero que los autores cumplan con su promesa de que este es, apenas, el primer fruto de un esfuerzo de equipo. Cuentan con el municipio, lo cual es espléndido.


martes, 18 de enero de 2011

San Francisco de los Amúes de Xichú

San Francisco de los Amúes de Xichú

Publicado en de Guanajuato.

Con la monografía histórica del municipio de Xichú –o Tzichuú- se redondea la cobertura de la Sierra Gorda guanajuatense mediante la publicación de tres esfuerzos de remembranza del desarrollo de los seis municipios que la integran. El libro que hoy comentamos fue escrito por José Tello Vázquez, uno de los integrantes veteranos de la Asociación Estatal de Cronistas de Guanajuato, agrupación de memoriosos que se dio a la tarea de rescatar las microhistorias parroquiales y aprovechar la invitación de la Comisión Estatal del Bicentenario para publicarlas dentro de una colección bibliográfica, que pronto se convertirá en material de referencia obligada para los estudiosos del desarrollo, la cultura y la historia regionales.


Don José Tello invierte al orden en el que las monografías anteriores han desplegado su información. Inicia de inmediato con una descripción de los gobernantes municipales y sus principales aportes al desarrollo de Xichú, sobre todo en obra pública. Y sigue adelante con un acercamiento más de carácter político que de tipo monográfico. Es claro que el autor pretende capturar el interés del lector, sobre todo de aquél que es lugareño y que se interesa más por lo reciente que por lo antiguo. Es una buena estrategia, porque deja en el intermedio los áridos capítulos que contienen los datos del contexto geográfico y de servicios. Las monografías más difíciles de leer son las que le espetan al lector una retahíla de datos iniciales que pronto espantan al más paciente. Y resulta que la “carnita” del texto se deja hasta el final, cuando ya muchos lectores han desertado.
La monografía de Xichú tiene la estrategia contraria, y creo que para bien. Pude leerla sin prisas pero sin pausas, y hacia mediados del libro, cuando se llega a los datos áridos, pude brincarme los capítulos del dos al cinco y abordar el capítulo sexto con la convicción de que con esas dos amplias secciones, del principio y del fin, había aprendido lo esencial de la aventura xichulense. Lo más interesante sin duda, además del paseo histórico que da razón de ser a un municipio cargado de identidad y de personalidad, es compartir con el autor su amplio conocimiento sobre las tradiciones y la cultura popular local. Se disfrutan mucho sus descripciones de las topadas, el huapango, las vidas de los trovadores cuyas décimas lanzadas al aire deben ser cachadas y reviradas por un rival con igual o mayor talento para la improvisación en la versada.
Guillermo Velázquez y Los Leones de la Sierra de Xichú

Pero la historia de Xichú y la Sierra Gorda es el plato fuerte de este libro de 200 páginas. Me fue muy estimulante conocer en su capítulo sexto los detalles de la rebelión de Eleuterio Quiroz, Tomás Mejía y los indígenas conservadores que en 1847 y 1848 pusieron en jaque a un país que se deshacía en pedazos a manos del invasor gringo. Los indios que se levantaron para que se les reconocieran sus fueros coloniales, y que no tuvieron empacho en buscar su independencia y fundar la República de la Sierra Alta de Guadalupe de América en 1848, y al año siguiente lanzar el “Plan político y eminentemente social del Ejército Regenerador de la Sierra Gorda”. Todo un discurso autonomista, que no habría tenido demasiadas diferencias con las banderas zapatistas de 1994 y los Acuerdos de San Andrés, nunca cumplidos. La nación originaria, nativa, en busca de su soberanía. Por eso los criollos debieron aplastarla.
Panorámica de Xichú


viernes, 14 de enero de 2011

Nomás tantito...

Nomás tantito...

Publicado en Milenio de León.

Parece que se aproxima un nuevo motivo de desavenencia entre el tozudo ayuntamiento de Guanajuato capital y su población. Ahora por la intención de afectar el único parque ecológico de la ciudad, “El Orito”, ubicado hacia el norte de la misma, precisamente en un área que los proyectistas del Gobierno del Estado planean afectar para construir el libramiento norte, una vialidad sin duda muy necesaria, pero que no justifica que se ejecute sobre uno de los pocos espacios de preservación ecológica del municipio.
El Orito fue adquirido por la autoridad municipal de Guanajuato a fines de los años noventa, gracias a que los Echánove –familia muy conocida de actores y artistas locales- le vendieron esa superficie de 142 hectáreas, con la intención de que se convirtiera en un pulmón y un área recreativa que beneficiara a la población. Desde el principio las administraciones municipales no supieron bien a bien qué hacer con el espacio, que se convirtió en los hechos en una papa caliente. Una de esas administraciones –la de Juan Antonio Valdés Fonseca- tuvo la ocurrencia de ceder parte de su superficie al “cuidado” de una empresa inmobiliaria, JARAB, propietaria del hotel y club de golf del Tiro de Guadalupe. Ese gobierno definió a las carreras un convenio (CONV-046/2006) a pocos días de entregar la administración, y pronto se evidenció que el único interés fue beneficiar al particular a costa del interés común. Ni tardo ni perezoso el nuevo “dueño” cercó las 14 hectáreas e impidió el libre tránsito. Y su compromiso de reforestar con 40 mil árboles quedó en simple promesa. El interés público perdió, y recibió a cambio una andanada de justificaciones gubernamentales. De nuevo prevaleció el interés de los pocos sobre el de los muchos.
Cualquiera que le haya dado seguimiento al caso del Orito –si usted quiere puede encontrar mucha información googleando “Orito Guanajuato”- se habrá dado cuenta de que en estos 22 años se han acumulado un sinnúmero de malos entendidos y desencuentros entre las diferentes autoridades municipales y miembros de la sociedad civil. La asociación “Amigos del Orito”, que comenzó liderada por Francisco Arroyo y que hoy dirige otro político priísta, Luis Antonio Muñoz Mosqueda, cumple un papel ornamental y de comparsa frente a la autoridad. El convenio no se ha cumplido, y las administraciones de Eduardo Romero Hicks y de Nicéforo Guerrero no lo refrendaron, por lo que en teoría debería haber quedado sin fundamento legal. En los hechos el predio de las 14 hectáreas sigue siendo manejado como propiedad privada.
El resto del predio corre ahora un riesgo mayor. Según el plano del proyecto del libramiento norte, está previsto que el solar sea atravesado por la nueva carretera, partiéndolo en dos. Desde hace mucho tiempo es posible consultar un buen mapa del parque y cómo será atravesado por el libramiento en una de las páginas del CIMAT.

El alcalde Guerrero se ha apresurado a afirmar que sí habrá afectación, pero “nomás tantito”. Ya desde junio de 2008 su predecesor panista había afirmado que el libramiento pasaría “por la parte de atrás de El Orito”, pero que no sabía si alcanzaba “a morderlo”. Ahora sabemos que no sólo lo muerde, sino que le cercena toda la sección norteña. Pero no hay problema, es “nomás tantito”.
El problema es que cuando se trata de cualquier espacio de preservación ecológica, la autoridad siempre encuentra la manera de justificar su afectación. Se sigue concibiendo a esos territorios desde la óptica utilitaria del desarrollismo, como zonas ociosas que no sirven para nada. Ninguna de las cuatro administraciones municipales pasadas ha generado un proyecto integral y viable para convertir a El Orito en un parque ecológico auto sustentado, como sucede con espacios similares en otras ciudades, como el parque Metropolitano y el área de El Palote en la ciudad de León. El tema es concebido como fuente de problemas, y la actitud oficial ha sido ignorarlo lo más posible. Los medios de comunicación y algunos ciudadanos se han ocupado de mantener abierto el tema, porque el espacio continúa siendo agredido por particulares sin escrúpulos, como los camioneros escombristas que han convertido a parte de El Orito en un basurero sin control.
Hace falta que la autoridad asuma una actitud proactiva y no reactiva ante el tema general de la necesidad de contar con un cinturón de preservación ecológica alrededor de la ciudad de Guanajuato. No es un tema menor ni una ocurrencia de parte de los ciudadanos opinantes: es una exigencia que debe plantearse cualquier ciudad consciente de su sustentabilidad en el largo plazo y la urgencia de reducir su huella ecológica. No es tema menor, ni es “nomás tantito”.


martes, 11 de enero de 2011

San Luis Chichimeca

San Luis Chichimeca

Publicado en de Guanajuato.

Reseñaremos ahora otra monografía histórica municipal de Guanajuato, también perteneciente a la colección que ha publicado la Comisión Estatal de Conmemoración del Bicentenario. El texto fue integrado con los aportes de un grupo de historiadores y cronistas locales sobre San Luis de la Paz, el municipio que es puerta de entrada de la Sierra Gorda, región que comparten los estados de Querétaro, Guanajuato y San Luis Potosí.

La importancia histórica de San Luis de la Paz no puede exagerarse. Desde el siglo XVI con la expansión colonial y sedentarizadora hacia el norte, este asentamiento jugó un papel vital en la pacificación de los hostiles indios chichimecas, que supieron oponer una bravía resistencia al peninsular y sus aliados nativos que importó de Mesoamérica. San Luis de la Paz se ubicó en el cogollo del conflicto que se mantuvo durante toda la segunda mitad de ese siglo lejano. Hasta que más por la cruz que por la espada, y gracias a la acción incesante de los misioneros jesuitas y otros religiosos, se logró la paz tan anhelada, que fue formalizada y perpetuada en el mismo nombre de la naciente villa, que mudaría de nombre de San Luis Xijotepec a San Luis de la Paz, gracias a esa paz alcanzada con los indios bravos de la chichimequidad. En la monografía queda muy claro el enorme orgullo que para los ludovicenses representa su origen tan cercano a los de la Nación Chichimeca, que hoy todavía es representada por los dos mil hablantes de la lengua Chichimeca-Jonaz que habitan en Misión de Arriba y en Misión de Abajo.
Los capítulos principales de la empresa monográfica que hoy referenciamos se construyeron sobre la base de los aportes escritos de varios cronistas: Fulgencio Ramírez Martínez, quien aportó efemérides que desgraciadamente se interrumpen en los setenta del siglo XX; Alberto Antonio Loyola Pérez, que diserta con abundancia y conocimiento sobre la historia y la cultura de los chichimecas, así como sobre la ruta de la plata, la fundación y la rebelión ante la expulsión de los jesuitas en 1767, además de la obra civilizatoria de éstos. La historiadora Esperanza García Flores se hace cargo del análisis del proceso de independencia y el extraordinario papel que jugó Xavier Mina en la zona. Ricardo Soltero Rodríguez aporta fragmentos y materiales históricos; Fulgencio Ramírez trabajó el ferrocarril y el florecimiento del mineral de Pozos, que en 1897 llegó a ser municipio con el nombre de “ciudad Porfirio Díaz”.

El capítulo IV detalla la cultura, la sociedad y la política locales, aunque con demasiada superficialidad para mi gusto, dado el método estadístico elegido. Los siguientes tres capítulos dedicados al patrimonio cultural padecen el mismo problema: descripciones muy pobres de edificios, tradiciones, festividades y demás elementos de almanaque, que no ayudan mucho y sí aburren. Como en otras monografías municipales, el afán de dar demasiada información sobre la situación actual -economía, demografía y gobierno sobre todo-, ahoga la riqueza de la memoria y de la reflexión sobre la identidad parroquial.

Lo más interesante de este libro es el constituirse como esfuerzo colectivo, y que supo conjuntar textos dispersos que lograron cierta unidad que facilita una suave lectura. Parece evidente que el gobierno municipal intervino en apoyo del esfuerzo, como se señala en el prólogo escrito por el presidente del ayuntamiento. Es de felicitarse este tipo de empresas culturales que se comparten entre el gobierno local y los individuos interesados. Una monografía digna de un municipio tan digno. Bien hecha, bien hecho.


viernes, 7 de enero de 2011

Dos décadas

Dos décadas

Publicado en Milenio de León.

Este año que inicia también va a ser de aniversario para los guanajuatenses. Hay que recordar que hace 20 años nuestra entidad estaba sumergida en uno de los procesos electorales más intensos de la historia política local, cuando Ramón Aguirre del PRI, Vicente Fox del PAN, Porfirio Muñoz Ledo del PRD-PPS, “Rosita de Guanajuato” del PDM y otros personajes igual de folclóricos contendían por la gubernatura de la entidad. Los que vivimos de cerca el proceso recordamos muy vívidamente cómo se caldearon los ánimos, y cómo se impuso una solución alejandrina al nudo gordiano que provocó el caos electoral.
Guanajuato cumple 20 años de regirse bajo gobiernos estatales de bandería albiazul. Todos recordamos el relámpago en descampado que significó la imposición del interinato de Carlos Medina Plascencia como un medio -se dijo- para “reparar el daño del fraude” cometido en contra del candidato Vicente Fox. Todavía se oye el eco lejano de los alaridos callejeros de panistas primero, y de priístas después, que se quejaban de haber sido víctimas de las imposiciones centralistas del maquiavélico Carlos Salinas de Gortari, quien jamás se inquietó un ápice por atender la voluntad real expresada en urnas. Nunca supimos bien a bien qué pasó en las elecciones de agosto, pues nunca se documentó el presunto fraude –no se trataba de eso-. Si tal cosa hubiese ocurrido se debió haber anulado el proceso y repetirlo, pero con mayor vigilancia y con un mejor instrumento electoral que el código ventajoso que se estrenó en el mismo 1991. Además, si hubo fraude en la elección local, también lo debió existir en las primeras elecciones organizadas por el IFE en Guanajuato, cuando se eligió como senador de la República al priísta Roberto Suarez Nieto, a quien se le reconocieron los mismos votos que a Ramón Aguirre. Nunca se explicó qué sucedió ahí, pues las cifras de los dos organismos electorales coincidieron casi perfectamente. ¿Hubo fraude en la Comisión Estatal Electoral o en el IFE? ¿O en los dos?
Rafael Corrales Ayala en 2007

Son demasiadas incógnitas que no han sido nunca aclaradas en estos años, y que el pragmatismo político ha preferido dejar de lado en función de la necesidad de tener gobiernos efectivos, más que legítimos. La legitimidad electoral se logró tiempo después, gracias al nuevo código y al instituto que nacieron en 1995.
En fin, que estaremos cumpliendo este año dos décadas de la alternancia en el gobierno estatal. Una espléndida oportunidad, como la de todas las conmemoraciones, para hacer cortes de caja y balances. Son ya cinco las administraciones estatales panistas que se han sucedido en el poder, y su presencia en los espacios municipales se ha mantenido mayoritaria en esos mismos años: desde 1991 Acción Nacional ha acumulado 152 administraciones municipales de un total de 322 (47.2%), así como 114 diputaciones locales de 252 curules (45.2%). Tuvo un triunfo contundente con Fox en las elecciones extraordinarias de mayo de 1995 con el 58% de los votos, y vio cómo este personaje supo posicionarse para lograr la candidatura de ese partido a la Presidencia de la República, y el triunfo en las elecciones del 2 de julio del 2000. Guanajuato logró así su primer paisano en la máxima magistratura del país.
Carlos Medina Plascencia

Son veinte años que invitan a la reflexión y al debate respetuoso. ¿Cómo ha evolucionado el panismo en el poder? ¿Qué ha sucedido con las oposiciones? ¿Qué ha cambiado y qué permanece dentro del modelo político guanajuatense? ¿Seremos el baluarte máximo del albiazul en las elecciones de 2012? ¿Hay perspectivas para alternancia local? ¿Qué paralelismos podemos encontrar entre 1991 y 2011?
En fin, son muchas las preguntas que podríamos hacernos si nos damos un tiempo para la reflexión. Yo estoy listo para provocar un debate racional desde el ámbito de la academia, al que convoquemos a nuestros estudiosos de la política a plantear escenarios presentes y futuros sobre la evolución de la democracia en el centro del país. En el 2012 nadie tendrá tiempo ni ganas de especular desde la erudición; por eso este año que inicia me parece un espacio favorable para comenzar un ejercicio serio de ponderación de las dos décadas de hegemonía panista en Guanajuato. ¿Qué no hay más allá?

martes, 4 de enero de 2011

Lejanías de Sierra Gorda

Lejanías de Sierra Gorda

Publicado en de Guanajuato.

Una de las monografías históricas que ha publicado la Comisión de Conmemoración del Bicentenario en el estado de Guanajuato difiere del resto en que no se aboca a un solo municipio, sino a los que comprenden la región natural y social de la Sierra Gorda. Son seis municipios pero se les resta menos dos, San Luis de la Paz y Xichú, que los autores anuncian recibirán un tratamiento menor por contar ya con sus propias monografías, que pronto comentaremos. Son tres los autores: Luis Ernesto Camarillo Ramírez (coordinador de la obra), Víctor Avelar Zamarripa y Luis Fernando Díaz Sánchez. Los tres son historiadores profesionales, egresados de nuestra Universidad de Guanajuato. El último fue egresado de la maestría en Historia del desaparecido Colegio del Bajío, y fue presidente del Colegio de Historiadores de Guanajuato. Yo he tenido el gusto de colaborar en algunas empresas historiográficas con Ernesto Camarillo.

El texto refleja la formación historiográfica de los autores. Son muy cuidadosos en el uso literal de la información, y buscan equilibrar las ausencias de datos históricos en algunos de los municipios, con datos contextuales y de referencia de sucesos que afectaron a toda la región, como fue la Guerra Chichimeca, la minería o las grandes rebeliones indígenas del siglo XIX. Es por ello que, aunque intentan dejar fuera a San Luis de la Paz, este municipio aparece una y otra vez en las referencias de apoyo que menciono arriba. Es demasiado potente la fuerza cohesionadora que ejerció históricamente San Luis sobre toda la Sierra Gorda guanajuatense, y eso no puede sencillamente ignorarse.

La Sierra Gorda es una realidad aparte del resto de la entidad. Y así lo ha sido siempre. Sus procesos históricos, económicos, políticos y por supuesto los culturales ayudan a definir a esta región como un “área cultural” específica, a la manera como definieron este concepto los antropólogos Clark Wissler y Julian Steward a principios del siglo pasado: un área relativamente homogénea en cuanto a las manifestaciones culturales de sus comunidades humanas, que evidencian “rasgos” o “elementos culturales” que actúan como una especia de “patrones” que permiten delimitar empíricamente ámbitos geográficos. A partir de ello se pueden definir centros o “áreas nucleares”, “áreas intermedias” y “periferias”. Sin duda en la monografía se evidencian esos “centros”: San Luis de la Paz como el principal; Xichú de los Indios (Victoria), Pozos y Xichú en segundo término (incluso se debería incluir a Casas Viejas, San José Iturbide), y el resto de las cabeceras en un tercer circuito, ya periférico.
La monografía es abundante en información. Pero tal vez por lo mismo no permite una visión sistemática, regional. Me parece un error haber elaborado submonografías por cada municipio, y eso hace reiterativa mucha de la información. Hay diferencias importantes en la redacción, y parece que al final no hubo tiempo de darle una revisión general, que uniformara el texto. Y como el resto de las monografías -excepto una- la calidad de las fotografías deja mucho que desear. La bibliografía está escondida, y no corresponde al sistema de referenciación empleado en el texto, lo que me parece inexplicable para académicos. Y hay errores como asegurar que “Atarjea” proviene del Náhuatl; en México queremos ver en nuestros topónimos añejas referencias prehispánicas, pero no es así en este caso. Según el DRAEL, "atarjea" es "Canal pequeño de mampostería, a nivel del suelo o sobre arcos, que sirve para conducir agua".
Es muy importante que la memoria histórica regional se apoye cada vez más en el trabajo de profesionales, como los autores referidos. El cariño por el terruño no puede sustituir -aunque sí complementar- el esfuerzo de la ciencia histórica.