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viernes, 29 de octubre de 2021

La ignorancia arremete

La ignorancia arremete

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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ZonaFranca.mx Milenio León
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La actividad filosófica, intelectual y científica ha sido históricamente una vocación de élite. El cultivo del pensamiento abstracto es propio de eruditos. Al ser una actividad necesariamente minoritaria, despierta sentimientos encontrados en el resto de la población, pues con frecuencia se cuestiona si los productos del pensamiento académico tienen aplicación en la solución de los problemas cotidianos de la sociedad mayor. Es una incomprensión casi natural que parte de la ignorancia acerca de las funciones sociales que atienden esas minorías doctas, a las que se vincula con la ociosidad, la improductividad y los privilegios.

Así ha sucedido desde tiempos clásicos, cuando los ricos y poderosos financiaban el ocio creativo de filósofos, artistas y demás sabios, que ornamentaban sus cortes, pero raramente contribuían a la ampliación de su riqueza o poder. Así lo vivió Platón con el rey de Siracusa, Dionisio, a quien quiso convertir en su ideal del rey filósofo, sabio y prudente. El rey utilizó a Platón para ampliar su prestigio y luego lo vendió en el mercado de esclavos, donde fue rescatado-comprado por un antiguo colega ilustrado.


En México y en buena parte del mundo, los poderosos suelen desconocer el valor del pensamiento complejo. La política real atiende a sentimientos e impulsos inconscientes, no a políticas públicas diseñadas con base en el conocimiento científico. Los conceptos ideales de gobierno se vuelcan en planes y programas formales, que desbordan técnica y datos precisos, pero pocas veces son aplicados, ajustados y evaluados. El poderoso mexicano confía más en sus instintos que en estas abstracciones de tecnólogos, a los que además se vincula con paradigmas desprestigiados como el “neoliberalismo” —whatever that means.

Hoy día, se cree que la buena política es la que se refleja en programas de transferencia líquida de recursos a los sectores sociales vulnerables —el pueblo— sin padrones, sin criterios técnicos, sin reglas de operación ni mucho menos la evaluación de su efectividad. Lo que importa es consolidar la fidelidad de una clientela electoral, que garantice la permanencia en el poder, como recomendaría Maquiavelo, otro intelectual.

Ante esta concepción clientelar de la política no sorprenden los embates contra los centros de creación, preservación y difusión de la sabiduría colectiva: las universidades y los centros de investigación. No se acepta la naturaleza minoritaria del saber de largo aliento, y se pretende “democratizar” su acceso; así, por ejemplo, se presiona a esas casas de estudio para que acepten a cualquier demandante de educación superior. Un objetivo hermosamente utópico, como el socialismo de Charles Fourier, pero irreal y demagógico.


La ciencia debe adjetivarse, o no será, afirma el poderoso. Hay que construir la ciencia para el pueblo, dicen sus acólitos. El conocimiento superior debe ser tomado por asalto, para que deje de ser un baluarte de los fifís privilegiados de la academia “hamburguesa”. Hermoso ideal, muy platónico, pero carente de asideros en la realidad objetiva: la ciencia es para todos, pero no todos son para la ciencia.

Nuestro país seguirá condenado a la intrascendencia en el campo de la generación de conocimiento científico y tecnológico de frontera. Se reducen los recursos, se condicionan los pocos fondos restantes, se extermina el Foro Científico y Tecnológico, y se extingue la revista Ciencia y Desarrollo, que tantos de nosotros, los que nos formamos con becas del estado neoliberal, leíamos con fruición desde 1984.

Oscuras amenazas se ciernen sobre la sabiduría. La situación de hoy me recuerda al rector Miguel de Unamuno, quien se enfrentó con las armas del pensamiento al poder violento del radicalismo palurdo, desde la tribuna venerable de la Universidad de Salamanca.




viernes, 22 de octubre de 2021

Policías de nuevo...

Policías de nuevo...

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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La penetración del crimen organizado en las corporaciones de seguridad en Guanajuato sigue imparable. Las recurrentes limpias en las policías municipales que se han implementado desde 2012, no han logrado el objetivo de blindar los conjuntos garantes de seguridad pública contra la seducción del poder económico de los cárteles del crimen. Los controles de confianza en el reclutamiento de los elementos policiacos no han tenido reflejo en la mejora de los estándares éticos del desempeño de la función. Las realidades se imponen, y la tentación corruptora devasta la mística de servicio: agentes con sueldos mensuales de entre diez y catorce mil pesos brutos —siete y diez mil netos— sucumben cuando se les ofrecen “gratificaciones” que les duplican el ingreso. Las prestaciones tampoco ayudan a mejorar su situación inmediata, y los seguros de riesgos profesionales son de risa: entre cien a doscientos mil pesos por pérdida de vida, incluyendo gastos funerarios.

Aunque las autoridades del ramo se nieguen a reconocerlo, no se ha podido consolidar una carrera policial profesionalizada que atraiga a jóvenes egresados de secundaria, o mejor aún, bachilleres que puedan desplegar un plan de vida satisfactorio, con la seguridad de construir un futuro tranquilo para su familia. Que yo sepa, no se cuenta con programas de acceso a habitación de interés social, seguro de gastos médicos —fuera del ISSSTE—, fondos de ahorro, servicio civil de carrera, organización sindical, y otros estímulos y defensas de los derechos gremiales. El resultado es una fuerte inestabilidad laboral y una clara ausencia de espíritu de grupo. Ya hemos visto intentos de manifestación de inconformidades por parte de elementos policiales, que son ignorados o reprimidos por una estructura que no es jerárquica y de cadena de mando, sino autoritaria e intolerante.


Los recientes sucesos en Juventino Rosas, los Apaseos y en León confirman lo anterior. Son las mismas historias que hemos escuchado en la década transcurrida: infiltración soterrada de los corporativos de seguridad, policías delincuentes, cooptación de autoridades, operativos escénicos e inoperantes, etcétera. La solución siempre es el machetazo simple: toma de instalaciones, despidos generalizados, desarme —siempre hay pérdida y tráfico de armamento—, algún arresto, y el desplazamiento temporal por parte de la policía estatal, la guardia nacional y/o el ejército.


Como el mando único nunca funcionó, habrá qué ver la solución que se implemente ahora. Las investigaciones nunca llegan muy lejos, y se opta por remendar el modelo previo. Pero las condiciones estructurales se mantienen intocadas: los grupos del crimen organizado siguen actuando, y sus capitales fluyendo en las sociedades locales; se une la ausencia de un modelo sólido de formación policial, la carencia de estímulos a la carrera en seguridad pública, la persistencia de la práctica de la tortura como instrumento de investigación, el cambio constante de líderes —oficiales y jefes—, la austeridad crónica en el avituallamiento, y la lentitud en la modernización de recursos y estrategias a todos los niveles.

El panorama no pinta bien en el corto y mediano plazos. Los manotazos sobre la mesa sólo evidencian el arrebato en la toma de decisiones, y la carencia de prospectiva. Se reacciona ante lo apremiante y no ante lo importante. Me parece obvia la falta de diagnósticos finos a nivel de suelo, pues sólo hasta el cambio en las administraciones municipales se descubre la basura debajo del tapete local. Así no se puede construir una estrategia efectiva que nos restituya la tranquilidad perdida, en una entidad victimada por tirios y troyanos, tanto por los malandros como por los agentes de la ley.


viernes, 15 de octubre de 2021

Migrantes sin esperanza, 2

Migrantes sin esperanza, 2

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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15Diario.com
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El gobierno mexicano ha asumido desde hace décadas —desde el final del acuerdo Bracero binacional en 1964— la cómoda postura de que en materia migratoria la mejor política es no tener política. Y la presente administración continúa con esa actitud, muy acorde con la revivida Doctrina Estrada de los años treinta. Así, México ha podido aplicar en lo doméstico un manejo muy restrictivo de la inmigración extranjera, incluso con rasgos xenofóbicos, al mismo tiempo que expresa un discurso solidarista con los emigrantes mexicanos, sin asumir compromiso alguno en la defensa de sus derechos en el exterior.

Cuando se fundó el Instituto Nacional de Migración (INM) el 19 de octubre de 1993, muchos de los especialistas en estudios migratorios, entre los que me cuento desde 1982, especulamos que ese nuevo órgano técnico desconcentrado de la Secretaría de Gobernación implicaba, desde su nombre, un cambio en la política migratoria mexicana. Creímos que se abandonaría la típica indiferencia y actitud policial de la antigua y temida Dirección General de Servicios Migratorios, en favor de una actitud solidaria hacia los que se han desplazado transfronteras por necesidad, y no por placer. Estábamos muy equivocados.

Pronto fue evidente que el nuevo instituto era una agencia policial más del estado mexicano, y que con excepción de sus “grupos Beta” —siempre castigados presupuestalmente— se mantendría como una Border Patrol a la mexicana, con agentes sin mayor capacitación en el respeto a los derechos humanos, que cumplimentan órdenes con el tacto de un gendarme pueblerino. Las golpizas que se han hecho públicas lo evidencian.

El cambio en la administración federal en diciembre de 2018, cuando el gobierno de la 4T designó al académico y especialista en gobiernos locales Tonatiuh Guillén —expresidente de El Colegio de la Frontera Norte— al frente del INM, nos hizo albergar nuevas esperanzas de cambio. El nuevo director arribó gracias al apoyo del subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, un político sensible y conocedor. Una de las “palomas” en el gabinete, en tensión con los “gavilanes” de la seguridad nacional. Era claro que la nueva orientación apuntaría a la defensa solidaria de los derechos humanos de todas las comunidades migrantes, propias y exógenas.

El sueño duró siete meses. El nuevo fenómeno de las caravanas de centroamericanos que ingresaron al territorio mexicano con el ansia de llegar a la frontera de los Estados Unidos, y participar en el sueño americano, provocó una fuerte reacción de la administración Trump, que amenazó a México con la imposición de aranceles a sus exportaciones. El gobierno mexicano, en una evidente muestra de sometimiento, desplazó al académico de la dirección del INM y lo reemplazó con un penalista, Francisco Garduño, quien volcó a sus gendarmes, con el apoyo de la naciente y militarizada Guardia Nacional, a la contención de esos flujos de indocumentados.

Docenas de veces el presidente Trump presumió que, gracias a su amenaza, el gobierno mexicano había desplazado 27 mil “soldados” a la frontera sur, cumpliendo la función del muro físico que nunca pudo culminar. Se inauguró así una nueva era de discriminación, represión y abuso —incluso físico— contra familias e individuos —como los niños sin acompañamiento— que por hambre y miedo abandonan sus lares en sus países convulsos o empobrecidos, como Haití, Centroamérica, Venezuela o Cuba.

Muchos de esos desesperados han cruzado todo el continente desde Chile o Brasil, gastando miles de dólares que sus parientes en los EUA les proporcionan. La aventura es en extremo peligrosa. Muchos deben cruzar a pie el legendario y temible estrecho del Darién, que separa Centro y Sudamérica (Referencia), en una travesía que espantaría a Ulises.

Una desgracia humana de dimensiones colosales, a la que nuestro gobierno responde con pasmo y represión. Pero eso sí: que vivan los héroes migrantes que envían 44 mil millones de dólares anuales en remesas a las comunidades empobrecidas de México.

Esquizofrenia pura.


viernes, 8 de octubre de 2021

Migrantes sin esperanza, 1

Migrantes sin esperanza, 1

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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ZonaFranca.mx Milenio León
15Diario.com
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¡Dadme a vuestros exhaustos, a vuestros pobres
Vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad
El desamparado desecho de vuestras rebosantes playas!
Enviadme a estos, los desamparados, sacudidos por las tempestades
¡Yo elevo mi faro junto a la puerta dorada!

Emma Lazarus. The New Colossus (1883)

En los Estados Unidos de América, la administración Biden está por cumplir ocho meses al cargo del poder ejecutivo de ese país. Su anhelado triunfo electoral puso fin a la breve depresión democrática que significó el escabroso gobierno de Trump, aspirante a dictador bananero: racista, xenófobo, machista, intolerante y fundamentalista de derecha. Sus cuatro años representaron un retroceso muy severo en el reconocimiento de los derechos de los sectores demográficos subalternos y avasallados de esa sociedad tan heterogénea: mujeres, minorías sexuales, comunidades afro, población homeless, y particularmente los inmigrantes recientes.

El amplio triunfo electoral de Joe Biden abrió las ventanas de la esperanza para estas poblaciones subordinadas. Pero el mensaje traspasó las fronteras y alcanzó a los parias de países cercanos y lejanos. El régimen autoritario previo había logrado contener los flujos de los desesperados con la fuerza del garrote propio y ajeno —como la Guardia Nacional mexicana—. Pero ¿qué sucedió? El abandono del discurso amenazante, el de las “trumpadas”, y su sustitución por la proclama humanista y solidaria del reciente triunfador, un anciano sabio de mirada dulce y de voz sosegada, avivó la llama de la ilusión y la búsqueda de consuelo por parte de los pobres y desheredados de buena parte del mundo. El sueño americano parecía reabrirse.

Como era de esperarse, esta nueva luz atrajo a millares de afligidos trabajadores de los países pobres o con regímenes opresores. Se renovaron los flujos humanos procedentes del sur, con sus caravanas rebosantes de jóvenes, viejos y niños, solos o en familia, que a su paso transfronterizo clamaban a los gobiernos por consideración y refugio. Miles de haitianos, hondureños, salvadoreños, guatemaltecos, venezolanos, cubanos, africanos, asiáticos y otros atravesaron países completos hasta llegar a la frontera sur de México. Y se les sumaron miles de mexicanos desesperados, víctimas de la depresión económica.

Al comienzo, Biden quiso buscar una solución de largo plazo para construir acuerdos migratorios con sus vecinos que reconocieran la necesidad mutua de complementariedad demográfica y económica. Se previó la necesaria amnistía para once millones de indocumentados que ya viven y trabajan pacíficamente en ese país. Se reactivó el programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, 2012, de Obama) para los dreamers, y se prohibió la separación de las familias indocumentadas, práctica nefasta de su antecesor. El interés genuino por el tema, con enfoque de derechos humanos, se evidenció con la asignación del seguimiento de esta tarea a la vicepresidente Kamala Harris, californiana hija de inmigrantes de India y Jamaica.

En contraste, el gobierno federal mexicano, desairado por la derrota del amigo Trump, permitió el descontrolado tránsito de los migrantes por su territorio y le creó a la administración Biden un problema mayúsculo en la frontera. El ascenso violento de las detenciones de indocumentados en su lindero con México puso en evidencia que se buscó dinamitar la apuesta humanitaria de Biden con esta marea humana. En respuesta el gobierno de ese país apretó las tuercas necesarias —y tiene muchas— para obligar al reticente gobierno de México a cambiar su actitud…

Pero seguiremos reflexionando sobre este tema la próxima semana…


viernes, 1 de octubre de 2021

Eppur si muove…

Eppur si muove…

Por: © Luis Miguel Rionda ©

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No puedo evitar hacer referencia a la andanada de ataques que desde hace semanas han recibido algunos colegas académicos e investigadores, provocada por el intento de procesarlos penalmente con base en presuntos desvíos, malversaciones, lavado de dinero y delincuencia organizada. El CONACYT de la 4T, por medio de la Fiscalía General de la República y con el acompañamiento expreso de la Presidencia de la República, se ha envuelto en un pleito absurdo con los integrantes del Foro Científico y Tecnológico, asociación civil creada por mandato de la ley en la materia en 2002, durante la administración de Vicente Fox y la dirección general del ingeniero Jaime Parada Ávila. Se trataba de “un espacio que albergará las opiniones de la comunidad científica, académica, tecnológica y el sector productivo y que participará en los órganos representativos del sistema como un ente autónomo” (Referencia). El Foro buscó abrir a la comunidad científica los espacios de toma de decisiones en esta materia, que es clave para garantizar un desarrollo armónico y soberano de cualquier país.

La vocación para la generación e innovación del conocimiento es una atribución personal que se vincula al amor por los demás. Nadie se dedica a esta actividad con motivaciones netamente egoístas. Tal vez sí un poco vanidosas —no hay innovación sin reconocimiento—, pero no me cabe duda de que mis colegas de la academia científica son esencialmente generosos y solidarios. Nadie se dedica a la ciencia para hacer dinero —esto lo comparto siempre con mis alumnos—; la fortuna material se hace en otra parte: en la empresa privada o en la función pública —cuando ésta se ejerce con poca ética y mucha ambición.

Ser científico en México es siempre frustrante, por la incapacidad de nuestros líderes públicos y privados para comprender el valor de la investigación. Es por esto por lo que el financiamiento es tan escaso, pero tan vigilado y auditado. Hay más prejuicios que conocimiento sobre nuestra función y actividad, y por ello debemos rendir cuentas trimestrales, semestrales o anuales de los pocos centavos que se nos acuerdan como apoyo a los proyectos, que son dictaminados rigurosamente en doble ciego por pares académicos. Ni siquiera los proyectos tecnológicos reciben apoyos que superen los 50 mil dólares anuales. Por supuesto que se incluyen viáticos para acudir a encuentros internacionales: la ciencia es una actividad globalizada y si no compartes tus hallazgos o hipótesis con los colegas de fuera, sencillamente eres intrascendente. No es turismo académico: es una necesidad que te impone la dinámica habitual de la innovación del conocimiento.

La ignorancia que han evidenciado las autoridades federales actuales, así como algunos corifeos oportunistas del sector privado, me sorprende sobremanera. A pesar del carácter subalterno de su actividad científica, México ocupa un lugar digno en la comunidad internacional, y su productividad no es frívola ni intrascendente. Pero los Torquemada del pensamiento han lanzado acusaciones sin el debido sustento objetivo. Es sólo la ideología lo que dicta las descalificaciones. La ciencia no es “neoliberal”, “socialista”, “cristiana” ni militante. En todo caso es pragmática, y sobre todo heurística.

Como ya lo han hecho cientos de mis colegas, me solidarizo con los 31 perseguidos políticos. Y les recuerdo nuestra máxima ante la persecución de los palurdos: eppur si muove…