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viernes, 29 de abril de 2011

Migración mortal

Migración mortal

Publicado en Milenio de León.

Cuando en 1994 se echó a andar la “operación Gatekeeper” (portero, guardavalla) por parte del gobierno federal de Estados Unidos en el sector de la frontera mexicana más frecuentado por los migrantes indocumentados, que entonces era el de Tijuana-San Ysidro, se provocó un fenómeno indeseable: el incremento de la mortalidad relacionada con la propia acción migratoria. Cuando dicha operación se amplió a otros cruces fronterizos muy transitados en Arizona y Texas, el paso por los mismos se hizo prácticamente imposible en condiciones seguras. Los aspirantes a trabajadores internacionales debieron buscar lugares de cruce alejados de centros poblacionales, a merced de la naturaleza implacable y de criminales desalmados. Los “coyotes” o traficantes de personas incrementaron sus tarifas y eventualmente ellos mismos se convirtieron en depredadores de los migrantes. Desde entonces, el número promedio de muertes en estos intentos de cruce se ha ubicado entre los 300 y 400 anuales: prácticamente un migrante fallecido por día.
Sin embargo el flujo migratorio se mantuvo creciente: valía la pena correr el riesgo de perder la vida, ante el “sueño americano” y la promesa de recibir un “minimum wage” de entre 7 y 8 dólares la hora, más de 90 pesos mexicanos, que equivale al pago por toda una jornada en el campo nacional. Si consideramos que al año se concretan entre 250 mil y 350 mil cruces ilegales en la frontera México-EUA, la aritmética elemental nos marca que esa decisión es racional. El migrante se arriesga, pero con la conciencia de que es lejana la probabilidad de que le toque la de malas.

Pero en los últimos años se ha sumado otro motivo para que el trabajador en tránsito piense las cosas con más calma: la irrupción del crimen organizado como nuevo depredador de esos viajeros. Las carreteras de México que se dirigen hacia la frontera norte se están poblando de bandas delincuenciales que asaltan autobuses de pasajeros, o bien los trenes de carga –cargados de centroamericanos- y secuestran o amenazan a los migrantes, al punto de exterminarlos como animales. Las fosas que se han localizado en Tamaulipas y Durango, donde se ha exhumado tres o cuatro centenares de cuerpos, son un indicador alarmante de que la situación real debe ser mucho más grave. Las fosas que se han localizado son producto de “pitazos” o de confesiones, no de una investigación sistemática por parte de las fuerzas públicas. Esto me hace temer que existan muchos otros depósitos de cadáveres que no se conocen aún, y que el drama mortal de la migración se ha incrementado exponencialmente en los últimos meses.

Creo adivinar –porque no hay elementos objetivos para un cálculo realista- que son ya miles las víctimas de este asalto sistemático. Quiero creer que sólo a una minoría de los damnificados se le ha privado de la vida: la mayor parte la ha librado pagando la extorsión, o bien uniéndose a las bandas delincuenciales, que emprenden auténticas “levas” para alimentar sus huestes, pues su vez han sido diezmadas por el ejército, la marina y las policías honestas –si es que existen-. La arraigada cultura del silencio y el miedo a la denuncia ocultan la verdadera dimensión de esta tragedia nacional. Las familias en las comunidades de origen no suelen denunciar la desaparición de sus parientes por miedo a represalias. Ello es evidente por la lentitud en que han respondido esas familias a los llamados oficiales a colaborar en la identificación de los cuerpos. Estos serán identificados sólo en una mínima proporción, estoy seguro.
Fosas clandestinas en Durango

El Estado mexicano y las naciones centroamericanas deben promover la integración de un padrón de desaparecidos que se alimente de denuncias generadas a nivel de las comunidades originales. Su administración podría estar a cargo de organizaciones de derechos humanos, para evitar el miedo a las filtraciones de las fuerzas del orden. Incluso yo pensaría en una posible colaboración con las agencias del gobierno de los Estados Unidos, que cuentan ya con un padrón detalladísimo de trabajadores inmigrantes, tanto documentados como indocumentados. Con el cruce de información nacional e internacional podría dilucidarse el tamaño real del problema, y emprender una búsqueda sistemática y permanente de los desaparecidos, migrantes o no, para devolverle al ciudadano común algo de su perdida confianza en la seguridad de nuestras calles y carreteras. No basta combatir a los criminales; también hay que atender con oportunidad las secuelas sociales de esta guerra sin fin.
Milenio-León: al 12 de abril ya eran 57 los guanajuatenses desaparecidos


martes, 26 de abril de 2011

Invasión silenciosa

Invasión silenciosa

Publicado en de Guanajuato.

La mancha urbana de la ciudad de Guanajuato sigue expandiéndose sin control ni planeación. Continúan asentándose familias de precaristas en los cerros de los alrededores: La Venada, Cerro de la Bolita, Sirena, Calderones, Las Higueras, El Edén, El Cerrito (Marfil), Las Palomas, Tajo de Adjuntas, Cerro de Aldana, etcétera… Hacia el monte donde uno volteé hay casas de cartón o de materiales perecederos. Todos los cerros tienen dueños, por lo que hay razones fundadas para sospechar que no se trata de “invasiones” de esas superficies, sino ocupaciones negociadas, de contubernios entre los propietarios y “líderes” profesionales de “colonos”. Ninguna de esas áreas tiene uso de suelo habitacional, pero su ocupación permite que el problema más que legal, con el tiempo se convierta en político cuando los ocupantes generen “derechos”. Por la vía de los hechos, las diferentes administraciones municipales se han visto obligadas a regularizar estos asentamientos “irregulares”. A veces en contra de toda racionalidad urbana.
POT2008: Diagnostico urbanistico

No sólo los cerros están siendo víctimas de la ocupación paulatina, del “poblamiento hormiga” que en pocos años cambia el paisaje urbano: también la zona suburbana del sur del municipio está experimentando el terrible fenómeno de la especulación, y tal vez de forma más acelerada que en la cañada. Y esto responde a que desde la privatización de los terrenos ejidales de la zona, los nuevos dueños han hecho pingües negocios con la violación a los planes de desarrollo urbano.
En 1985 la distribución de la superficie del municipio se dividía en un 37% ejidal y un 63% pequeña propiedad. La mayoría de los 28 ejidos (32 según el POT2008) se ubicaba hacia el sur del territorio municipal, donde se concentran las pocas tierras con vocación agrícola. A partir de la reforma del artículo 27 constitucional en 1992 y el establecimiento del programa PROCEDE, la mayoría de los ejidatarios cuenta hoy con un título de propiedad o un certificado de derechos, con lo que se posibilitó que la superficie ejidal del municipio (37 mil 830 hectáreas) entrara al mercado de bienes raíces y fuesen objeto de venta, renta o traspaso. Esta ha sido una circunstancia que ha favorecido la ampliación de asentamientos hacia el sur del municipio, pero sin atender al uso de suelo definido en los programas oficiales.
POT2008: Tenencia de la tierra


El impacto ecológico que ha acompañado a estos nuevos asentamientos ha sido muy negativo. En la colonia precarista de Las Bateas, donde existían seis manantiales, han desaparecido todos ellos. La gente no ha cuidado el entorno, y ha lastimado, quemado o tumbado árboles y vegetación. También la fauna nativa ha sido fuertemente afectada. Hoy esas colonias padecen vientos y polvaredas constantes, que arrastran basura y contaminantes. Estos espacios se han convertido aceleradamente en páramos.
Cerro de la Bolita

Paralelamente se ha dado un boom en el desarrollo de nuevos fraccionamientos habitacionales. Son colonias pensadas para un mercado de clase media o media alta, que no atiende las necesidades de los sectores sociales más vulnerables. Tampoco se ha implementado algún programa para fomentar la vivienda popular planificada, con precios accesibles o incluso subsidiados. Esto fomenta que las familias pobres y sin casa se vean atraídas por los especuladores y los líderes venales.
Es urgente que el gobierno municipal aplique la normatividad con que se cuenta (el POT 2008 puede ser indivativo), y se detenga este crecimiento atolondrado. Nada hay más permanente que lo temporal, y en el caso de los asentamientos esto es ley.
POT2008: Riesgos



viernes, 15 de abril de 2011

De encuentros

De encuentros

Publicado en Milenio de León.

El día de ayer participé en una mesa redonda convocada por el recién resucitado Instituto de Administración Pública de Guanajuato (IAP), que hoy conduce el maestro Gerardo Mosqueda Martínez, exsecretario de Gobierno y autodestapado aspirante a la candidatura del PAN a la gubernatura. El tema propuesto por los convocantes fue “La Democracia en el Sistema Electoral Mexicano”, que incluía una amplia lista de temas a abordar. En la mesa participaron también el exrector, exgobernador y exdirector general del Conacyt Juan Carlos Romero Hicks, así como mi colega el doctor Santiago López Acosta, experto en temas electorales. Tres académicos de la Universidad de Guanajuato, pero con trayectorias y visiones muy diferentes.
Hace una semana recibí la invitación por medio de mi amigo Ricardo Sánchez Benavides, colaborador de Mosqueda, y confieso que me sorprendió un poco pues no había vuelto a tener contacto con el IAP desde que fue fundado hace 15 años. El instituto tuvo un arranque prometedor cuando lo dirigió José Luis Romero Hicks, pero luego cayó en un largo letargo que muchos creímos equivalió a muerte por ostracismo. Ricardo me explicó que Gerardo Mosqueda, hiperactivo como siempre, le está dando una buena sacudida al viejo tapete y lo ha vuelto a poner en circulación. Por supuesto, no me habló del evidente uso como plataforma preelectoral del precandidato, pero entre amigos no todo debe ser dicho.
Como analista político no dejé de tener ciertos escrúpulos ante la convocatoria, sobre todo por las posibles interpretaciones a que podría prestarse el evento. Pero cuando recibí la invitación formal me quedó claro que se trataba de un evento académico, a desarrollarse en un espacio universitario y con participantes que difícilmente podrían ser relacionados como apoyos del precandidato. Se nos dio la mayor libertad para expresar nuestras múltiples inquietudes sobre el desarrollo y la situación actual del sistema político-electoral de México y de Guanajuato, y la mesa se desarrolló bajo el cariz clásico del debate académico.
Como era de esperarse, Santiago y yo destacamos los pendientes y las ausencias dentro del imperfecto modelo político que nos hemos dado en la entidad y en el país, y Juan Carlos, ni modo que no, se concentró en los numerosos avances de la democracia electoral mexicana en los últimos 20 años, y en la necesidad del perfeccionamiento de la calidad ciudadana, como condición aún no alcanzada para convertir a la democracia en sistema de vida. Todos coincidimos en la existencia de una importante brecha entre el deber y el ser del modelo político consagrado en la Constitución, y el ejercicio concreto del poder. Sobre todo los fuertes déficits que padecen los partidos políticos en su eficacia como correas de trasmisión entre las aspiraciones de los conjuntos sociales y el aparato de gobierno, lo que explica el fuerte desprestigio social que padecen.
Me alegró ver a un Juan Carlos Romero más relajado; más dispuesto al necesario debate al que se deben someter los hombres del poder. Es evidente que sus responsabilidades anteriores, el Conacyt y la gubernatura, le imponían un cuidado extremo de sus opiniones públicas. Era un hombre apegado a guiones escrupulosos, sembrados de ampulosas citas de autoridades. Ahora lo vi más suelto: es de nuevo un orador de notas manuscritas, y de improvisación fresca. Más académico. Nomás le falta que se deje de nuevo su barba quijotesca. Pero tal vez la barba de hombre sabio no se vea bien en el Senado.
El presidente del IAP, venciendo su natural inclinación polemista, no se permitió abonar al debate y participarnos sus personales puntos de vista. Un escrúpulo que le debe ser reconocido, al mantenerse en su papel como convocante y representante de un instituto que aún está convaleciente luego de una larga indisposición. Anunció más actividades de corte académico, abiertas a cualquiera que tenga interés en la cosa pública. Yo le deseo la mejor de las suertes, tanto en esta como en la otra aventura. Pero hasta ahí.

martes, 12 de abril de 2011

Emplazados por la Paz

Emplazados por la Paz

Publicado en de Guanajuato.

La manifestación que se desarrolló el miércoles 6 en la Plaza de la Paz de Guanajuato capital convocó a más de un centenar de personas, que de manera voluntaria acudimos al llamado del poeta morelense Javier Sicilia, un clamor general para gritar ¡Ya basta! ¡Estamos hasta la madre de la violencia!

Nadie nos lideró en el grupo de manifestantes. Otra vez, como sucedió con el movimiento de defensa de La Bufa, el arranque fue difícil al no existir una conducción. Nadie sabía bien a bien qué hacer, incluso a ninguno se nos ocurrió traer un altavoz. Eduardo Lachica tuvo que correr a su casa para traer uno. Todos improvisamos mensajes en cartelones que nos compartimos para que todos pudiesen expresar por escrito una demanda. Poco a poco se fue dando el orden y la participación, y fueron tal vez dos docenas de oradores los que ocuparon el zócalo del monumento a La Paz: chavas y chavos, señoras y señores, unos leyeron la carta de Sicilia, otros leyeron textos propios o poemas. Fue una lluvia de ideas y sentimientos, llenos de coraje y de dolor por tanto muerto, tanto desperdicio, tanta estupidez.

Al terminar las dos horas de manifestación, se recolectaron nombres y direcciones electrónicas entre los asistentes, para que el esfuerzo no quedase trunco. Gracias a la iniciativa de estudiantes de humanidades de la UG, ha estado circulando un borrador de una carta que se dirigirá a los diputados del Congreso del Estado, y que signaremos quienes asistimos a la demostración pública. Por su trascendencia, me permito citar algunos párrafos, que advierto bien pueden cambiar en la versión final:
“A ustedes, señores diputados de todos los partidos, dirigimos este envío. Decirles lo que gritamos emocionados, con enojo o con rabia, pero también con alegría por vernos ahí reunidos, preocupados por la República que somos todos, también los desaparecidos, los mutilados, desamparados, los que ya no están.
“Se dijo –por ejemplo- que podíamos empezar por nosotros mismos, en el interior de cada uno, evitar el odio, reflexionar y darle una sonrisa al desconocido. Ser más amigables con los demás.
“Otra voz se oyó hablar en contra de la corrupción de la clase política en general, como los principales responsables de la tragedia nacional, así como de la estrategia fallida del Ejecutivo Federal en la llamada ‘guerra contra el narcotráfico’ al sacar a los militares a la calle, pues en los hechos – las demasiadas muertes- se evidencia la equivocación y el aumento de la violencia.

“En esa misma sintonía alguien propuso que sería bueno sabotear las elecciones, y no delegar más la representación y la responsabilidad de los ciudadanos en los partidos políticos pues estaba claro que éstos no son parte de la solución sino del problema.
“Se propuso por parte de alguien estudiar la posibilidad de legalizar o regular el uso de la droga y exigir a los norteamericanos una cooperación efectiva en el problema, parar la venta de armamento en aquel país y la no intromisión en asuntos de política interna.
“Lo anterior fue una muestra del debate ciudadano y popular que, insistimos, no siempre fue convergente en las posturas pero aun así pudimos escucharnos con respeto y dignidad.

“Pero una cosa sí, todos queríamos: ¡NO MÁS! ¡No más muertos cotidianos del tipo que fueran, culpables o inocentes! ¡No más desaparecidos, torturados, cercenados! ¡No más barbarie! ¡No más miedo, zozobra, angustia por no saber qué pasará a familiares y amigos cuando salen! ¡No más corrupción e impunidad de las autoridades y funcionarios públicos!”
A ver cómo reaccionan nuestros representantes populares cuando la reciban.

viernes, 8 de abril de 2011

Paz, ¡pero ya!

Paz, ¡pero ya!

Publicado en Milenio de León.

El miércoles fue un día de movilización nacional. Cerca de una cincuentena de marchas y manifestaciones a todo lo largo del territorio nacional puso en evidencia que la sociedad civil concientizada está harta de la cruenta guerra entre el Estado mexicano y los carteles de la delincuencia organizada. Los que participamos en las protestas, lo hicimos con la clara expectativa de hacer oír nuestro rechazo a la violencia, tanto la institucional como la criminal. Hicimos coro al “¡ya estamos hasta la madre!” de Javier Sicilia, al “si no pueden, ¡renuncien!” de Alejandro Martí, y al “¡no tienen madre!” de Nelson Vargas.



La sociedad civil mexicana está exasperada por la violencia. Casi cuarenta mil muertos son un precio excesivo para justificar una guerra que no se puede ganar. El mismo secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, vaticina que la violencia en nuestro país comenzará a disminuir en al menos siete años. ¡Siete años! ¿Y cuántos muertos más? ¿Cien mil? ¿Doscientos mil? Es demasiado, es inaceptable, es inmoral.
La esperanza reside en la sociedad movilizada. Entre uno y dos centenares de ciudadanos acudimos este miércoles a la Plaza de la Paz, en Guanajuato capital. Un lugar emblemático: la antigua Plaza Mayor de esa ciudad que mudó de nombre en 1898 cuando se levantó ahí el monumento a la Paz, de Jesús Contreras, como símbolo del agradecimiento de la población local a la paz porfiriana que tanto benefició a Guanajuato, estado que fue torturado cruelmente por la violencia del siglo XIX. Es un monumento precioso: una columna de mármol, de orden jónico, es coronada por una altiva mujer broncínea de pechos desnudos, que se posa sobre un orbe sostenido por hojas de olivo y por rechonchos querubines que contemplan la hermosa plaza. Abajo un soldado, tal vez Marte, observa abrumado a la multitud, empuñando su sable sin hoja. Dicen que se la robaron; otros creen que su vacío es a propósito.

La violencia en México nos ha hecho perder el sentido del asombro. Las pavorosas cifras de muertos, descuartizados, descabezados, desaparecidos, secuestrados, mutilados, violadas, asaltados y extorsionados nos son indiferentes, de lo abultadas que nos las presentan los medios. Ya se ha convertido en ejercicio morboso el llevar la contabilidad de la matanza. Sólo los que han perdido a un ser querido, a un amigo, a un familiar, han probado el dolor en su real dimensión, y la impotencia que provoca el terriblemente ineficiente sistema de procuración de justicia mexicano. Nuestras policías no previenen el delito, pues se ocultan del mismo por temor a ser victimados ellos mismos. Tampoco investigan ni persiguen con eficiencia, pues carecen de profesionalización. Décadas de abandono de la fuerza pública nos han pasado la terrible factura de su incompetencia, su corrupción y su indolencia. Ser policía o soldado en México es como un bachiller que aspira a ingresar en la universidad del delito.

El gobierno del presidente Calderón debe reevaluar con urgencia sus estrategias, pues es demasiado evidente que equivocó el camino desde el inicio, desde que azotó al avispero de la delincuencia sin tener preparadas las contramedidas, las respuestas inteligentes que desarmaran las muy esperables respuestas de la violencia criminal. Se debió tejer con antelación un acuerdo nacional e internacional en torno al desvergonzado lavado de dinero que instituciones poderosas ejercitan en beneficio del narcotráfico. Se debió contener el flujo de armas provenientes del norte, comprometiendo al gobierno norteamericano a cambiar su política sobre las armas de asalto. Se debió haber depurado y profesionalizado a las policías, emulando el modelo colombiano. Nunca se debió involucrar al ejército, pues un mazo nunca cumplirá la función de un martillo. Es decir, se debió recurrir antes al seso que al machete.

La desesperación del gobierno federal, la cómoda tibieza de los gobiernos estatales y la inoperancia de los municipales contribuye mucho a la sensación de desconcierto generalizado. Y los criminales, como los animales de rapiña, perciben el miedo y atacan al consternado. Eso explica la exasperación de los ciudadanos comunes, que se radicalizan y mientan madres. ¡Estamos hasta la madre!, vocifera Sicilia. Y miles lo coreamos.

Nadie va a querer que esta pesadilla se prolongue por siete años. Ni siquiera por dos años. No tenemos tanto tiempo, pues el país se nos descose y se subleva. Es tiempo de pensar en medidas radicales, aunque no gusten a los gringos.


martes, 5 de abril de 2011

León: llegar a ser, 2

León: llegar a ser, 2

Publicado en de Guanajuato.

La monografía histórica del municipio de León, Gto., a cargo del maestro Carlos Arturo Navarro Valtierra, es una de las más complejas dentro de la colección que publicó la extinta Comisión Estatal de Conmemoración del Bicentenario. No es sorprendente, porque la ciudad de León ha conservado con mucho cuidado los registros escritos de su historia, que abarca 435 años. Su archivo municipal conserva documentos desde el siglo fundacional, y no ha sufrido destrucciones como las que se padecieron en otros municipios, que vieron sus registros consumidos por las llamas o sencillamente tirados a la basura. Las diferentes revueltas y revoluciones en nuestro país han cobrado un alto precio a la memoria colectiva, en particular en los espacios provinciales.
Me detengo para agradecer a José Luis García Galiano, presidente del Instituto de Cultura de León, su amable corrección al hacerme notar que el término que describe la identidad leonesa no es “leoninidad”, sino “leonesidad”. Buen neologismo. [Más adelante, ya publicado el artículo, me di cuenta de que el concepto es antiguo en España y en Nicaragua, y se refiere a la calidad de los lugareños de las ciudades de León de esos países].
También agradezco la nota crítica que me envió Leopoldo Navarro (Tlacuilo), quien destaca la importancia de esfuerzos monográficos previos como el libro de texto “Yo vivo en León”, de Maricruz Labarthe y Adriana Ortega (Gobierno Municipal de León, 2000), “un esfuerzo que muestra gran seriedad en su investigación hasta los inicios del siglo XX, y luego se tira a la información complaciente y de relleno […] -mucho de su aporte fue investigado en los primeros noventas del siglo XX por aquel germinal Consejo para la Cultura de León- por ellas y dos historiadores a quienes ahora se suele olvidar terriblemente: Jesús Rodríguez Frausto, maestro de paleógrafos y archivistas, y Eduardo Salceda López.”
Las primeras manzanas de León

En efecto, la monografía de Arturo Navarro parte del esfuerzo de la pléyade de historiadores que han ayudado a ampliar y consolidar la conciencia histórica de los leoneses: Toribio Esquivel Obregón, Wigberto Jiménez Moreno, Antonio Malacara, Mariano González Leal y otros. El maestro Navarro logra una buena compilación del conocimiento histórico leonés, pero la ausencia de un sistema de citación impide reconocer el origen de la información, sobre todo si proviene de fuentes directas o indirectas. Como en el caso de otros cronistas, en ello reside la principal falla metodológica de las monografías. Esto no ayuda a que se conviertan en peldaños a ser aprovechados por los historiadores profesionales del futuro.

 
Wigberto Jimenez Moreno
Mariano Gonzalez Leal

Como en otros casos, la monografía de León se integró con capítulos que se habían publicado por separado. Este es un recurso válido para armar un texto comprensivo, pero se requiere de una revisión cuidadosa para evitar reiteraciones, frecuentes en el texto reseñado. La exposición es demasiado lineal en varios de los capítulos, ya que cada uno recorre la misma ruta histórica en paralelo con el resto del capitulado. Problemas de forma, no de fondo.


Me llama la atención que no se analicen con más atención algunos momentos en que León cobró un protagonismo destacado, como sucedió con el intento fallido de formación del “Estado del Centro” en tiempos de Juárez, con capital en León; también el nacimiento del sinarquismo en 1937, con repercusión nacional; el movimiento civilista de 1946 y la lucha por el municipio libre; la innovadora campaña panista de 1976, y por supuesto el movimiento político foxista de 1991. En cambio, se abunda mucho en el papel que desempeñó la ciudad en los movimientos independentista y revolucionario. Tal vez respondiendo al requerimiento general de conmemoración de los centenarios.


Calle Real de Guanajuato, hoy Madero

El libro es una buena aportación para la consolidación de la “leonesidad” a partir de la exposición de las fuertes raíces históricas, y me parece una excelente idea el énfasis en el papel que cumplieron los barrios fundadores de León: el Coecillo, San Miguel, Barrio Arriba y San Juan de Dios. Nuestras ciudades aún reflejan el espíritu de sus barrios, sin importar los vientos de la modernidad.

viernes, 1 de abril de 2011

Servicio militar: ¿opción para los NiNi’s?

Servicio militar: ¿opción para los NiNi’s?

Publicado en Milenio de León.

El gobernador de Chihuahua César Duarte ha provocado el escándalo nacional al atreverse a proponer una herejía: promover que los muchachos que ni estudian ni trabajan, los denominados “NiNi’s”, puedan optar por realizar un servicio militar activo, ampliado y remunerado. Políticos y opinadores de todas las tendencias se han abalanzado a declarar que la propuesta del chihuahuense busca reprimir a esos jóvenes, o darle la vuelta al problema de la violencia y del desempleo.

En lo personal me sorprendió la idea, que de inicio me sonó descabellada e imprudente. Pero he estado reflexionando e investigado sobre experiencias similares en otros países, y veo hoy las cosas de manera diferente. En Argentina el servicio militar (SM) obligatorio desapareció en 1994. Hoy día es voluntario y remunerado, y los soldados –ya no son conscriptos- pueden permanecer hasta 10 años bajo las armas, y pueden incluso llegar a ser suboficiales. En España el SM no existe desde 2001, ante la creciente cantidad de “objetores de conciencia” que se negaban a reclutarse. En Perú el SM es obligatorio para los varones por dos años. En Israel tanto hombres como mujeres deben prestar SM obligatorio por tres años los chicos y 22 meses las chicas, con la opción de quedarse en el ejército y hacer carrera militar, ya con paga.
El mejor ejemplo internacional desde mi punto de vista es Colombia. Visité ese país en noviembre pasado, acompañando a los diputados locales guanajuatenses Ramón Hernández (PAN) y Eduardo Ramírez (Convergencia). Fuimos en misión oficial a invitación de la Asamblea del Departamento de Caldas, un congreso local. De entre lo mucho que nos llamó la atención, destacó el tema de la seguridad pública y el servicio militar. En la calle uno podía observar a jóvenes policías, casi adolescentes, que se ocupaban del control del tráfico y de la vigilancia del orden. Preguntamos a nuestros amabilísimos anfitriones y nos explicaron cómo el SM colombiano fue una de las estrategias más exitosas para ganarle la batalla al crimen organizado.

La ley colombiana del Servicio Militar Obligatorio de 1993 mandata que éste podrá prestarse en el ejército, en la armada, en la fuerza aérea, en la policía nacional –que no existe en México- y el INPEC (Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario), en las siguientes formas y modalidades: a) como Soldado Regular, durante 22 meses, b) como Soldado Campesino, durante 18 meses, c) como Soldado Bachiller, durante 12 meses, d) como Auxiliar de Policía, durante 18 meses, e) como Auxiliar de Policía Bachiller, durante 12 meses, y f) como Auxiliar Bachiller del INPEC,7 durante 12 meses.
El artículo 10 reza que “Todo varón colombiano está obligado a definir su situación militar a partir de la fecha en que cumpla su mayoría de edad, a excepción de los estudiantes de bachillerato, quienes definirán cuando obtengan su título de bachiller. La obligación militar de los colombianos termina el día en que cumplan los cincuenta años de edad.- La mujer colombiana prestará el servicio militar voluntario, y será obligatorio cuando las circunstancias del país lo exijan y el Gobierno Nacional lo determine, en tareas de apoyo logístico, administrativo, social, cultural o de defensa de la ecología y el medio ambiente, y en general, de las actividades que contribuyan a la modernización y al desarrollo del país y tendrán derecho a los estímulos y prerrogativas que establece esta Ley no importando la modalidad en que se preste el servicio. […] Los soldados, en especial los bachilleres, además de su formación militar, y demás obligaciones inherentes a su calidad de soldado, deberán ser instruidos y dedicados a la realización de actividades de bienestar social a la comunidad y en especial a tareas para la preservación del medio ambiente y conservación ecológica.”

La impresión que me llevé de esos jóvenes garbosos que vigilan las calles colombianas fue que prestaban su servicio con responsabilidad y entusiasmo. Al terminar su SM muchos de ellos optan por incorporarse al ejército o la policía nacional, que además les garantizan educación y remuneración. El SM es una vacuna contra la ignorancia y el desempleo. Hoy día, el SM mexicano sirve para poco más que nada: es una institución agonizante, que en algún tiempo fue fuente de corrupción para los militares. Creo que la idea del gobernador no debe tirarse a la basura, y yo propondría emular la experiencia colombiana para revigorizar nuestro SM y convertirlo en una estrategia para la paz social y el desarrollo de nuestros jóvenes.