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viernes, 27 de febrero de 2004

Estercolero verde

¡Vaya semana de escándalos políticos, ésta que termina! Cuando apenas nos reponíamos de la bulla ocasionada por el Financial Times y sus reportajes sobre la fundación “Vamos Marta”, se nos deja venir encima el niñogate que encuera el chiquero del inframundo político donde se mueve el heredero del Partido Verde. Qué lamentable observar en ese video subrepticio, a un personaje principal del escenario político nacional que con la cara fresca de la juventud, pero en el peor lenguaje de carretonero, negocia un aparente soborno millonario en dólares, a cambio de traicionar la nobilísima causa del ecologismo. Pero lo que da verdadero terror es pensar cuántos negocios turbios anteriores transitaron impunemente por las vías de la corrupción, de los que nunca sabremos y que con seguridad le han costado al país la pérdida o el deterioro irremediable de muchas riquezas naturales con que ha sido dotado su sufrido territorio.
El ecologismo requiere contar con adalides auténticos que le reintegren su fuerza moral, evidentemente conculcada. El PVEM debe resolver con urgencia sus crisis internas, si quiere sobrevivir a sus tempestades, y hacerlo reconstruyendo la dignidad de su causa. Y si no es capaz de cambiar con sus propias fuerzas (aparentemente secuestradas por la familia González Torres), el IFE debe ser capaz de imponer la ley y con ella la democratización interna de ese partido. La fracción segunda del artículo 23 del COFIPE señala que ese instituto “vigilará que las actividades de los partidos políticos se desarrollen con apego a la ley”. Luego, el inciso d) del artículo 25 dice que los partidos tienen “la obligación de conducir sus actividades por medios pacíficos y por la vía democrática.” Y el artículo 38 menciona que deberán “conducir sus actividades dentro de los cauces legales y ajustar su conducta y la de sus militantes a los principios del Estado democrático”. Es clarísimo: si se presume que hubo una conducta dolosa (¿y a poco no fue?) la autoridad debe intervenir.
Sin embargo, el gobierno federal parece no estar ajeno a esta crisis de los verdes, y exhibe de nuevo una doble cara. Omar Núñez, secretario de finanzas del PVEM, dio a conocer otra grabación, ahora de una conversación telefónica privada del artífice de la trampa al niño verde, Santiago León Abeleyra, que parece apuntar a una participación velada de la secretaría de Gobernación. Y no parece una teoría tan descabellada, pues evidentemente se contó con equipamiento sofisticado para apoyar la video grabación de la “chamaqueada” al niño verde. Los expertos del CISEN pudieron haber asesorado la engañifa.
Además, la Secretaría de Educación Pública se suma al linchamiento y anuncia, por medio de su director jurídico Luis Vega, que está analizando interponer una demanda contra el partido verde por la repartición del libro de texto “Mi Primer Libro de Ecología”, por “por violar los artículos 34 y 75 de la Ley General de Educación.” El primer artículo se refiere a los programas educativos compensatorios a las entidades con rezagos, por lo que no tiene relación con este asunto, y el segundo se refiere a las infracciones a la ley, de las que sólo es aplicable la fracción IV: “No utilizar los libros de texto que la secretaría autorice y determine para la educación primaria y secundaria.” ¿Cómo van a demandar?
Sorprende mucho esta actitud de la SEP al recordar que el secretario Reyes Tamez, en su comparecencia del 17 de septiembre de 2001 ante la Cámara de Diputados, declaró que “dentro de los objetivos básicos del gobierno de la coalición alianza por el cambio, el presidente Vicente Fox acordó con el Partido Verde Ecologista de México, repartir gratuitamente en el primer año de su gobierno, en todas las escuelas primarias públicas del país, el libro Mi Primer Libro de Ecología, editado por el Centro de Investigaciones Ecológicas, a fin de dar mayor impulso a una cultura ecológica en México.” Además, es prudente recordar que Vicente Fox, en sus tiempos de gobernador de Guanajuato (21 de junio de 1999), anunció junto con Jorge González Torres que el libro se distribuiría en todas las escuelas primarias de la entidad, apoyando los materiales del cuarto grado. Evidentemente el gobierno de la entidad le compró al PVEM un importante número de esos textos. Ese año asistieron 752 mil niños a primaria, pero ¿cuántos a cuarto grado? ¿Cien mil? Fue sin duda un buen negocio. El PVEM no engañó al gobierno, eso queda claro.
Concluyo que en estos turbios asuntos ambos, gobierno federal y partido, se encuentran sumergidos en el mismo estercolero verde.

viernes, 20 de febrero de 2004

Adiós a Don Q

Los viejos beneficiarios del extinto sistema autoritario mexicano están sumidos no solamente en un pantano creciente de desprestigio social y escarnio público, sino también son ya motivo de compunción y clemencia hipócrita, a la manera como Pinochet ha logrado zafarse de la justicia chilena por un lustro gracias a la “misericordia” de los tribunales ante un anciano desvalido. Este incomprensible y extravagante fenómeno se dejó ver con motivo de la desaparición del expresidente José López Portillo, convertido desde hace algún tiempo en abatida sombra de sí mismo. Su velación y sepultura reprodujeron el caótico derrumbe de su propia personalidad, así como la decadencia de un sistema obtuso que dominó con mano férrea un país sometido. Dio tristeza, no tanto por la desaparición de un histriónico personaje que gozó y se regodeó con los placeres del poder, rodeado por una corte de familiares y secuaces interesados, sino por la patética danza de patricios moribundos que con dificultades explicaban a los medios los aportes del difunto a la construcción de un país que hoy le guarda un rencor perseverante.
Que los veneros del petróleo, que nos escrituró el diablo; que la reforma política, que él mismo se encargó de nulificar; que la nacionalización bancaria, que fue el máximo espécimen de la irresponsabilidad; que la defensa perruna del peso, que nos dejó una moneda y un poder adquisitivo aniquilados; que la invitación al Papa, hipócrita muestra de oportunismo; que la promesa de la abundancia, demolida por la frivolidad del uso de los recursos públicos; que etcétera, y más etcétera.
Pero ante el difunto tendido, el llanto misericordioso y la reminiscencia fragmentaria. Que el señor, don Q, toleró la guerra sucia; que violó sin remordimiento los derechos humanos, incluyendo los derechos políticos; que se regodeó en su vanidad y justificó la ineptitud de sus parientes; que aceptó formas sutiles (y no tanto) de cohecho, como el famoso rancho de Tenancingo o los “préstamos” de Hank para construir las mansiones de la colina del Perro; que toleró la arrogancia de su fatua señora, coleccionista de instituciones como el Festival Cervantino, todas ellas secuestradas bajo el glifo “vida y movimiento”; en fin, que confiscó a la clase media sus sueños de un país mejor y empujó a los ricos a apoderarse, de una vez por todas y sin intermediarios, de la política nacional.
Si a Nazar Haro se le encarcela, en buena hora, a los 80 años de edad, no alcanzo a entender cómo no se le pudo fincar responsabilidades a José López Portillo (quien murió con 84 años) o a Luis Echeverría, con una edad similar. Las cargas son muchas, y seguramente que una investigación seria arrojaría luz sobre un triste periodo de nuestro accidentado desarrollo. El nacionalismo revolucionario sirvió de tapete para la incompetencia y el abuso institucionalizados. Y con esto no quiero decir que todos los involucrados en esa administración fueran ineptos o corruptos, pero sí que la “temperatura” institucional favorecía la estulticia y la degradación. Fortunas inexplicables se edificaron en menos de seis años de “no me des, déjame donde hay”. El “negro” Durazo quintaesenció la podredumbre de un régimen convencido de que el país le pertenecía. El malogrado delfín Díaz Serrano sólo fue un pálido y burgués imitador de la corrupción de los sinvergüenzas principales. Y al final la devaluación abrupta engordó aún más las fortunas de los detentadores de información privilegiada, muchos de ellos empresarios siempre quejumbrosos.
México pudo ser, y no fue. Perdimos dos décadas de desarrollo, derrochadas por la impudicia de los codiciosos. A cambio sufrimos despotismo, frivolidad, derroche y pobreza. De ninguna manera sus lágrimas de cocodrilo podrían corregir el daño ya hecho, y muchos nos quedamos con las ganas de decirle al pretensioso y hueco aficionado a intelectual, hoy difunto, que canceló nuestros sueños por décadas, y que por eso no se le puede perdonar. Pero el castigo más cruel se lo propinó él mismo, al convertirse en patiño de una mujer superflua e interesada, que lo victimó cruelmente, le condenó al oprobio público y a ser nota de la prensa escandalosa de peluquería. En fin, triste fin.

viernes, 13 de febrero de 2004

La compañera incómoda

La señora Martita continúa, afanosa, su campaña mediática para posicionarse como la mejor, si no es que la única, opción para su partido si éste desea pelear con posibilidades de triunfo la posición presidencial en la próxima elección de 2006. La señora de Fox aprendió de su marido que no se puede confiar en los procedimientos ortodoxos y formales que el instituto político albiazul ha acostumbrado para definir sus candidatos, particularmente el aspirante a la máxima magistratura federal. Si se siguieran esos caminos, se enfrentaría el enorme riesgo de que el elegido por delegados con cabeza fría pudiera no ser el más popular y pragmático, sino alguien más dogmático en términos ideológicos, más apegado a los principios y a la carrera partidista. Eso es inaceptable para los sagaces de mentalidad ejecutiva y para los místicos del poder, que han probado las mieles de la fama y la celebridad gracias a haberse ubicado en el lugar correcto en el momento correcto. No señor, es demasiado el riesgo. Por eso la familia presidencial ha optado por la estrategia del agandalle, los hechos consumados y la “manita de puerco” institucional.
Es irritante (lo es para mí) que la señora Marta haya acaparado durante estas últimas semanas los diez primeros minutos de la mayoría de los noticieros televisivos y radiofónicos, además de monopolizar planas completas de los diarios nacionales y locales. Su activismo febril, envuelto en un discurso meloso y santurrón (¡esas referencias abusivas a la madre Teresa!), ha devaluado la dignidad de la calidad de consorte y compañera presidencial, y la ha colocado en medio de los tormentosos nubarrones de la política narcisista e interesada. Ella se ha negado a descartarse en la carrera presidencial, pero sin abrirse ni declarar con honestidad la verdad de sus intenciones. Ignora con impudicia el daño que le hace a la autoridad, de por sí socavada, del presidente de la República, su complaciente esposo. Tampoco prevé el conflicto de intereses que se anuncia en caso de convertirse en la candidata del partido en el poder. El escenario en el cual un presidente en funciones comparte hogar y lecho con el (la) principal candidato(a) que busca sucederlo, no parece inquietar al detentador del ejecutivo. Pero algunas voces razonables dentro del PAN han señalado con honesta inquietud estos escenarios inconvenientes, y piden mesura a la mimosa señora, al parecer sin éxito. Los opositores, adivinando el potencial político de este diferendo, ya aguzan sus armas para encajarlas en los lastimados lomos de esta administración en declive.
No vale la pena aconsejar discreción a la beatífica señora Sahagún. Ya lo han hecho tanto cercanos como lejanos en diversos momentos y distintos tonos. Incluso hace algunos meses se anunció la constricción voluntaria del exhibicionismo de la compañera presidencial, en aras de devolverle dignidad a la función del consorte eclipsado. No duró mucho. Hoy, a mediados del periodo sexenal, el activismo afiebrado se ha vuelto a apoderar de la voluntad de la primera (y definitiva) dama del país. Se ha soñado (con su respectivo pestañeo) continuando con “el proyecto del presidente Fox” (aunque habría que aclarar si existe) y sucediéndolo en los deleitables espacios del poder. Pero no se cuestiona sobre el incomodísimo, pero probable escenario de recibir la banda presidencial de manos de su esposo, que con toda probabilidad asumiría a continuación la conducción de la fundación “Vamos México”, rebautizándola como “Volvamos México”.
Nadie ha desconocido el inalienable derecho político y ciudadano de la señora Martha de construirse una carrera propia. Sólo se ha alertado sobre la inconveniencia ética de una situación como la que insinúa “la jefa”. Mucho bien haría si optara por la opción más sabia de buscar una posición más modesta (una senaduría, a la manera de Hillary Clinton, o bien la gubernatura de Guanajuato, que prácticamente tendría asegurada). Evitaría muchas situaciones incómodas para sus seguidores y su partido, al mismo tiempo que la definiría como una política sagaz y prudente; de ninguna manera como un apéndice del fenómeno Fox ni como una arribista del poder. Ella, en su trato personal, es una dama dignísima; habría que concatenar esa sobriedad privada con su imagen pública. Pero en fin, mis respetos para la señora y sus sueños.

viernes, 6 de febrero de 2004

Cuitas para la Convención Hacendaria

La Convención Nacional Hacendaria, que arrancó el día de ayer, aniversario de la Constitución, en la histórica ciudad de Querétaro, promete convertirse en el nuevo coliseo político que dará pie a las notas periodísticas de los próximos seis meses, periodo que se anuncia como horizonte temporal de la convención. Los actores políticos centrarán sus esfuerzos protagónicos en este nuevo foro, y de seguro conoceremos de su parte nuevas e ingeniosas formas de fortalecer las maltrechas finanzas públicas de nuestro país. De nuevo se expondrán los radicalismos, como el no rotundo al IVA en alimentos y medicinas por parte del PRI y del PRD, que otra vez serán acusados por los personeros del oficialismo, como irresponsables y carentes de visión de largo plazo. Nadie querrá derrochar los escasos capitales políticos, a dos años de las elecciones, en aras de lograr acuerdos que permitan devolverle viabilidad social a este país. Más bien veremos a la convención convertida en pasarela de gobernadores y secretarios de estado, que trabajan más por sus propias precandidaturas (presidenciales o de otro tipo) que por el auténtico bienestar de sus gobernados.
Discúlpenme por lo pesimista, pero no puedo pensar de otra forma al ver el despliegue de pretensiones y anuncios grandilocuentes por parte de muchos de los protagonistas de la convención. Mucho me temo que de nuevo veremos un parto de los montes, con pocos resultados pero con mucho glamour político.
El 5 de febrero y Querétaro tienen suerte para convertirse en espacio para magnos encuentros de convocatoria nacional. Recuerdo aquellas descomunales reuniones de la República, a que emplazaba el presidente José López Portillo en los ochenta. Eran tan imponentes como inútiles, pues sólo servían para la exhibición personal del presidente. Una de ellas ganó celebridad cuando éste anunció que defendería al peso “como un perro”, para luego verse apaleado por la devaluación de 1982. Por supuesto que entonces nadie debatía nada. Hoy por el contrario, veremos cómo se construye un nuevo tinglado para la confrontación y el protagonismo mediático.
No hay nada más inútil que un debate que parta de axiomas inconmovibles, como el del no al IVA. Si la convención hacendaria aspira a un grado aceptable de éxito, debe partir del requerimiento de que todos los participantes asuman un enfoque condescendiente y dúctil, que privilegie el beneficio del país por sobre las agendas partidistas. Tampoco se trata de ceder en materia ideológica. Me refiero a que se puede preservar el compromiso con las clases populares sin que esto signifique aferrarse al rechazo al IVA. Ese mismo compromiso puede cumplirse de forma incluso más eficiente mediante ambiciosas políticas de subsidio directo a los sectores más desprotegidos. Por ejemplo, muchas de los tan criticadas estrategias que implementó el presidente Salinas con su programa Solidaridad, como fueron los tortibonos (y su requerida “credencial de pobre”), el procampo y otros, permitieron levantar los onerosas asistencias genéricas, como lo era el subsidio generalizado al precio de la tortilla, para cambiarlos por otros subsidios más focalizados, pero más eficaces, como los tortibonos, la leche Liconsa, etcétera. Yo creo que el PRI y el PRD deben apostar más por comprometer a los gobiernos en incrementar sustancialmente su gasto social, a cambio de la aprobación de un IVA generalizado. Eso sí sería una muestra de compromiso con los más necesitados.
Se requiere también que se acuerde levantar un censo tributario exhaustivo. No es posible que en un mundo donde rigen las tecnologías de la información y las comunicaciones, todavía no tengamos un padrón de causantes reales y potenciales. El Estado debe cruzar la información con la que ya dispone. Por ejemplo, todos los gobiernos controlan ya diversos padrones de prestadores de servicios, como es el caso de los transportistas, los expendedores de alimentos y bebidas, los profesionistas, los comerciantes en la vía pública, etcétera. Millones de negociantes y trabajadores informales evaden la obligación tributaria, pero en cambio son consumidores voraces de servicios y asistencias del sector público. Muchos servicios que presta el Estado podrían condicionarse a la comprobación de ser un contribuyente del fisco. Esto suena policial (y lo es), pero debemos partir del hecho de que no existe cultura contributiva en nuestro país, y sólo con medidas coercitivas puede ampliarse efectivamente la base tributaria. No se trata de que los contribuyentes cautivos paguen más, sino de que lo hagan los que hoy no aportan a las arcas comunitarias. Un Estado con recursos para invertir en el desarrollo de las familias y las comunidades, eso sí sería justicia social.