Dos importantes informes se sucedieron esta semana: el del gobernador Juan Carlos Romero el domingo y el del rector Arturo Lara el miércoles. Con estilos diferentes, ambos expusieron sus respectivas versiones sobre el avance de las comunidades que gobiernan. Es evidente y natural que ambos hayan intentado bien ponderar sus méritos, sin destacar demasiado –o incluso ignorando los rezagos y contrariedades que inevitablemente padecen los conjuntos que conducen. Por supuesto, no es prudente comparar sus ejercicios pues se gestan en contextos y realidades muy diferentes, pero sin duda la tentación es mucha, pues ambos personajes provienen de una matriz universitaria común, y al gobernador con frecuencia se le ha señalado e incluso criticado su estilo “academicista” y casi culterano de ejercer la comunicación, con su evidente inclinación didáctica cuando expone cualquier tema, aficionado como es a sazonar su discurso con citas abundantes de pensadores no siempre famosos, pero sí densos. El Rector también gusta de esta modalidad discursiva, y eso acerca sus estilos.
Sobre el informe estatal me llamó la atención el dato de que se dedicó un millón de pesos diario al desarrollo social. Quiso dársele el tono de una gran cosa. Pero como siempre habrá que preguntarse sobre la efectividad de dicha inversión, pues es muy importante conocer el desempeño de los programas concretos a los que se canaliza. A veces pareciera mejor repartir directamente los recursos destinados a apoyar a los pobres, antes que canalizarlos a través de instancias burocratizadas que tienden a engordar y a engullirse los dineros. Por supuesto esto es una simpleza de mi parte, pero sí quisiera llamar la atención sobre el hecho de que la mayoría de los programas oficiales de atención social no son sujetos a evaluaciones periódicas independientes que permitieran ayudar en su perfeccionamiento y su eficacia. Además, considero que 333 millones de pesos al año para el gasto social destinado a alrededor de 2 millones o más de guanajuatenses en situación económica precaria es todavía demasiado poco. Por ejemplo, me parece insuficiente haber dedicado 63 millones al programa Habitat, que atiende una de las necesidades más sensibles y urgentes de las familias pobres: la carencia de casa. Calculando que una vivienda popular puede costar un promedio de 200 mil pesos, significa que con esos recursos se pueden construir 315 habitáculos. Nada pues. Dedicar un 1.5% del presupuesto total del gobierno a la atención de los pobres no me parece evidenciar mayor compromiso.
Sobre el informe del rector Lara me llamó la atención el acento en el crecimiento numérico y en calidad de la institución. La UG, como el resto de las universidades públicas, está sujeta a un proceso de superación académica a través de mega programas como el PROMEP. Las bondades innegables de este proceso se ven atenuadas por la reiteración del centralismo exacerbado que practica la SEP en la imposición de sus programas superadores. La táctica de la zanahoria –la promesa de recursos a cambio de aplicar medidas concretas lastima la dignidad de instituciones que se asumen autónomas, pero que siguen padeciendo de penurias presupuestales muy graves, que impiden que puedan cumplir eficazmente su función social. A la UG le ha ido bien en este proceso de negociación dificultosa con la SEP, y se ha mostrado disciplinada en el cumplimiento de las reglas del juego. El subsecretario Julio Rubio ha puesto en claro su reconocimiento a esta institución estatal como la segunda más exitosa en el proceso de superar a su profesorado. Esto sin duda no es un mérito menor, que se ha traducido en un incremento impresionante en el número de académicos con posgrados, con actualización, con pertenencia al Sistema Nacional de Investigadores, y que participan cada vez más en programas con certificación de instancias de evaluación. También fue notable el proceso de expansión en el número de programas educativos y en la diversificación de su oferta y de su presencia en los municipios de la entidad. Ojalá se concreten pronto los campii académicos anunciados para León y Salamanca, con lo cual la UG se convertirá en una auténtica universidad del estado de Guanajuato. Y por supuesto, no puedo dejar de destacar el éxito obtenido en la promoción de nuevos espacios académicos para las ciencias sociales, como son las nuevas licenciaturas en Antropología Social y Sociología, mérito del Centro de Investigación en Ciencias Sociales (CICSUG).
Despido esta colaboración anunciando el inicio de mi sabático en la UG, y mi traslado a la ciudad de Tijuana, donde colaboraré con El Colegio de la Frontera Norte. Desde allá continuaré con mis correo-colaboraciones, aunque ahora seguramente con una diversificación de temáticas. Este “diario de campo” se abre ahora a mis percepciones de la política nacional y de la realidad fronteriza y binacional. Deséenme suerte.
Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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