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viernes, 12 de enero de 2007

Sinrazones

Mal inicio tuvo la administración federal de Felipe Calderón, cuando se inaugura con el envío a la sociedad de un mensaje sin duda inquietante, al concederle un aumento presupuestal a las fuerzas armadas y de seguridad de alrededor de un 30% brutal en un país que no se encuentra en situación de guerra o agresión externa , y al mismo tiempo acompañarlo de un terrible recorte a la educación, la ciencia y la cultura. ¿Cómo leer este mensaje sin caer en la tentación de calificar al nuevo gobierno como temeroso de la inteligencia y favorecedor de la represión? Aunque uno quiera conceder el beneficio de la duda, el recorte presupuestal es demasiado profundo como para no sustentar muchas dudas sobre el diseño de la sociedad mexicana del futuro inmediato. Y para colmo se desata la inflación sobre los productos básicos para la alimentación del pueblo, como la tortilla y la leche, haciendo añicos el pálido incremento de 3.9% al salario mínimo para este año. 50 pesos diarios es el estipendio que el estado mexicano considera suficiente para mantener a una familia de un trabajador, y proveer los satisfactores básicos de alimentación, vestido, habitación, salud, educación, transporte y recreación. Pero el kilo de tortilla cuesta entre 12 y 15 pesos y la leche Liconsa 4.50 el litro… No salen las cuentas. ¿Cómo entenderlo?
Por supuesto que puedo razonar que de nada vale tener satisfactores para un buen nivel de vida, como educación, salud y cultura, si la inseguridad pública nos priva de la paz social y pone en riesgo todo lo anterior. ¿Pero era necesario redireccionar los pocos recursos con que se apoya la formación de capital humano para financiar la movilización de la milicia? Los operativos grandilocuentes como los que estamos viendo en Baja California, Michoacán y Guerrero son globos de Cantoya que apantallan a la opinión pública, pero que no le hacen ni cosquillas al crimen organizado. En lugar de malgastar cientos de millones de pesos en un circo de tres pistas, el Estado debió invertir en el largo plazo, en labores discretas de inteligencia, infiltración, investigación financiera y demás recursos que permitirían pegarle a los mega maleantes en donde más les duele: en sus capacidades de organización, logística, cooptación, corrupción, lavado de dinero y movilidad geográfica. Pero no fue así: se privilegió el show mediático por sobre la estrategia inteligente, y se le pasó la factura al sector educativo, científico y cultural del país. No puedo evitar recordar el grito de guerra de los milicos de Franco y Mussolini: “¡Que muera la inteligencia!”
Mal para las universidades públicas y la ciencia nacional: la UNAM, la mejor universidad de Iberoamérica, en lugar de ser estimulada financieramente sufrió un recorte de casi un 3%; el IPN casi un 6%; la UAM un 4.1%, el CINVESTAV casi un 10%, el INAH casi un 11%, el Colegio de México un 12%, el CIMAT un 3.4%, el CIESAS un 4.3%, etcétera, etcétera. Todos los centros de educación superior, posgrado e investigación científica fueron afectados. No me extrañaría que dentro de poco el gobierno retome la idea foxista de desaparecer algunos centros de investigación, hacerlos financieramente “viables” –privatizarlos e incluso revivir la neoliberal idea de los “bonos educativos” por los que competirían las instituciones educativas públicas y privadas para hacerse de financiamiento.
Seguimos cometiendo los mismos errores que han condenado a este país al atraso y el subdesarrollo: nos negamos a invertir en la gente, en la formación o desarrollo de sus capacidades intelectuales. Nuestros gobiernos continúan tratando a la población como una variable dependiente y subalterna de la macroeconomía y las prioridades del mercado, y no como el origen, destino y razón de ser de su acción. Qué bueno que se combata el crimen y la inseguridad, pero no es posible hacerlo a costa del único recurso que se reproduce a sí mismo y que es fuente inagotable de riqueza: el capital cultural y humano. Si seguimos despreciando a la educación, la ciencia y la cultura estaremos abonando el campo para la preservación de la barbarie y la violencia social. El crimen no se combate con policías y soldados, sino con medidas que ataquen sus raíces profundas en los factores de anomia social, como la carencia de oportunidades de empleo y de educación, la desintegración de los lazos sociales solidarios, la degradación cultural y los desajustes estructurales de la sociedad post industrial. El reforzamiento de los valores culturales y educativos permitirá la construcción de una sociedad más solidaria, más integrada, consciente de sí misma y de su destino. Seguirá existiendo el crimen, pero cuando éste se desarrolla en un entorno cultivado puede ser más fácilmente delimitado y paliado. Pero el contexto no se entiende de esta manera, y nos tenemos que fletar con los simplismos de los políticos, que mejor se disfrazan de milicos antes que ponerse a dialogar con la inteligencia del país.

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