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viernes, 23 de octubre de 2009

Más impuestos ¿a cambio de...?

Más impuestos ¿a cambio de...?



Por: © Luis Miguel Rionda ©



Publicado en Milenio de León.

¿Cómo evitar dar una opinión sobre la “reforma fiscal” en curso? No es posible hacerlo, sencillamente porque todos los mexicanos vamos a ser afectados de manera directa -en el sector formal- o indirecta -los que medran en la informalidad-. En lo personal soy un asalariado, un profesor universitario cuyos ingresos son usualmente fijos, aunque eventualmente soy contratado por honorarios como profesionista liberal. Por ello soy parte del sector “cautivo”, clasemediero, que es el que efectivamente paga impuestos y derechos al Estado. Formo parte de los 14.6 millones de asalariados que, junto con los 9 millones de personas físicas con actividad independiente y las 800 mil personas morales, formamos la base de contribuyentes del país, según el SAT (Notimex, 2 de septiembre pasado).
En 2008 los contribuyentes mexicanos aportamos 1.2 billones de pesos a las finanzas públicas federales, que sumados a los ingresos petroleros y a los derechos, productos y aprovechamientos, representaron un ingreso de 2.05 billones de pesos. Un tercio del mismo fue de origen petrolero (Política de ingresos 2008, SHCP). Si el PIB nacional de 2008 fue de 9 billones de pesos, quiere decir que se recaudó por impuestos a los contribuyentes apenas un 13.3% del PIB. Somos el país de la OCDE que menos recauda en proporción a su PIB. ¿Para qué hacerlo, si desde 1978 gozamos del cuerno de la abundancia petrolero?
La petrolización de los ingresos públicos ha tenido el efecto nefasto de hacer negligente al Estado para recolectar impuestos. En adición, el sector informal de la economía ha sido estimulado por las diferentes crisis, además de que sigue siendo muy complicado ingresar a la formalidad ya sea con actividad empresarial o como trabajador independiente. Cualquiera que haya presentado su declaración de impuestos sabe, sabemos, que el procedimiento es tan complicado que es obligado contratar a un contador, quien además debe actualizarse cada año por los constantes cambios en la miscelánea.
Según Milenio diario del 24 de mayo pasado, citando un informe del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, el sector informal representa un volumen de 12.1 millones de mexicanos, quienes sólo pagan impuestos al consumo pero no al ingreso. Ese montón de informales -comerciantes ambulantes, jornaleros, migrantes, videopiratas, taxistas, narcos, changarreros, sexoservidoras y demás- equivalen al 5.06% de la Población Económicamente Activa (PEA), integrada por los trabajadores de 14 años o más.
Una reforma fiscal demandaría integrar a esos informales a la base gravable mediante mecanismos que hicieran atractivo darse de alta con Lolita. Eso mediante una estrategia que diera seguridad jurídica y personal a estos “micro emprendedores” y a los trabajadores a destajo o por jornal. Por supuesto habría que basarse en pocos impuestos de carácter universal, focalizados en grabar el ingreso y el consumo de manera perfectamente proporcional, y con un esquema sencillo para su pago y eventual deducción.
Lo que me parece escandaloso es que mantengamos la situación actual, llena de excepciones, omisiones y exenciones, con un esquema tributario enmarañado y por lo mismo fácilmente evadible si se cuenta con abogados fiscalistas o contadores colmilludos que le den la vuelta a la tortilla en favor del potentado que les pague sus jugosos emolumentos. Es terrible que se mantenga el trato preferencial a los grandes consorcios nacionales y extranjeros, que no sólo pueden hacer uso del crédito fiscal a 10 ó 12 años, sino también de múltiples deducciones que les permiten pagar cifras ridículas al fisco. Un día sí y otro también nos enteramos en la prensa de cómo Hacienda pierde juicios y amparos frente a los grandes potentados, a quienes con regularidad les reintegra millonadas.
He calculado con base en mis declaraciones fiscales y mis cuentas hogareñas que cada año pago más de la mitad de mis ingresos en impuestos por ingresos y por consumo. Parecería que habito en Noruega o en Dinamarca, donde el Estado benefactor retiene esa proporción, pero que la reintegra en servicios públicos de gran calidad. Pero en México pagamos por un gobierno ineficaz, ausente en el momento en que somos asaltados o secuestrados, que otorga una educación de nivel “Gordillo” y un servicio de salud carente de medicamentos. ¿Por qué entonces pagar más impuestos? Les pregunto a los senadores.

1 comentario:

ciudadanoGDL dijo...

yo creo que muchos estamos de acuerdo con tu opinion, pero de todas maneras el gobierno no hace caso a la ciudadanía