Tuve la fortuna de intervenir en los trabajos del Congreso “La víctima del delito, del olvido histórico al reconocimiento de la víctima”, que organizó hace pocos días la Procuraduría General de Justicia del Estado. Esta institución tuvo a bien invitarme a coordinar la mesa “Perfil de la Víctima Ideal (Guía práctica para convertirse en víctima del delito)”, en la que también participé con una exposición que pretendió iniciar el tema y provocar la discusión. Debo confesar que cuando supe el motivo de la mesa, que era el definir si existe un perfil de la víctima del delito, así como ensayar una guía práctica para convertirse en dicho sujeto, me sobresaltó una duda: ¿es realmente posible trazar ese perfil? ¿No estaríamos cayendo en la tentación de simplificar la problemática de la delincuencia al tratar de definir perfiles de víctimas “ideales”? ¿No implicaría esto adjudicarle a la víctima parte de la responsabilidad del delito que padeció a manos de otro? En fin, que estas inquietudes me motivaron a investigar el tema de la victimología (al cual confieso que soy ajeno) y tratar así de responder a estas preguntas con un poco de conocimiento sobre los debates que se han tejido alrededor de esta cuestión.
Sabemos que la noción de “delito” cambia según los tiempos y las sociedades. Lo que ayer se consideraba un ilícito tal vez hoy ya no sea tal. Por ejemplo hace tan sólo quince o veinte años la violencia intrafamiliar era tolerada o ignorada por parte del sistema judicial y de la propia sociedad en México. En cambio, hoy en día existe no solamente un sistema de normas que condenan estas conductas, sino que también se ha incrementado la cultura de la denuncia y el castigo efectivo a los perpetradores de este tipo de incivilidades. Entonces, al cambiar históricamente la noción de “delito”, también cambió la concepción de “víctima” y de “victimario”, cayendo en estas definiciones individuos que antes tal vez sólo evidenciaban conductas inmersas en la tradición o la inercia social.
Pronto, la ciencia penal descubrió que para comprender el fenómeno de la delincuencia había necesidad de también enfocarse en la situación de la víctima, y no sólo en la del victimario. El aparato legal provee una amplia gama de previsiones con relación a los delincuentes (sistema punitivo, defensa de sus derechos, control y seguimiento preventivo, etcétera), pero contempla muy pocas medidas de atención a la víctima y a su circunstancia alterada. Esta inequidad ha provocado el nacimiento de una nueva disciplina: la victimología, que fue fundada en los años cuarenta por teóricos europeos como Von Hentig, F. Wertham, B. Mendelson y Gulotta. Este último define a la victimología como “la disciplina que tiene por objeto el estudio de la víctima de un delito, de su personalidad, de sus características biológicas, psicológicas, morales, sociales y culturales, de sus relaciones con el delincuente y del papel que ha desempeñado en la génesis del delito”. Sin embargo este enfoque parece defender la idea de que existe cierta “simbiosis” entre la víctima y el victimario, es decir que la víctima en buena medida comparte la responsabilidad del delito del que fue objeto. Visto de esta manera, sería correcto hablar de la existencia de un perfil de la “víctima ideal”, que correspondería a individuos que comparten un entorno social común, características físicas comunes, una educación similar, una ocupación parecida, en fin, una serie de características que en conjunto los convierte en blancos potenciales de la agresión delincuencial. Podríamos llegar a conclusiones como la de que si eres mujer, joven, trabajadora asalariada, de familia pobre, incluso madre soltera, y vives en ciudad Juárez, mejor cuídate porque eres candidata a ser violada y masacrada por impunes desconocidos.
En lo personal, y expresando un punto de vista como antropólogo social (que me hace reacio a todos los intentos de emitir generalizaciones simplificadoras), percibo en este enfoque una visión mecanicista y potencialmente discriminadora. Hay que hacer mención de de una tipificación propuesta por victimólogos menos obtusos como la abogada Paz de la Cuesta, quien distingue entre tres tipos de víctimización: la primaria, que es consecuencia directa de haber padecido un delito; la secundaria, que se deriva de las relaciones de la víctima con el sistema jurídico penal, y la victimización terciaria, que consiste en la discriminación, el escarnio social, la difamación y las consecuencias morales de haber padecido el delito y haber tenido que transitar por la tortura de las instancias judiciales.
Considero que es poco sustentable pretender que la definición de perfiles ideales (tal vez a la manera de los “tipos ideales” de Max Weber) de las víctimas del delito ayudará a prevenir, resolver o paliar las desgracias que padecen esas víctimas. Pero en cambio sí se pueden transformar en esquemas de discriminación y de construcción de estereotipos que pueden convertir en víctimas de tercer tipo a personas que, sin haber sido objeto de delito, caen en la clasificación simplista de víctimas potenciales. Y cuidado, porque los mexicanos somos muy buenos para discriminarnos los unos a los otros.
Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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1 comentario:
es muy interesante el articulo. yo soy estudiante de derecho en guadalajara, y estoy tomando el curso de victimologia, por lo tanto, tengo la inquietud de conocer o una clasificacion de victimas mas general o que sea tipica en la teoria de esta nueva ciencia. gracias.
Gabriel Villaseñor Valencia.
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