El asunto del despido del exembajador de México ante la OCDE en París, Carlos Flores Alcocer, como resultado del escándalo que se desató cuando la prensa dio a conocer los gastos dispendiosos en que incurrió el fugaz diplomático, nos sirve de pretexto para plantear el tema de la dificultad que entraña a cualquier gobierno el hacerse de personal de alto nivel que no sólo sea calificado técnicamente, sino que también goce de un mínimo de sensibilidad política. Flores Alcocer, bien conocido de los guanajuatenses, podrá ser un cuadro bien calificado para confrontar las duras negociaciones que se requieren dentro de un organismo que tiene como vocación promover el desarrollo económico y social de sus miembros, particularmente los más atrasados como es nuestro caso. La OCDE ha permitido a México ubicarse en un contexto de mayor exigencia que antes, cuando nos comparábamos más bien con países de medio pelo como los latinoamericanos. En ese sentido nuestra membresía ha sido benéfica como acicate para redefinir nuestros estándares de desarrollo.
Carlos Flores tuvo a su cargo en Guanajuato a la extinta Codereg (Coordinación para el Desarrollo Regional) en tiempos foxistas. A pesar de estar a cargo de los principales programas para el combate a la pobreza, nunca se destacó por una sensibilidad social que lo acercase a las aspiraciones de los grupos vulnerables. Recuerdo una lamentable comparecencia suya el 26 de enero de 1996, cuando tuvo que acudir en representación de Fox al Foro Estatal de Consulta sobre Derechos y Participación Indígena, donde nos congregamos académicos, servidores públicos y representantes de comunidades y grupos indígenas de la entidad. Su discurso, no improvisado sino escrito, evidenciaba su lejanía personal de la problemática indígena, y poco faltó para que recomendara a los asistentes asumir la receta del indigenismo foxista del “bocho, changarro y tele”. Evidentemente, lo suyo no era el trato con los conjuntos sociales, y mucho menos el tejido de relaciones políticas finas. Era (y es) un tecnócrata eficaz dentro de sus modelos teóricos para el desarrollo, pero no un político. Imagínense si puede ser un diplomático.
No es raro encontrar entre los tecnócratas la actitud de la diva que se siente minusvaluada. Y una forma de curar ese sentimiento es rodearse de las comodidades y el lujo que deben acompañar al talento superior. Flores salía del área central del gobierno federal, la presidencia de la República, y emigró con todo y sus fondos presupuestales ya asignados, hacia la Secretaría de Relaciones Exteriores. Evidentemente él desconocía las precariedades que debe enfrentar cotidianamente el servicio exterior mexicano, y sencillamente actuó como si continuara desempeñándose en el cuerno de la abundancia de la presidencia. No hubo mala fe, sólo desconocimiento. Sin embargo, no deja de llamar la atención que existan prohombres en el gobierno federal que prácticamente tienen carta blanca para definir el área de su desempeño. Flores Alcocer logró que Relaciones Exteriores reviviera una representación que ya había sido asumida por la embajada mexicana en París, y se le permitió construir una estructura paralela que se antoja desproporcionada para la función asignada. Me parece evidente que su despido del área diplomática tiene que ver más con el apaciguamiento de molestias internas de la SRE, que por la presión de la opinión pública. Bien pudiera haberse encontrado otra salida, como el reintegrar a los proveedores varios de los artículos adquiridos, o bien que, como lo prometió Flores Alcocer, éste asumiera de su peculio su costo. Además, los supersueldos asignados a su persona y a su staff son totalmente desproporcionados con relación a los del personal de carrera. Es cierto que París es una ciudad cara, pero no tanto para justificar un salario de 15 mil dólares mensuales. Eso quiere decir que ganaría tanto como su superior jerárquico, el secretario Derbez. Por lo pronto al nuevo titular de esa oficina, Alejandro Ramírez Magaña, le tocará la suerte de estrenar fino.
Ahora, ¿dónde será reubicado aquél personaje? No creo que este penoso asunto le haga salir del círculo íntimo del presidente Fox. Con seguridad lo reciclarán en otra función, y a ver a cuál secretario le enjaretan ahora al niño consentido de un presidente que tiene el corazón del tamaño de un camión.
Para terminar y cambiando de tema, mando un saludo a mi esposa y compañera Felisa Carrillo, quien fue intervenida quirúrgicamente el miércoles. Amor: mis deseos de que pronto estés de nuevo en circulación acelerada, como tú acostumbras.
Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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