El gobierno estatal y el municipal de Guanajuato capital vienen de anunciar un ambicioso proyecto de obra pública para el resto del trienio que les resta a sus administraciones. Es un proyecto cuya envergadura no se había conocido desde hace décadas, al menos para una localidad tan castigada como Guanajuato. Y la califico así porque se trata de una ciudad que ha visto debilitarse o incluso desaparecer sus fuentes de sustentación, como lo fueron la minería, la burocracia y la educación. El turismo es la única actividad que plantea potencialidades de desarrollo, pero que todavía no alcanzan a concretarse debido a la incapacidad del empresariado turístico local para involucrarse en el mejoramiento radical de sus servicios.
La ciudad de Guanajuato padece los problemas típicos de la mayoría de las capitales estatales: manifestaciones políticas, población flotante, exceso de circulación vehicular, fuerte demanda de servicios públicos y poca recaudación municipal por derechos e impuestos. Los recursos nunca alcanzan para cubrir las necesidades, muchas de las cuales se generan por su calidad de capital estatal. Esto conduce a que exista una dependencia histórica hacia la buena voluntad del gobernador en turno, quien puede (o no) sentirse identificado con el villorrio cuevanense.
La distribución de las participaciones estatales y federales a los municipios se basa en una fórmula que pondera criterios demográficos y económicos, pero no sutilezas como la de que esta ciudad debe proveer servicios a instituciones estatales y federales que no pagan ni siquiera su impuesto predial. Pero en cambio sí demandan seguridad y vigilancia (y en esto participan también los bancos, que siempre le endilgan a los gobiernos locales buena parte del costo de su vigilancia), generan enormidades de basura, consumen agua (que en ocasiones tampoco pagan), atraen protestas públicas y congestionamientos, y provocan población flotante que acude a hacer trámites desde otros municipios. Para colmo, resulta que recientemente y gracias a la mejora en las vías de comunicación, esas oficinas ya no son una opción de empleo y riqueza para la localidad, ya que crecientemente se hace uso de funcionarios y trabajadores que provienen de otras ciudades, y que prefieren vivir (y consumir) en sus localidades de origen.
El plan de obra pública de los gobiernos de Juan Carlos Romero y Arnulfo Vázquez para la capital del estado ayudará a corregir parte de esas desviaciones e insuficiencias. Tal vez en algo influya que el gobernador sea guanajuateño, y no leonés como fueron Fox, Martín y Medina (quienes sin embargo sí invirtieron recursos importantes en la mejora de la capital). Pero también influye el hecho de que esta administración municipal sí ha dado muestras de tener idea de qué hacer con el montón de problemas de la cañada de las ranas. Por lo menos ahora sí ha visto trabajo, tesón y presencia física de parte de este presidente municipal, en contraste con la administración precedente. Dicen los que saben de chismes políticos que el gobernador no había soltado antes los apoyos al constatar la ausencia de un proyecto viable de desarrollo municipal. Pero más vale tarde que nunca, y todo parece apuntar a que al fin hay coincidencia de voluntades para rescatar a la ciudad más emblemática del estado, joya urbana llena de herrumbre que soporta con estoica altivez e incurable orgullo los fastidios de su crisis interminable. Se abre así un espacio de respiro para la “Atenas de por acá”, cuya viabilidad urbana se encuentra en peligro creciente.
Ojalá que los gobiernos locales sepan involucrar a la federación en estas labores de rescate y potenciación de este patrimonio urbanístico. La belleza y personalidad de la capital guanajuatense es un valor que debe ser preservado y justipreciado por los guanajuatenses de todos los municipios, así como por todos los mexicanos. El sistema de desarrollo regional de la entidad es uno de los más interesantes del país, gracias a la diferente vocación productiva de cada una de sus ciudades. A Guanajuato capital le ha tocado ahora concentrarse en los servicios (gobierno, educación, turismo y cultura), y por ello debe preservarse como un espacio digno donde se recreen cotidianamente los valores humanísticos, incluyendo los democráticos, mismos que garantizan la convivencia armoniosa y la buena política. No hay de otra.
Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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