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viernes, 28 de octubre de 2005

Sobre el IFE y sus retos, I

El día de ayer se instalaron en el país los 32 consejos electorales locales del IFE, uno por entidad federativa. De esta manera el procedimiento que se inició formalmente el pasado 6 de octubre con la declaratoria de inicio del proceso electoral federal, se amplía hacia los estados y pronto lo hará hasta el nivel distrital. Por lo pronto 192 nuevos consejeros locales nos hemos unido a la tarea de vigilar y supervisar tanto el accionar logístico del IFE como el apego institucional y político a los principios de legalidad, transparencia, objetividad y certeza que permitan ofrecer al resto de la ciudadanía un proceso comicial pulcro y confiable, que abone efectivamente a la legitimidad de nuestros sistemas de gobierno y de representación democráticos.
En lo personal me entusiasma volver a participar en este gran operativo que en Guanajuato nos llevará a instalar casi seis mil casillas en poco más de tres mil secciones de los 14 distritos en que hoy se ha dividido la entidad. Seremos casi cuatro millones los ciudadanos con derecho a voto que podremos –si queremos por supuesto— emitir nuestro sufragio a favor de los partidos y candidatos que consideremos más adecuados para representarnos o gobernarnos. Este gran acto de volición cívica es la manifestación cúspide del hecho democrático. Aunque reconozcamos que la democracia va más allá del sencillo acto de elegir a nuestros regentes y parlamentarios, y que nuestra propia constitución la define como todo un “sistema de vida”, debemos reconocer que no hay acto más paradigmático del adjetivo “democrático” que el ejercicio libre de cruzar un logotipo en una boleta y que ese voto cuente y se cuente. Si los griegos emplearon piedras depositadas dentro de vasijas de barro –piedras que se ocultaban dentro del puño para garantizar el secreto del voto— nosotros utilizamos pliegos de papel sembrados con numerosos –y caros— elementos de seguridad, todo por la desconfianza que nos prodigamos unos a otros. En fin, que aunque hayan transcurrido dos mil 500 años, los seres humanos que nos asumimos como demócratas hemos variado en poco los mecanismos para contabilizar nuestras voluntades, aunque ahora las sumas las efectuemos con sofisticadas computadoras y con comunicaciones electrónicas de velocidad fulminante. Al final sigue siendo lo mismo: un ciudadano, un voto, y su suma es la expresión de lo que pomposamente llamamos “voluntad general”, o séase de la mayoría.
Los consejeros electorales locales no organizamos las elecciones. Las supervisamos y dictamos lineamientos que contribuyan a mantener al proceso dentro de los márgenes de la equidad y la legalidad. Hemos sido elegidos por los nueve consejeros generales en acuerdo con los partidos políticos nacionales, como coadyuvantes del la causa política institucional del IFE: organizar elecciones justas y confiables, el mortero que une los cimientos del edificio democrático. Nosotros a nuestra vez convocaremos a la sociedad y a sus organizaciones para proponer candidatos a fungir como los 1,800 consejeros distritales necesarios para cubrir los 300 distritos del país. En Guanajuato deberemos seleccionar a 84 mujeres y hombres prudentes que se integren a los consejos de los 14 distritos federales. Para ello el Consejo local emitió ayer un acuerdo para convocar a esas organizaciones a presentar sus propuestas a la brevedad, con la finalidad de que alrededor del 15 de diciembre ya estemos en condiciones de que los consejos distritales rindan protesta, y que contemos con los equipos humanos que acompañen al IFE en esta tarea honrosa.
No es difícil entusiasmarse cuando se colabora con una de las pocas instituciones públicas que, contra todo lo que se diga en los medios, todavía mantiene una imagen altamente positiva en el imaginario social. Las encuestas de cultura cívica que ha levantado Gobernación y empresas de opinión pública evidencian este hecho, que no se ha visto mermado por los recientes debates en los medios acerca de la nueva conformación de la institución, las renuncias escandalosas y demás pirotecnia con que se adorna la vida interna del instituto. Al final se mantiene un hecho: las elecciones federales mexicanas se siguen ubicando entre las más confiables del mundo, inclusive por arriba de varios esquemas del mundo desarrollado.
Esta confianza no se debe dilapidar, eso es cierto. Ni tampoco poner en riesgo por las naturales desavenencias que pueden evidenciarse en la vida interna de esta organización, tan humana y falible como la que más. Pero como empresa humana es también generosa y fértil, para lo cual sólo requiere de la buena voluntad –y sin duda la capacidad— de sus funcionarios y trabajadores tanto de planta como eventuales, a los que acompañaremos voluntariosos los consejeros.

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