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viernes, 17 de febrero de 2006

De información y propaganda

En días pasados recibí un mensaje de mi buen amigo Carlos Garcia Campo quien, como yo, funge como consejero electoral local del IFE, pero él en el estado de Querétaro. Me hizo notar que en las carreteras de nuestro estado se encuentran pintas de partidos y candidatos en algunos terraplenes ubicados al costado de carreteras, como la federal 45. Incluso me envió fotos de grandes pintas a favor de López Obrador, otra que promovía la precandidatura de Luis Ernesto Ayala, y otra más de algún precandidato del PRI, todas ubicadas en el kilómetro 6 “del libramiento o la desviación para León (de Celaya a León)”. Me hizo notar que esto contraviene el inciso D del artículo 189 del Cofipe, que dicta que la propaganda electoral “no podrá fijarse o pintarse en elementos de equipamiento urbano, carretero o ferroviario, ni en accidentes geográficos cualquiera que sea su régimen jurídico”. En el inciso cuarto del artículo 191 del código estatal se dicta idéntica disposición.
Independientemente de que promoveré que el IFE haga algún señalamiento a las autoridades que correspondan, como la SCT, aprovecho esta excusa para plantear en este espacio el tema del bajísimo nivel en el que se ha ubicado el discurso progagandístico de partidos y candidatos en las últimas competencias electorales. Es cierto que la mercadotecnia moderna dicta que es más efectivo para el logro del objetivo último de una campaña (vender un producto, ganar una elección) la emisión de mensajes e imágenes simples y atractivos, que jalen la atención del eventual “cliente” despertando necesidades orgánicas, y que éste retenga en lo profundo de su hipotálamo esa imagen visual o auditiva. Es decir se apuesta más a conquistar el mecanismo instintivo pavloviano donde reside nuestro ser animalesco, que a atraer la atención de los niveles superiores de la conciencia humana. La propaganda se basa así en la repetición machacona de tonadas, el disparo de imágenes visuales, la reiteración de lemas, la apuesta al atractivo físico del candidato o candidata, las promesas simplistas pero irreales o irrelevantes, etcétera. Nada diferencia a la propaganda política de la promoción comercial más ramplona, incluyendo las medias verdades o de plano las mentiras en la promoción de los productos, en este caso los candidatos.
La normatividad electoral federal y local es clara en el sentido de que las actividades de difusión y propaganda de los partidos deben fomentar la información y la discusión, no la mercadotecnia vacua. Por ejemplo el inciso 4 del artículo 182 del Cofipe prescribe que “tanto la propaganda electoral como las actividades de campaña […] deberán propiciar la exposición, desarrollo y discusión ante el electorado de los programas y acciones fijados por los partidos políticos en sus documentos básicos y, particularmente, en la plataforma electoral que para la elección en cuestión hubieren registrado.” Este ordenamiento se reproduce textual en el artículo 184 cuarto párrafo del código estatal. Esto quiere decir que toda actividad de campaña debería perseguir ese propósito. En cambio lo que encontramos en la publicidad en medios y en el equipamiento urbano y carretero es poco más que contaminación visual y auditiva. Se distribuye muy poca información, y cuando ésta existe se dirige hacia los públicos ilustrados o elitistas, de franca minoría. Por ejemplo, si uno quiere conseguir las plataformas hay que bajarlas de Internet o solicitarlas directamente en el partido, lo que ya es limitativo. En los eventos de campaña se distribuyen baratijas, pero no elementos reales de información.
Afortunadamente algunos medios de comunicación están cumpliendo el papel informativo que originalmente deberían propiciar los partidos. Varios periódicos nacionales y locales han publicado interesantes ejercicios de comparación de ofertas y perfiles. Desgraciadamente el público lector en México es poco numeroso, y de éstos la gran mayoría opta por la sección deportiva o los espectáculos. Por eso no queda mejor opción que los medios electrónicos. Quiero llamar la atención sobre la interesantísima serie “Diálogos por México” de Televisa, una producción espléndidamente diseñada, que se apoya en un ejercicio serio y profundo de análisis y debate con candidatos y especialistas. Es un verdadero placer recibir información consistente y desmenuzada, cernida por criterios rigurosos y exigentes. Sin duda es un ejercicio de construcción de cultura ciudadana, que espero sea atendido por un público amplio. Estoy convencido de que no debemos regalar nuestro voto a los partidos y candidatos: ellos deben conquistar nuestro apoyo mediante la razón y el argumento inteligente, no mediante los oropeles de la propaganda. Ojalá que pronto se regule esta publicidad carísima e inútil, para proteger no solamente dineros públicos, sino también nuestro tiempo y nuestra salud mental.

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