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viernes, 20 de julio de 2007

Bajo ataque, II

Este miércoles participé en otra sesión del comité estatal del Consejo Ciudadano de la PGR, donde tuvimos un agradable e interesante intercambio de información y puntos de vista con el delegado estatal, el licenciado Levario Reyes. Primero, sobre los avances en el trabajo de la delegación –con sensibles incrementos en averiguaciones previas resueltas y consignadas, con lo que se inicia el abatimiento de un rezago importante-, nuevas estrategias de investigación del narcomenudeo, el contacto renovado con las autoridades locales, etcétera. Por supuesto el punto principal que nos interesaba abordar a los consejeros era el de las explosiones de los días 5 y 10 pasados, reivindicados por el EPR, así como el papel de la delegación en las investigaciones, que han sido atraídas por las áreas centrales de la PGR.
Fue agradable poder discutir abiertamente con una autoridad vinculada directamente a las investigaciones, y ventilar sin tapujos nuestras inquietudes como ciudadanos de a pie. Con franqueza expresamos nuestra preocupación por que este tipo de acciones violentas pudiera repetirse, y que con esto se derribara sin remedio la imagen pacífica y tranquila que de nuestra entidad se nos ha querido vender desde el gobierno. Ya de por sí es alarmante que el crimen organizado haya arrojado 30 ejecuciones en nuestro territorio en lo que va de este año –recordó nuestro presidente Omar Plascencia-, y ahora resulta que somos el escenario de una inopinada rebelión con banderas políticas.
Los amables lectores que descifraron mi contribución anterior conocen mi personal molestia y escepticismo ante las declaraciones ligeras que expresaron funcionarios de PEMEX y de instancias de seguridad pública estatales, cuando a priori descartaron la posibilidad de que esos “accidentes” tuviesen un origen provocado. Por eso no me reprimí en expresar en la sesión del consejo que a mi juicio existían elementos previos que pudieron prefigurar la existencia de algún grupo armado de corte insurgente en nuestra entidad. Recordé, recordamos juntos, que hace una década apareció públicamente un grupo insurrecto por el rumbo de San Pancho. El licenciado Mar Reyes me corrigió: fue un grupo jaramillista, allá por Manuel Doblado. En efecto, por esos rumbos se anunciaba desde hace rato la posibilidad de que esos grupos existiesen, y que no fuesen simples “pantomimas”, como los calificaron las autoridades.
Además, Carlos Ramírez en su columna “Indicador político” (www.lacrisis.com.mx) en El Financiero acaba de hacer público un reporte confidencial fechado en 2004, de la Coordinación General de Inteligencia para la Prevención de la PFP. Ahí se enlista a más de un centenar de grupos guerrilleros, entre los que se enuncia el “Ejército Guanajuatense Revolucionario”. Algún elemento de información habrá tenido la PFP para incluir esa milicia abajeña dentro de este inventario, ¿no creen?
Luego habría que recordar los explosivos encontrados en Celaya en noviembre pasado, que fueron abandonados a pocas cuadras del centro de la ciudad. Ya desde entonces se sospechaba que fuesen propiedad de grupos subversivos, por el parecido con los explosivos empleados por el EPR en ataques perpetrados poco tiempo antes en el DF contra el PRI y el TRIFE.
Volví a insistir sobre mi convicción de que el grupo de saboteadores debió tener vínculos locales, e incluso pudo haber sido conformado por guanajuatenses, pues no es creíble que fuereños tuviesen ese nivel de conocimiento sobre la zona, las instalaciones petroleras, y la manera de causar daño material espectacular sin provocar decesos o daños a la población. Además, de haberse tratado de un comando guerrillero móvil se podía esperar que su siguiente ataque se perpetrara en otra región del país, y no en la misma, como sucedió el día 10. Vengo de conocer con agrado que el secretario de Gobierno concuerda ya con esta visión “localista”.
El delegado y sus investigadores –como el comandante Ulises Arellano, de la unidad Salamanca nos explicaron con paciencia de santo las medidas inquisitivas que se tomaron a partir del siniestro. Nos confortó conocer de primera mano que existen varias líneas de investigación, y no se descarta a priori ninguna posibilidad, incluyendo la de los eperristas abajeños. Con la intervención de las áreas centrales de la PGR se garantiza que los mejores peritos e investigadores de la institución se abocan a resolver el principal misterio: ¿quiénes fueron? Luego vendrá el ¿dónde están? Y con algo de suerte en algún tiempo podríamos tener el cuadro completo. Más nos vale. El Bajío ya fue escenario de insurrecciones sangrientas en los dos siglos previos; no nos gustaría repetir esas tristes historias.

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