Es inevitable abordar el tema de la renovación de la autoridad universitaria, en esta columna redactada por un profesor llano de la Universidad de Guanajuato. El inicio del proceso de renovación o reiteración del liderazgo rectoral obliga a la emisión de algunos juicios y opiniones sobre el mismo. Primero, diré que me parece una cosa muy buena que contemos con cuatro candidaturas, todas de universitarios cabales y bien calificados. Cuentan los cuatro con perfiles académicos diferentes, lo que es aún más interesante. Sólo lamento que no haya entre ellos ninguna mujer, y mucho menos un joven. Pero puedo entender que todavía existen ciertos pruritos y mucha auto contención de parte de nuestras colegas femeninas, y un prejuicio arraigado y absurdo en contra de la juventud en razón de su “inexperiencia”.
Lo que todavía hay que averiguar es la capacidad personal efectiva para conducir una comunidad de 2,943 académicos, 922 administrativos y 23 mil estudiantes. Es muy común confundir las cualidades intelectuales con las facultades de conducción y administración de un conjunto complejo de personas y recursos. Pero podemos asumir que, como todos ellos han tenido la oportunidad de conducir escuelas y facultades, eventualmente podrán hacerse cargo de un reto de mayores dimensiones. Nadie hace carrera para ser Rector, ni funcionario universitario, pero sí contamos con medios indirectos para evaluar desempeños institucionales –informes administrativos, evaluación de pares, ejercicio académico, desarrollo de la unidad conducida-, y valdría la pena que esos documentos fueran conocidos.
Los cuatro candidatos han planteado proyectos generales de desarrollo de la universidad. Sin embargo todos deben ajustarse a los lineamientos y estrategias definidas en el PLADI (Plan de Desarrollo Institucional) 2002-2010, ya que el siguiente periodo rectoral abarca la etapa final de este instrumento de planeación, además de que le tocará su actualización y reformulación, de tal manera que se defina entes de tres años un nuevo plan, abarcador de la siguiente década. También han debido considerar como marco legal la nueva ley orgánica, a la que se agregará antes del fin de 2008 toda una batería de reglamentos que regirá la vida universitaria dentro del esquema departamental y de campus regionales. No es un asunto menor, porque de los cuatro aspirantes aparentemente sólo el actual rector ha tenido la vivencia de desarrollarse académicamente dentro de alguna institución departamentalizada –en su caso la Universidad de California en Davis-. Y esto me preocupa en lo personal, pues quienes no conocen este sistema, difícilmente captarán su lógica, que es muy diferente a la del esquema napoleónico que heredamos de la universidad decimonónica.
Desgraciadamente a estas alturas los miembros de la comunidad universitaria carecemos de mayor información sobre los aspirantes. Aunque la comisión especial del Consejo Universitario ya recibió documentos tan importantes como los proyectos de desarrollo y los currículos de los candidatos, son textos todavía inaccesibles para el común de los mortales. No entiendo por qué no se han colocado en la página electrónica de la universidad, de tal manera que los miembros de la comunidad podamos comenzar a comparar trayectorias y propuestas. Al día de hoy, nuestro juicio se basa en lo poco que ha salido en prensa y por el conocimiento personal de cada uno de los aspirantes. Y esto es grave, pues el tiempo no es mucho y el 10 de agosto esa comisión presentará su dictamen ante el consejo. Yo me pregunto qué pasará si determina que uno o varios de los candidatos son inelegibles, o no cubren el perfil; ante la carencia de información los universitarios nos deberemos conformar con sus dichos. Es por eso que se requiere que fluyan de inmediato estos datos, pues el día de hoy, viernes, habremos salido de vacaciones y nos quedaremos dos semanas más ayunos de comunicación.
El proceso de selección –insistimos: no de elección- del Rector es un momento importante de la vida universitaria, pues en el perfil del nuevo conductor quedarán implícitos algunos rasgos de un estilo personal que, querámoslo o no, influirá fuertemente en el desarrollo institucional. Yo en lo personal me inclino por un perfil moderno, académico, profesional y efectivo. No me atrevo –todavía- a pronunciarme por ninguno de los aspirantes, sin antes hacerme de la información necesaria, pero sin duda lo haré, pues siempre he sido un convencido de que en la vida social y política –en este caso en la universidad- siempre hay que tener partido, y comprometerse con proyectos ambiciosos, aunque sean polémicos. Entretanto mantengamos nuestra atención sobre los foros –las “pasarelas”- que seguramente organizarán las instancias pertinentes. Tiempo al tiempo.
Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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