Con frecuencia la vorágine de eventos de la cotidianidad nos distrae y sustrae de asuntos trascendentales que en el momento consideramos no tan urgentes. Quiero decir que el imperio de lo inmediato siempre ofusca, y nos hace perder el sentido de la trascendencia y del largo plazo. Así sucede en la política-política y en la política universitaria. El reciente proceso de renovación de la rectoría nos distrajo de asuntos que no pueden desmerecer nuestra atención.
El lunes 1 de octubre la Universidad de Guanajuato celebrará su 275 aniversario. Se dice fácil, pero es una larguísima historia para una institución de educación superior provinciana, particularmente si consideramos que se trata de un historial continuo. La UNAM, por ejemplo, cuenta con una larga trayectoria de 454 años -fue establecida el 25 de enero de 1553-, pero no ha sido una historia continua, pues cerró sus puertas en 1833, 1857, 1861 y 1865. Y desde este último año hubo de esperar a que Justo Sierra promoviera su reapertura en repetidas ocasiones, hasta que logró su resurrección en 1907. Por ello, propiamente se trata de una universidad del siglo XX.
La Universidad de Guanajuato, en cambio, puede trazar su historial sostenido desde que en 1732 doña Josefa de Busto y Moya donó su casa particular para que sirviera de asiento para establecer un colegio de enseñanza superior jesuita, que tanto demandaba la villa. A partir de entonces, con el Hospicio de la Santísima Trinidad, se dio inicio a una tradición educativa que nació como colegio religioso -regenteado por jesuitas y luego de su expulsión, por felipenses-, y que luego de la independencia se secularizaría para convertirse, gracias al apoyo del gobernador Carlos Montes de Oca, en el Colegio del Estado, donde se educaría la elite cultural y política de la entidad durante los siguientes dos siglos. El establecimiento pudo mantenerse abierto incluso durante los periodos de depresión social e institucional gracias a los empeños de individuos -profesores y autoridades-, como el padre Marcelino Mangas, el profesor Sierra, don Fulgencio Vargas, Agustín Lanuza y otros.
Fue mediante el reconocimiento de su calidad como universidad pública en 1945, conseguido por Armando Olivares, que la institución se consolidó como establecimiento permanente y con ascendiente social. Carecía de autonomía para nombrar a su máxima autoridad, pero gozaba de un importante margen de manejo interno. Su crecimiento fue más bien modesto a lo largo de las décadas siguientes, con breves periodos de aceleración seguidos de largos tramos de letargo. Así fue, por ejemplo, con el florecimiento impulsado por José Aguilar y Maya en los años cincuenta, que fue seguido por la inercia de los sesenta y setenta, para detonarse brevemente en los ochenta, y muy en particular en los noventa. La retardada autonomía fue concedida al fin en 1994, en buena medida gracias a la alternancia en el ejecutivo estatal y al gobierno dividido con el legislativo, lo que puso a competir a panistas y priístas en el afán de otorgarle la ansiada presea emancipatoria a la universidad estatal.
Con la reforma de la ley orgánica en este año se inicia una nueva etapa, que coincide con el aniversario. La institución evolucionará hacia un sistema de universidades regionales unidas por políticas generales comunes, pero con amplias capacidades para reaccionar y cumplir con el compromiso ya no sólo con el estado, sino con sus regiones y municipios. Por eso no es menor el asunto del “cumpleaños”: 275 es una cifra que permite recuperar la noción de la dimensión histórica y el porvenir. Nos permite plantear cuestionamientos sobre lo que nos espera para el siguiente cuarto de siglo, 25 años que faltan para el tricentenario institucional. La visión del 2032.
El Campus Sur de la UG propuso al resto de la corporación y a sus autoridades arrancar una serie de actividades conmemorativas de orden académico, científico, cultural y artístico. La respuesta del resto de los campii fue muy entusiasta y entre todos hemos armado un programa de fuste. Durante los próximos meses se desplegará una serie de conferencias, páneles, exposiciones, publicaciones y actividades artísticas que ayudarán a estimular la memoria colectiva y conmemorar la añada. Creemos que es valioso reflexionar sobre los orígenes y el camino universitario, conscientes de que el actual periodo de reforma y actualización debe acompañarse de una referencia permanente al recorrido comunitario. No es ocioso aprovechar ocasiones de remembranza para ejercitar las necesarias capacidades de autocrítica, reflexión compartida e interacción con las sociedades regionales.
Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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