Escribo estas líneas desde Xalapa, Veracruz, a donde he acudido a participar en la presentación del libro colectivo "Las elecciones federales en México 2006, estudios de caso"; texto que presenta una perspectiva comparada desde ocho entidades del país. Nos convocó el Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales de la Universidad Veracruzana, por medio del doctor Manuel Reyna Muñoz, investigador reconocido que aportó el capítulo sobre este hermoso estado del oriente nacional. El volumen fue publicado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, por medio de su Centro de Investigaciones sobre Opinión Pública, y fue coordinado por Enrique Agüera y René Valdiviezo, investigadores de esa universidad. El libro anuncia desde la portada que su contenido aborda las elecciones federales, pero mediante el estudio a profundidad de ocho casos: dos estados norteños --Baja California y Coahuila--, tres entidades del centro --Distrito Federal, Guanajuato y Querétaro-- y tres del sur y oriente del país --Puebla, Oaxaca y Veracruz--. Doce investigadores reconocidos se distribuyeron el abordaje de estos estudios de caso y con acercamientos más o menos uniformes, pero siempre adaptándose a las particularidades de cada estado, expusimos la peculiar dinámica que adoptaron tanto el proceso como los agentes involucrados en la competencia electoral. En la cuarta de forros los coordinadores afirman que: "La elección federal del 2006 cambió a México. Fuimos testigos de la elección para titular del ejecutivo más competida de la historia del país (…) Pero la imagen de las campañas y elecciones cambia cuando incursionamos en las regiones y las entidades. El reflejo, por así llamarlo, de la contienda nacional es distinto de lugar a lugar y los efectos y conflictos son diferentes." Esa diversidad regional es lo que hizo tan interesante a ese proceso comicial. Los que tenemos más de 40 años de edad, y que vivimos nuestra juventud bajo la vieja hegemonía monopartidista, nunca nos imaginaríamos que un día nuestro país viviera un grado de competencia tan agudo entre la izquierda y la derecha, que para colmo desplazaría al viejo partido de estado a un tercer lugar inopinado. Un país polarizado, pero con regiones claramente definidas en sus preferencias: el norte en el bipartidismo PAN-PRI, el centro abajeño en poder del PAN, y el DF y el sur bajo la égida del PRD o del PRI.
Por supuesto, a mí me tocó investigar y redactar sobre Guanajuato. Pero sin duda fue un esfuerzo dificultoso, ya que la dinámica federal no podía ser ajena a los procesos electorales locales, que también impusieron su agenda particular sobre los debates políticos del momento. La polarización del discurso contaminaba el ambiente, y volvió muy difícil conservar la necesaria cabeza fría que ordena la objetividad académica. Como nunca, la guerra sucia tanto de unos como de otros terminó perjudicando incluso al árbitro de la contienda, el IFE, a quien muchos juzgaron remiso e incluso omiso, mientras que otros le demandaban su exceso de celo. Nadie podría salir bien librado del batidero de denuestos, y las consecuencias se siguen padeciendo: hoy día el Instituto Electoral goza de un enorme prestigio internacional, pero en contraste ha visto mermada su credibilidad interna ante un sector importante de la sociedad.
Pero en cada estado las elecciones pasadas se evidenciaron como bien diferentes, como se demuestra en nuestro libro. Es impresionante cómo los discursos y agendas políticas locales han logrado incrementar su peso ante la tradicional hegemonía centralista de las élites políticas nacionales. Si bien la campaña presidencial continuó acaparando reflectores, la misma debió compartir más cartel con intensas campañas locales en diez entidades que registraron elecciones concurrentes. Prueba de este nuevo ascendiente de lo local fue la clara evidencia de un voto diferenciado en entidades muy politizadas, como Baja California, Coahuila, Veracruz y Puebla. Se dividió el voto presidencial, del de sus compañeros candidatos locales.
Hubo factores adicionales que debimos considerar: los efectos de la redistritación federal y sus equivalentes locales, el voto desde el exterior --en la jurisdicción de Guanajuato apenas votaron dos mil paisanos desde el extranjero, aunque posiblemente existen 600 ó 700 mil trabajadores abajeños que bien pudieron haber sufragado de así desearlo--, el incremento de la abstención en algunas entidades, la inédita y exitosa estrategia de un nuevo partido para convencer a los electores de dividir sus votos y asignarle al proponente "uno de tres", la emergencia de actores políticos de enorme influencia regional como la APPO oaxaqueña, y finalmente las estrategias diferenciadas de resistencia postelectoral y descalificación de los resultados y del propio instituto.
La presentación del libro causó gran expectativa e interés entre la comunidad política y académica veracruzanas. Sólo asistimos tres coautores, pero nos presentamos ante un auditorio nutrido y cuestionador. La Universidad Veracruzana goza de un gran prestigio como generadora de pensamiento crítico, particularmente en el ámbito de la ciencia política, y quedó evidenciado en la calidad del diálogo que pudimos emprender. Me entusiasma testimoniar el crecimiento de nuestra disciplina en las entidades y sus universidades públicas en los últimos tres o cuatro lustros. Podemos ya emprender análisis político-electorales de índole regional y de buena calidad, sin necesidad de acudir al liderazgo de nuestros colegas y maestros capitalinos, como ocurría en los años ochenta.
A los interesados en consultar al menos parte de este libro --mi capítulo-- les recomiendo bajarlo de www.luis.rionda.com.mx/publica/Cap_libro/2007_Rionda_EleccFedGto.pdf
Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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