
En la ciudad de Guanajuato tuvimos el caso de doña Conchita de Villagómez, quien en 2006 intentó suceder a su esposo Rafael en el gobierno municipal que entonces ejercía bajo la bandera del PRD. Fue derrotada en la elección por el hoy presidente municipal del PAN, Eduardo Romero Hicks, él mismo perteneciente a otra dinastía local. La política es tan importante que debe quedar en familia, parecen querer decirnos esos actores.
Vemos ahora que algunas de esas dinastías municipales se repiten y se consolidan, como en Valle de Santiago, donde compiten dos familias poderosas, los Arredondo y los Nieto, por sucederse en el poder municipal. Fernando Arredondo será presidente por tercera vez y restituye el dominio del PRD. En Yuriria el munícipe verde Gerardo Gaviña será sucedido por su esposa la “güera” Angelita López. Él mismo se benefició del liderazgo de su padre, don Pedro (qepd), expresidente municipal por el PAN, quien le heredó su capital político que hoy beneficia al PVEM.
En Pueblo Nuevo se anunciaba la posibilidad de que ese municipio se constituyese en paradigma del “matrimonio presidencial”. El actual alcalde José Durán, quien ha repetido en el cargo en tres ocasiones, fue sucedido en una ocasión por su esposa Cuquita García (1997), quien lo intentó nuevamente en 2003 y de nuevo en esta última elección. Sólo el médico Leonardo Solórzano, del PRI, ha impedido la consolidación de esta sucesión matrimonial en dos ocasiones.
Esta preeminencia de familias, personalidades y cacicazgos es una amenaza latente para el avance democrático plural. El elector parroquiano se ve atrapado por lealtades o compromisos vinculados a intereses personales o a programas sociales, y evita analizar con cuidado mejores opciones.
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