El desencanto de la mayoría de los mexicanos podría haberse reflejado en una caída libre de la votación. Ese fue muy reiterado en los medios y entre muchos analistas. Pero al parecer los presagios fallaron: hace tres años, cuando hubo elecciones concurrentes locales y federales incluyendo la presidencial, la participación electoral en México y Guanajuato había sido de 58.6% y 57.3% respectivamente; en las intermedias de 2003 las cifras fueron de 41.7% y 49%; en el 2000 -nuevamente concurrentes y presidenciales- votó un 64% y un 66.7% de los electores, y en 1997 se registraron participaciones de 57.7 y 65.9%. Pero en esta elección que vivimos hoy la participación electoral nacional fue de 44.7% y en Guanajuato de 47.5% según los datos del PREP. Es decir que entre elecciones comparables como las actuales y las de 2003 la participación se ha mantenido estable a nivel nacional y en Guanajuato incluso se incrementó.
Por otra parte, la campaña favorable al voto nulo también parece haber logrado alguna efectividad, pero no la suficiente como para considerar que se convirtió en una expresión de rechazo amplio hacia el sistema electoral y de partidos. Aunque algunas casas encuestadoras anunciaron que el voto anulado o en blanco alcanzaría entre el 7 y el 10%, la realidad lo ubica bastante lejos de esta cifra: a nivel nacional parece haber alcanzado un 5.39%, mientras que en Guanajuato sólo se registraron 4.03%. Veamos cómo evolucionó el voto nulo en las últimas elecciones federales:

El nuevo mapa electoral será muy interesante: el PAN ganó en 13 de los 14 distritos federales, parece haber perdido en dos distritos locales, y de 36 municipios que hoy gobierna puede bajar a 25. Es decir que los electores ejercieron el voto diferenciado. Hay algunos distritos que muestran una variedad extrema en las opciones de los municipios que los conforman. Esto nos anuncia un nuevo estadio de madurez cívica.
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