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viernes, 13 de enero de 2006

Evaluación de programas sociales

Cuando se publique este artículo me encontraré en la ciudad de Tijuana, para acudir nuevamente a una sesión de trabajo en El Colegio de la Frontera Norte, donde se está impulsando fuertemente la investigación social aplicada, esto en colaboración con el gobierno de Baja California. Me convocan para participar como asesor académico dentro de dos proyectos de evaluación de programas públicos de intervención social. Traigo esto a cuento porque considero que en general en nuestro país, pero muy particularmente en el estado de Guanajuato, carecemos de una cultura del peritaje permanente y sistemático de los programas oficiales de los diferentes niveles de gobierno, por parte de instancias independientes, en este caso de corte académico. Lo que se está haciendo en Baja California es un buen ejemplo que deberíamos emular desde las universidades públicas y privadas de nuestra entidad.
Uno de los proyectos que asesoraré se denomina “Análisis y Evaluación de los Programas Sociales del Gobierno del Estado de Baja California y el Municipio de Tijuana”. Está siendo apoyado por el sistema de fondos mixtos Conacyt-Gobierno de Baja California. Se escogieron doce programas, unos de carácter productivo, otros asistenciales y alguno de apoyo a organismos de la sociedad civil. Todos son sumamente interesantes, ya que están dirigidos a nichos sociodemográficos muy concretos: apoyo a migrantes, trabajadores informales, costureras, impulso a microempresas, la llamada “línea de crisis” que brinda apoyo psicológico a personas con problemas emocionales , el programa denominado “Desarrollo hacia el Sur” que pretende apoyar la mejora social y económica de las grandes extensiones desérticas del sur de esa entidad (San Quintín) , y finalmente el apoyo oficial al Consejo Estatal de OSC’s –Organizaciones de la Sociedad Civil, como ahora se denomina a lo que antes llamábamos ONG’s. En fin, todo un horizonte de alternativas de apoyo a sectores vulnerables. Intentaremos determinar hasta qué punto los beneficiarios de estos programas perciben que la acción oficial ha permitido introducir cambios positivos en su calidad de vida personal y familiar. Para ello aplicaremos encuestas y métodos cuantitativos, pero algunos de los colaboradores del proyecto aplicaremos técnicas cualitativas y antropológicas sobre los actores de los programas. Es decir que en buena medida se trata de una evaluación subjetiva y de percepción, que permite determinar hasta qué punto los indicadores cuantitativos –que miden acceso concreto a servicios y a satisfactores son observados como efectivos e inmediatos –reales en una palabra por parte de los presuntos beneficiarios.
El otro proyecto se denomina “Características sociales y situación actual de los Comités de Vecinos en el municipio de Tijuana”, y pretende evaluar la maduración, efectividad y organización de esta expresión de la sociedad organizada, que es el espacio por excelencia de la participación ciudadana en la resolución de los problemas que afectan a su entorno inmediato: es decir la colonia o el barrio. Nos financian la Secretaría de Desarrollo Social estatal y la Sedesol. También en estos ámbitos aplicaremos técnicas cualitativas, principalmente entrevistas semiestructuradas y una de las mecánicas más populares en este tipo de evaluaciones: el grupo de enfoque (focus group), donde un grupo de personas, en este caso vecinos, opinan y debaten libremente sobre temáticas particulares que les atañen. El formato permite recolectar de forma ágil y efectiva cuáles son las categorías compartidas en que se pueden agrupar las respuestas, que no son más que la verbalización de una percepción común. Los antropólogos y los comunicólogos denominan a este fenómeno “la construcción de la intersubjetividad”, que por ser compartida puede asumirse, paradójicamente, como un elemento objetivo en sí.
En Guanajuato todavía tenemos poca tradición en la aplicación de esquemas de evaluación independiente de los programas de intervención social. Conozco algunos esfuerzos aislados, como los que realizó el ya desaparecido Centro para el Desarrollo Humano. También la Universidad de Guanajuato ha realizado algunos, como el proyecto que en 1999 coordinó el maestro Hernán Ferro para evaluar los riesgos del Fiprodima. El resultado fue excelente y sentó un precedente que no ha sido imitado. En 2001 se evaluó la efectividad y aceptación del programa Zumar-Fidepo. Me tocó coordinar ese esfuerzo, y creo que sirvió mucho para mejorar el desempeño concreto del programa. Más adelante ensayé una pequeña evaluación del programa de microcréditos Santa Fe, que luego publicó la UAM. En fin, que mucho se avanzaría en garantizar la eficacia y eficiencia de los programas de desarrollo social, tanto los públicos como los privados y los de las OSC si se consolidara esta cultura de la evaluación. Ojalá que el buen ejemplo cunda.

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