La teoría del Capital Humano es una interpretación científico académica sobre los móviles que en el mundo postindustrial llevan a una nación a desarrollarse. Es un concepto que ha cobrado una enorme popularidad entre los planeadores del desarrollo desde hace cuatro décadas, pues destaca la enorme importancia que tiene la educación en todos sus niveles, para la conformación de una masa crítica de personal técnico y científico de alto nivel que constituya una sólida plataforma para el despegue de un crecimiento sostenido de cualquier economía. Recordemos que el concepto de “capital” fue desarrollado por los economistas clásicos, particularmente Carlos Marx, para describir los bienes y recursos –incluyendo los simbólicos e intangibles- que son capaces de reproducirse a sí mismos y generar un proceso de acumulación ampliada, esencia del capitalismo.
Así, el objetivo de cualquier acción educativa es la formación de ese “capital humano”, dentro la acepción ya clásica definida por el economista Gary S. Becker en 1964: “el conjunto de las capacidades productivas que un individuo adquiere por acumulación de conocimientos generales o específicos, de savoir-faire.” Se trata de la integración de un recurso inmaterial factible de acumulación y potenciación, que como cualquier otro capital tiene la cualidad de reproducirse a sí mismo y crear riqueza a partir de materiales o recursos inertes.
Este capital humano se evalúa por la diferencia entre los gastos de inversión inicial, como lo es la acción educativa y sus capítulos -costo del aparato educativo, gasto por estudiante, eficiencias terminales, efectividad en los procesos de retorno en la educación, etcétera- y su correspondencia con los resultados obtenidos –calidad educativa, eficacia, procesos de evaluación-. Tanto a nivel familiar como social se ponderan –aún de manera inconsciente- los costos y beneficios de la formación de este capital humano, y se define la conveniencia de un valor agregado cultural; pero esa definición depende del valor subjetivo que la sociedad concreta y su momento histórico le otorguen a la inversión de esfuerzos y recursos en la integración de dicho capital humano. Las naciones modernas le otorgan una gran importancia a este proceso, pero no sucede así entre los países aún inmersos en dinámicas pretéritas que daban más peso a la inversión en capital fijo tangible –compra de tecnología ajena, inversión en instalaciones, procesos productivos, etcétera.
Gary Becker estudió lo que hoy denominamos “sociedades del conocimiento”, y concluyó que su mayor activo es el capital humano que estas han sabido desarrollar. Su productividad se ve potenciada por la especialización de sus saberes y el desarrollo de tecnología de tercera generación, que implica la preeminencia del software -la sapiencia y experticia- sobre el hardware -el sostén material de la tecnología-. El capital humano es sumamente importante para mantener y proyectar la productividad de las economías modernas, ya que esta capacidad se basa en la creación, difusión y utilización del saber, el recurso por excelencia de una sociedad de tecnología avanzada.
En México nos ha costado muy caro no entender esta realidad. Durante décadas hemos abandonado nuestro sistema educativo en las manos de intereses políticos cortoplacistas, que antepusieron su beneficio particular sobre las necesidades del futuro de la Nación. Un ejemplo claro es lo que hoy vemos y padecemos en Oaxaca, donde grupos sindicalistas y de poder han secuestrado al aparato educativo local, condenando a centenas de miles de estudiantes a perder una oportunidad más de desarrollo.
En Guanajuato tenemos la oportunidad de oro de recuperar el tiempo perdido y potenciar nuestra formación de capital humano de alto nivel, esto por medio del despegue de la universidad pública y su expansión, con garantía de calidad, hacia todas las regiones del estado. La Universidad de Guanajuato se ha planteado un ambicioso proyecto para establecer al menos cuatro campii -plural de campus- en León, Salamanca, Celaya y Yuriria, para duplicar su matrícula en el 2010. La visión es crecer con garantía la excelencia, para así proveer a la entidad de ese capital humano tan necesario. Debemos aprovechar el “bono demográfico” que nos representan nuestras generaciones de jóvenes que están por entrar en edad productiva, y dejar de exportarlos al extranjero como mano de obra barata y sin calificar. Hay que seguir la vía inaugurada por la India, y forjar capital humano de alta competencia entre chavos y chavas que hoy de secundaria y prepa sin más expectativas que emigrar, malvivir o delinquir. Pero seguiré exponiendo mis razones la próxima semana…
Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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