La manía de designar días específicos del año para conmemorar eventos, personajes o temáticas sociales ha poblado el calendario de incontables motivos de conmemoración, cada vez más sofisticados. Tenemos así el “día de la tierra”, “el día del combate a la homofobia”, “el día contra la violencia intrafamiliar”, “el día de la familia”, “el día del transportista”, y un larguísimo etcétera. Sin embargo, dentro de estas jornadas evocativas destaca, por su antigüedad y significación para los que nos dedicamos a la educación, el muy célebre “día del estudiante”.
En ciudades netamente universitarias, como Guanajuato capital, el suceso tiene una trascendencia especial ya que la ciudad está poblada por entre 8 y 10 mil chicos que cursan educación superior, a los que para ese día se unen los estudiantes que se “descuelgan” para desde León, Irapuato, Salamanca, Celaya y otros rumbos. La algarabía puebla las calles, plazas y callejones, además de los eventos –conciertos sobre todo- que organiza la asociación de mesas directivas de sociedades de alumnos de la Universidad de Guanajuato. Son casi cincuenta sociedades de alumnos, lo que da idea de la dimensión. Inclusive algunos de nuestros 106 estudiantes que pueblan el Campus Sur en Yuriria se organizaron para poder acudir al festejo este año, aunque sin mucha suerte.
Desgraciadamente la celebración se realiza sin mayor conciencia por parte de los chicos de las razones que determinaron la fecha –o fechas en que se desarrolla. He recibido versiones de lo más confusas y erróneas: que porque el “padre Pollo” así lo impuso; que porque se ensalza la primavera; que porque debe suceder al día del maestro; que porque corresponde al spring brake gringo... Nada más lejos de la realidad, y creo que vale la pena aprovechar para recordar el verdadero leitmotiv del asunto.
Primero hay que aclarar que el día del estudiante se conmemora en México el 23 de mayo. Pero como en ese año cayó en un viernes –día adverso porque todos los chavos alzan el vuelo hacia sus lugares de origen , se adelantó para el miércoles, a la mitad de la semana, cuando todavía queda un día y medio de clases, lo que ayuda mucho a no llegar a casa con resabios de cruda física y moral. En realidad, el 21 se celebra el día del estudiante politécnico y el 17 el día del estudiante técnico.
En otros países varían la data y el motivo: en Argentina se celebra desde 1902 el 21 de septiembre, al arranque de la primavera austral y en recuerdo del educador Domingo Sarmiento. En Venezuela se realiza el 21 de noviembre, en recuerdo del levantamiento estudiantil de 1957 en contra de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. En Panamá se celebra el 27 de octubre, desde 1948, por razones que desconozco. Existe también el Día Internacional del Estudiante, decretado por la ONU en 1941 en conmemoración del asesinato a manos de soldados Nazis de nueve estudiantes en Praga, el 17 de Noviembre de 1939.
La Federación de Estudiantes de Guadalajara, es decir los célebres y derechosos “Tecos”, conmemoran el 23 de octubre como día del estudiante “autonomista” en recuerdo de su movimiento opositor de 1933 al establecimiento de la educación socialista callista. De su movilización “en contra del comunismo” nacería la Universidad Autónoma de Guadalajara un par de años después.
La iglesia católica por su parte, promueve la adoración de la figura del santo adolescente italiano Domingo Savio, estudiante de San Juan Bosco, quien murió en 1857 ejemplificando las virtudes beatíficas del alumno dócil y consagrado al estudio. Muchos estudiantes católicos lo han adoptado como su santo patrono, particularmente en periodo de exámenes.
El realizar el día del estudiante universitario el 23 de mayo en México, se deriva de la conmemoración de la represión que sufrieron varias docenas de estudiantes de la escuela de Medicina de la Universidad Nacional de México el 23 de mayo de 1929, en la Plaza de Santo Domingo ¡vaya coincidencia simbólica con el santo católico! , que se manifestaban a favor de la libertad de cátedra y la autonomía universitaria. Un movimiento conservador que buscaba preservar a la universidad pública libre de las presiones y chantajes de los gobiernos post revolucionarios, que quisieron imponer a la fuerza la ideologización de la educación superior. Octavio Rodríguez Araujo, destacado académico de la Universidad Nacional, explica muy bien el alcance de ese movimiento:
“La autonomía de la UNAM […] no fue una graciosa concesión de las autoridades gubernamentales. Fue una lucha, de estudiantes y profesores en México, una conquista resultado de la petición estudiantil del 23 de mayo de 1929, petición precedida de movimientos y huelgas, por parte de los estudiantes, y de represión por parte del gobierno. Esta lucha fue contra la intromisión del gobierno en la vida universitaria y en la orientación de sus planes de estudio, intromisión que inhibía el pensamiento libre y, por lo mismo, la libertad de cátedra en una lógica de pluralidad y universalidad de corrientes de pensamiento. Era, para decirlo en términos de ahora, la lucha contra el pensamiento único y oficial de quienes detentaban el poder. Por eso, precisamente, la lucha por la autonomía comprendía principalmente un binomio indisoluble: autogobierno de los universitarios y libertad de cátedra (y de investigación).”
Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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