Esta semana testificaremos, participaremos o padeceremos los cierres de campaña de la miríada de candidatos a integrar los 46 ayuntamientos, las 36 diputaciones locales y las 14 diputaciones federales. Un mundo amplio, confuso y variopinto de candidatos de los ocho partidos y las diferentes coaliciones que integraron a nivel de cada circunscripción. Es difícil, incluso para los que presumen de enterados, tener alguna claridad entre tanta y variada oferta, que exhibe -o bien oculta- las bondades o los riegos que hay detrás de cada personaje. El ciudadano común puede sentirse convocado, entusiasmado e informado, o bien atosigado, encandilado y engañado, según la percepción que han sabido proyectar los millones de mensajes en los medios de comunicación, por necesidad simples y engañosos. Tuvimos pocas oportunidades de presenciar debates serios y argumentados entre los candidatos. Los aspirantes más fuertes tienden a rehuir estos encuentros, que pueden poner en evidencia sus limitaciones personales para la polémica de cara a los rivales. En cambio los que tienen urgencia de atraer clientela electoral buscan siempre estas lides, incluso arriesgando a que la audiencia despeje dudas acerca de sus propias taras.
El proceso está por culminar. A partir del jueves darán inicio las 72 horas que se ordenan para dejar descansar a los ciudadanos y meditar el voto. Los setenta días previstos para las campañas electorales federales, que dieron inicio el 3 de mayo, deben culminar el 1 de julio. Desde las 0:00 horas del jueves dos está prohibida “la celebración y la difusión de reuniones o actos públicos de campaña, de propaganda o de proselitismo electorales, por cualquier medio, ya sea impreso o electrónico, incluyendo radio y televisión.” Así reza el acuerdo 310/2009 del Consejo General del IFE. Tampoco los gobiernos pueden hacer difusión alguna de sus obras. Además se veda la difusión de resultados de encuestas hasta las 20:00 horas, hora del centro, del 5 de julio.
Es de celebrarse que el proceso electoral prevea este descanso para nuestros ánimos, nuestros oídos -no tolero los vociferantes carros de sonido que nos agreden con sus decibeles-, nuestra vista -la contaminación visual degrada nuestras ciudades- y el resto de nuestros sentidos. La sobreexposición televisiva y radiofónica fastidia. Es emocionante regresar a la tranquilidad, y preparar el ánimo para el momento frente a la boleta, cuando premiaremos o castigaremos a los pescadores de votos, que nos tratan como peces y no como personas.
Hay que aprovechar para meditar con seriedad sobre nuestras opciones. Yo insisto en denunciar el voto blanco o nulo, y por supuesto la abstención, como engañosas formas de “protesta”. Si queremos rezongar hagámoslo con el voto efectivo, no con el desdén del encaprichado. De otra manera nuestro vacío sólo confirma nuestra incapacidad ciudadana para interactuar con el poder político, ejercitando el mejor de nuestros recursos para incidir en las decisiones públicas. Al gobernante o al representante electos les dará igual ser favorecidos por muchos o por pocos, siempre y cuando sean mayoría. No lo olvidemos.
Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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