La promoción pública de la actividad turística ha sido siempre materia de fuertes debates en nuestra entidad. Personajes con mayor o menor experiencia y habilidad en el tema han transitado por las instancias estatal y municipal, con una suerte muy variada e incluso envueltos en querellas sobre sus iniciativas y capacidades. Cada gobierno le sube o le baja importancia a la promoción de esta actividad, pero en general se percibe un claro desconcierto que se traduce en anarquía en las políticas públicas sobre el asunto. Hace tiempo el gobierno estatal de Fox inventó un impuesto a los servicios turísticos, que en teoría se invertiría en labores de promoción nacional e internacional. El gobierno hizo uso de los recursos con pocos resultados, por lo que los prestadores de servicio demandaron una mayor injerencia en la administración de esos fondos; pero eso significaba poner recursos públicos a la disposición de intereses privados, lo que pondría a la promoción turística en situación de excepción y en los bordes de la legalidad. Luego la administración de Romero Hicks –el grande- impuso el control centralizado de esa fuente de recursos, sin que tampoco se evidenciara una mayor efectividad. Hasta el momento poco se sabe del destino de ese impuesto, y sencillamente Guanajuato y su corredor turístico no se destaca por sus inversiones públicas –ni privadas- en esa materia. Basta comparar con destinos como Cuernavaca, Tijuana, Monterrey, Morelia, la ciudad de México y muchas otras ciudades y mejor ni mencionar los destinos de playa . La calidad de los servicios públicos al turista, así como los servicios de hoteleros y restauranteros, es mucho mayor y mejor en esos lugares que en la pobre condición de Guanajuato capital, e incluso en la de San Miguel Allende.
Con mucha frecuencia he tenido la impresión de que los cargos burocráticos vinculados con la promoción turística son tratados como simples chambas dónde ubicar a algún cuate desempleado, pero amigo o amiga del gobernante, a veces sin mayor experiencia en la administración pública. Mejor ni mencionar nombres, porque se ofende. Pero son ya muchos los ejemplos de funcionarios improvisados que no tardan en bronquearse con los prestadores de servicios o incluso con el resto de los miembros de la administración. Y ha sucedido tanto en el gobierno estatal como en el capitalino. Mientras tanto la “industria sin chimeneas”, esa actividad tan noble y potenciadora de nuestras riquezas históricas, artísticas y naturales, se mantiene al garete, sin brújula ni proyecto, respondiendo sólo a las coyunturas inmediatas y carente de un sentido de largo plazo y mayor aliento. La enorme riqueza patrimonial y ecológica de Guanajuato genera hoy simples cacahuates, si consideramos el enorme potencial que tendría para generar empleos, infraestructura, servicios de calidad y lucro empresarial si se contara con un proyecto coherente, de amplia perspectiva y con el sostenimiento de recursos privados y públicos. Pero sencillamente no existe tal proyecto. Cada funcionario efímero aplica sus criterios personalísimos, que se traducen en ocurrencias –como la puntada ésa de implementar una policía turística disfrazada de caballeros medievales- pero nunca en un plan de negocios de gran alzada.
Un plan que se consense con los empresarios y los trabajadores del ramo, pero bajo la conducción de profesionales del sector público que cuenten con garantía de estabilidad en su puesto de trabajo –servicio de carrera pues- para evitar la prevalencia de intereses particulares. Un plan transexenal, sujeto a evaluaciones periódicas e independientes, basadas en indicadores objetivos de eficacia y eficiencia. Y por supuesto con el acompañamiento de recursos, tanto los fiscales como las necesarias aportaciones privadas. Un plan que atraiga inversiones externas, que provoque asociaciones estratégicas, que impulse la urgente profesionalización de los servicios turísticos, y que trace un programa integral de obra de infraestructura turística que nos permita atraer al gran turismo nacional e internacional, ése que demanda sofisticación, excelencia y altos estándares, a cambio de sus pingües divisas. El sector turístico genera mucho más empleo por unidad de inversión que la industria o el sector primario; no demanda alta tecnología, sino alta capacitación, educación, capital humano y calidez de trato. Es por ello doblemente beneficiosa: nos da fuentes de recursos materiales, pero también educación y cultura.
Da tristeza observar cómo el novato gobierno municipal de Guanajuato ha venido a confirmar la regla del despiste oficial en la materia. Lo de las momias cerradas en pleno puente juarista fue lamentable, pero lo de la funcionaria vacacionista practicante del turismo en otros lares es el colmo.
Artículos de coyuntura publicados por Luis Miguel Rionda Ramírez en medios impresos o electrónicos mexicanos.
Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío, México. Exconsejero electoral en el INE y el IEEG.
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