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martes, 23 de junio de 2009

Votar para castigar

Luego de pasar una semana en Brasil, regreso a México y a Guanajuato con el ánimo un tanto compungido. Constaté en ese país que la política electoral no necesariamente genera desgastes y confrontaciones, sino también desarrollo y una admirable paz social. Por supuesto, no puedo ignorar la pobreza extrema que se evidencia en los centenares de favelas -barriadas- que rodean a la ciudad de Río desde las alturas de sus montañas escabrosas. Tampoco que Brasil padece todavía de severos problemas en lo relativo al acceso a la tierra por parte de sus campesinos; el movimiento de los Sem Terra se manifiesta en ocasiones con violencia, pero ha encontrado respuestas institucionales que le han devuelto viabilidad al agro y al campesinado de ese país. El presidente Lula da Silva, a pesar de su origen obrero y su ideología de corte izquierdista, no ha apostado el destino de su nación a las veleidades de la ideología y ha aplicado medidas pragmáticas que le han permitido al Brasil seguir creciendo económica y socialmente, superando muchos de los rezagos más lacerantes, como lo era el hambre. El famoso programa social de Lula, Fome Zero (Hambre Cero), debería ser emulado por países como el nuestro.
Brasil crece a tasas del 5 y 6% anual, mientras que México lo hizo a 2 ó 3%, y en este año nuestra economía se reducirá en 6%. La moneda brasileña, el Real, se ha fortalecido frente al dólar gracias a sus alianzas económicas con el Mercosur y la Unión Europea. La actual crisis global le pegó más duro a México, por su dependencia extrema del mercado norteamericano, que a varios países que han sabido ampliar y diversificar sus mercados. Brasil ya no depende del petróleo extranjero gracias a una inteligente política de exploración de nuevos yacimientos, y la sustitución de la gasolina por el combustible con base en el etanol.
Pero lo que me parece formidable es cómo las fuerzas políticas han sabido ponerse de acuerdo para impulsar el programa social más ambicioso del continente. Las políticas solidarias brasileñas llevaron a que entre 2002 y 2007 el número de pobres haya bajado de 65 millones a 51 millones, mediante estrategias que buscan romper el círculo vicioso de transmisión de la pobreza entre generaciones. Y eso sin generar desequilibrios en las finanzas públicas. El gobierno de Brasil recauda impuestos por un porcentaje del PIB de más del doble que México, el país de la evasión.
¿Qué será necesario para que en México aprendamos a hacer política? Requerimos con urgencia recuperar el hilo del desarrollo, perdido hace décadas. Necesitamos un mejor gobierno, mejores representantes, mejores partidos políticos, mejores instituciones. Para ello hay que votar, y hacerlo con sumo cuidado y conciencia. Hay que aprender a premiar y a castigar con nuestro voto, y a imponer la voluntad ciudadana sobre la clase política. Hay que ejercer nuestro poder ante la urna. Por eso yo no votaré en blanco.

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